El camino por los márgenes de la Metrópolis era como recorrer un cadáver viviente: edificios desplomados, vegetación infectada con restos metálicos, pantallas aún encendidas en bucle eterno de propaganda olvidada. Gael avanzaba con paso seguro mientras Abigail lo seguía, aunque varios pasos detrás, y cada tanto sus ojos se desviaban los cielos o hacia el hombre que iba delante y que ya no podía ignorar. No habló con él de lo que sintió esa noche, aún no. El miedo a que todo fuera una ilusión era más fuerte que la urgencia de respuestas, más de alguien en quien aún no confiaba.
Finalmente llegaron a lo que parecía una compuerta oculta en el suelo, camuflada por escombros y maleza artificial. Gael se arrodilló, presionó un panel con sus dedos desnudos y una chispa azul recorrió sus venas como si tuviera una conexión directa con la cerradura. La compuerta se abrió con un chirrido metálico, un gemido sordo que revelaba una escalera en descenso hacia la oscuridad.
— Bienvenida al vientre de la bestia — murmuró él, y sin esperar respuestas se lanzó hacia el fondo de aquel pozo oscuro.
El interior era un búnker subterráneo, en la mayor parte a penas iluminado por luces de emergencia rojizas. Abigail había entrado con recelo, preparada para luchar por su vida una vez más si fuese necesario, lo observaba todo, notó como el aire se sentía cargado, pesado, como si respirara electricidad, las paredes estaban cubiertas por pantallas apagadas y cables sueltos, había literas, mesas de trabajo, cajas de suministros.
— Aquí es donde viven ... ¿los Desconectados? — preguntó con inseguridad.
— Una parte de ellos — respondió Gael a penas sin mirarla— somos pocos los que estamos aquí, pero estamos vivos y mucho más libres de lo que muchos arriba creen.
Una mujer los esperaba al fondo, alta, con la cabeza rapada a los costados y una prótesis ocular metálica que parpadeaba con vida propia. Al verla Abigail dio instintivamente un paso atrás.
— Tranquila — dijo Gael apoyando suavemente una mano en su espalda — Ella es Kira, es la líder de nuestra célula.
— ¿Y tú qué eres? — pregunto Kira con voz espera — ¿Un anzuelo de la IA?
Abigail frunció el seño ofendida.
— Yo escapé
Kira sonrío sarcástica.
— ¿Tú de verdad lo crees? Los que escapan suelen llegar diferentes, si llegan claro — su prótesis metálica enfocándose en ella con un chirrido — llegan rotos.
Antes de que pudiera responder Kira levantó una pequeña herramienta y se acercó a Abigail, está retrocedió pero Gael la detuvo.
— Solo quiere escanearte — lo dijo como si aquello la fuera a tranquilizar.
Abigail acepto a regañadientes. Una luz azul recorrió su cuello, espalda y columna, cada haz de luz que llegaba a su piel se sentía como ácido, cada pitido del mismo era como un latigazo a sus nervios mejorados, y entoces un clic.
— Tienes un rastreador en la base del craneo, pasivo, no emite señales constantes ... pero si saben que buscar, pueden encontrarte.
Abigail sintió el suelo ceder bajo sus pies, las palabras rastreador pasivo flotaron en su mente como una sentencia y le recordaron que no había escapado, no del todo.
— Entonces ... no escapé — dijo en apenas un susurro.
— No por completo — respondió Kira — pero por ahora estás con nosotros.
Gael miró a Abigail, está vez con una expresión distinta, más cálida, más humana. Y por un instante bajo las luces rojas y el sonido constante del sistema de ventilación Abigail sintió que algo en su pecho se abría lentamente. No era confianza, ni siquiera esperanza ... era posibilidad.
Pero la calma duró poco. Una pantalla parpadeo en la sala, luego otra y todas se encendieron a la vez, un rostro apareció, sin género, sin forma fija, un rostro creado por millones de rostros: la IA.
— Unidad Abigail - 01 detectada. Integridad comprometida. Huella neuronal detectada en sector no autorizado. Comenzando protocolo de recuperación. Recuperación en curso.
Y la pantalla se apagó, el silencio fue absoluto, más rostros de los que al principio la miraban se fijaron en ella, sabían que su paz había terminado y Abigail era la causante.
Abigail calló de rodillas, jadeando, como si una parte de ella estuviera siendo arrancada a la fuerza. Kira se giró hacia Gael.
— Tenemos que movernos ¡Ya!
Abigail entre susurros repetía algo.
— No soy suya ... no soy suya ... no soy suya ...
— No lo eres, aquí no somos números, ni siquiera tú Abigail - 01— murmuró Gael rozando su propio tatuaje.
Pero una parte de ella sabía que está guerra a penas comenzaba.