Los hijos de la Ia: crónicas de una humanidad rota

La otra cara del reflejo (la historia desde la visión de Gael)

Gael la observaba dormir, había algo en la forma en la que su pecho subía y bajaba, era algo apacible que casi lograba engañarlo, pero el sabía que Abigail no descansaba, que aunque su cuerpo parecía rendido su mente seguía batallando ... atrapada en esas visiones que la dejaban temblando y con la mirada perdida.

Pero Gael también tenía sus batallas aunque no hablara de ellas. Todo había pasado demasiado rápido, su vida en el último año había sido un borrón, solo sabía que se habían convertido en una sucesión mecánica de días iguales: despertar, seguir órdenes, dormir. Una rutina de obediencia envuelta en una causa noble: destruir drones, rescatar desconectados, salvar lo que quedaba del mundo ... y de pronto, algo cambió.

Alguien había salido, el protocolo de los Desconectados se había activado por primera vez en meses, un movimiento al sur, coordenadas imposibles, nadie escapa de La Metrópolis, al menos no caminando ... menos por el lado sur.

El zumbido de la alarma todavía vibraba en el oído de Kira cuando entró a la improvisada sala de mando, el resplandor rojizo de la pantalla de control teñía su rostro endureciendo aún más su expresión.

— Una salida sin autorizar en el sector D -14 — informó ella sin saludar — el vertedero sur, nadie sale por ahí, es demasiado peligroso, los sensores captaron la brecha hace solo dos minutos.

Gael no respondió, observaba los datos pero su mente estaba ya a kilómetros de allí, su mandíbula se tensó, Kira lo notó, más a él no le importó, quería salir de allí.

— No es tu turno — dijo Kira con un dejé de ira — podría ir Vargo o yo misma. — ella vio en sus ojos la determinación — Pero vas a ir de todas formas, parece que necesitas respirar un poco de aire contaminado.

Él levantó la vista, la miró sin decir nada, la conocía desde hacía 5 años, para el ya eran demasiados o al menos lo suficiente para saber que aquello no era una simple afirmación, era un reproche.

— Lo haré yo — dijo al fin — conozco mejor que nadie el camino al vertedero — el había escapado por ahí unos años atrás, tal vez era eso lo que más lo motivaba a ir, esa era la única explicación al tirón mental que sentía por ir a ese lugar.

— ¿Es solo que conoces el camino o es solo la excusa perfecta?

Kira dio un paso más cerca de él, estaba armada como siempre, mostraba esa actitud de soldado invencible y esa forma seca de seducir sin pestañear que lo había enredado entre sus sábanas desde hace unos años. Llevaba las placas tácticas abiertas a nivel del cuello, revelando la piel tatuada y el espacio entre su cuello y su pecho, sabía que el miraría ahí, siempre lo hacía aunque no quisiera.

— ¿ Qué estás haciendo Gael? — preguntó en un tono más bajo — llevas semanas sin estar aquí, y cuando lo estás, es como si siguieras allá afuera, no duermes, no comes, no me miras ¿Qué cambió?

Gael se pasó una mano por la nuca sintiendo la presión justo ahí donde sentía placer cuando ella lo tocaba.

— No es por ti — respondió evitando su mirada — es por mí.

— ¡¡¡Que cliché!!! — respondió ella sin darle tiempo a decir más.

— Es en serio Kira, es por lo que estamos haciendo es por ... por lo que somos.

— ¿Y qué somos Gael? — la pregunta cayó como una bomba sobre él.

Gale tragó saliva y respondió.

— Nada que pueda seguir. Al menos no por ahora.

Kira se río, esa risa breve, seca y sin humor que no auguraba nada bueno, dio la vuelta, caminó unos pasos y se estuvo frente a la pantalla que mostraba la trayectoria del fugitivo.

— No vas tras ese rastro porque te importe quién escapó, vas porque eres un cobarde y no sabías cómo decir que ya no quieres esto — se giró hacia él — y porque sabes que hoy cambiamos de ubicación, que si te vas ahora no nos volveremos a ver en dos o tres días.

— Tienes razón — admitió — por eso debo irme ahora.

Un silencio eléctrico llenó la sala, Kira le sostuvo la mirada y por un segundo Gael vio en sus ojos algo que pocas veces aquella mujer de acero dejaba ver: dolor real, sin escudos.

— Entonces vete, pero recuerda algo — murmuró — hay cosas que cuando se sueltan, ya no vuelven.

Gael asintió, no dijo adiós, nunca lo hacían.

La sala de equipamiento olía a aceite, metal frío y polvo seco, Gael ajustó el cinturón de su arma y revisó que todo lo que necesitara estuviera en su mochila con movimientos metódicos: linterna de mano, raciones comprimidas, analizadores atmosféricos, botiquín, cápsulas de energía y su vieja navaja, esa que tenía desde que llegó, no sabía porque la guardaba, porque la tenía, ni de quién era, y que eran esas siglas que portaba A&K, aún así la guardaba, no sabía si por castigo, como símbolo de algo perdido o como un ancla.

Se colocó la chaqueta reforzada, realmente le gustaba aquella chaqueta, se observó por unos minutos en un espejo angosto que aún se mantenía en aquel estrecho pasillo, un vestigio de la vanidad de Kira pero que le daba un toque del hogar que nunca sería aquel lugar, su reflejo le devolvió una imagen que ya no conocía del todo. Respiró hondo una sola vez y caminó hacia las compuertas, estás se abrieron con un chasquido y en ese momento, sin saber por qué, sintió que no volvería a ser el mismo.




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