Su cabeza se encontraba inundada de dudas, aún no estaba seguro de estar en aquel lugar y más sabiendo que su vida podía estar en peligro, sin contar la cantidad de leyes que estaba rompiendo en ese preciso instante por alguien que apenas conocía, pero ya no podía cambiar de opinión. Avanzando por aquellas calles envueltas en una densa niebla que apenas permitía el paso de la luz de la luna y los pocos faroles de las casas, tratando de mantener un paso apurado, y algo incómodo por las miradas que lograba atraer debido a que era obvio que no era un ciudadano del pueblo, se delataba mucho en la manera en que iba vestido y en su caminar, muy finos, provocando que no se encontrara a gusto en ese lugar
A cada instante, se preguntaba el por qué solamente no lo olvidaba, se daba media vuelta y se iba, después de todo nadie lo obligaba a buscar aquella familia, una de la cual no había escuchado hasta que se encontró con aquel sujeto en el bosque hace un mes.
Tras hablar con algunas personas y utilizar parte del dinero que llevaba para poder sobornar a alguno de ellos, pudo encontrar información que necesitaba para así poder dar con aquella familia que buscaba. Se quedó parado frente a una de las últimas casas de aquella calle pensando durante unos minutos, si tocar la puerta o solo deslizar la carta que debía de entregar por debajo de ella, quizas lo segundo fuera lo mejor pero ¿y si no la veían? ¿Si no era la casa correcta? No iba a poder con aquello que le estaría comiendo la cabeza durante varios días, quizas lo mejor era tocar para poder terminar lo que empezó y así poder olvidar todo aquel tema. Tras un leve suspiro se armó del suficiente valor y con cuidado, toco tres veces sobre aquella puerta de madera y no pasó mucho tiempo para que la puerta se abriera, revelando al otro lado a una joven de cabello rubio que resaltaba su rostro pálido, mismo que hacia cierto juego con sus ojos grises que parecía como si estuviera viendo la luna atreves de ellos
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-¿Hola? – su voz le hizo salir del trance que había estado durante unos segundos, aquel rostro era muy familiar para el chico.
-¿Eh? Disculpe, ¿se encuentra Elizabeth? – pregunto con voz temblorosa
-¿Quién la busca? – Dijo alzando su ceja izquierda
-Me llamo Leonardo, le traigo una carta desde la Capital
En ese momento, Leonardo le enseño aquel sobre y aunque era mentira, no quería decirle que un criminal le mando a ese lugar, no de manera abierta, ni estando seguro que estuviera en el lugar correcto, después de todo nunca se sabe quién podría estar escuchando y más en un lugar tan sombrío como era aquel pueblo y si era un asunto de la capital, seguro harían la vista gorda o quizás no.
-¡Mamá, te buscan! – - La rubia inclinó ligeramente la cabeza hacia atrás, observando el interior de su casa, y no pasó mucho tiempo antes de que apareciera una mujer alta, de cabello negro, su presencia era imponente, con una elegancia natural que emanaba autoridad. Su piel, al igual que la de su hija, era notablemente pálida, pero sus ojos azules, muy diferentes a los de la rubia. Vestía con sobriedad, con prendas que denotaban clase y buen gusto.
-Buenas noches, me han pedido que le entregue esta carta –le ofreció el sobre
-¿Por qué alguien de la capital me enviaría una carta? –tomo aquel sobre, observando el sello postal de la Capital
-Es complicado… - su mirada se enfocó en el movimiento de la mano diestra de Elizabeth sobre el sobre, en un instante, la figura de un lobo plateado comenzó a emerger de la superficie del papel, como si estuviera impresa con tinta invisible que reaccionaba al contacto con ella. Los ojos de Leonardo se abrieron con asombro “una bruja” pensó mientras un escalofrío recorría su espalda ante la sorprendente revelación. Apenas alzo la mirada, pudo notar como Elizabeth le miraba fijamente con el ceño fruncido, no parecía estar realmente feliz tras realizar aquel hechizo, mismo que le permitió saber quién le había enviado aquella carta, y aunque funcionara enseñándole pistas con los rasgos característicos del autor, era realmente evidente para ella saber quién estaba detrás de todo esto.
-Es mejor que hablemos adentro ¿no crees? –Elizabeth se hizo a un costado, permitiéndole el ingreso a su hogar.
Parecía no tener alguna otra opción, aquella mujer era algo intimidante y siendo honestos, quería volver a la ciudad entero y sin algo extra provocado por algún maleficio. Guardo silencio mientras cruzaba la puerta, y sin poder evitarlo, su mirada paso de un rincón a otro, como si estuviera analizando el lugar, se veía mucho más cálido y contrastaba con la rustico del exterior de aquella casa, pero lo que más llamo su atención era una tercera mujer, siendo esta muy parecida a Elizabeth, pero con la única diferencia era que sus ojos eran grises como los de la chica que le abrió la puerta, seguramente tenían una edad similar y claro, lo que más llamo su fueron aquellos tatuajes de animales, objetos y algunas runas, no podía detallarlos todos ya que recorrían sus brazos y a pesar de ser diferentes, se mezclaban a la perfección.
-Diana, podrías traer un poco de café para nuestro invitado – le indicaba Elizabeth a la tercera chica, mientras la primera cerraba la puerta - ¿podrías decirme cómo has obtenido esto?
-Hace un mes, me topé con un sujeto en un bosque y si le soy sincero, al principio pensé que me mataría – posiblemente lo hubiera hecho si el entregar aquella carta no fuera más importante que acabar con su vida – aún lo recuerdo como si fuera ayer – tomo con cuidado el café que Diana le ofrecía y luego, su mirada se cruzó con Elizabeth y luego con cada una de las chicas presentes, como si sintiera que les debía una explicación de lo ocurrido aquella noche, quizás así pudieran entender mejor su posición.
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Editado: 13.10.2025