La noche continuó su curso cuando Dante dejó la biblioteca oculta, el antiguo manuscrito lo llevaba firmemente bajo su brazo. Aún podía sentir el escalofrío que recorrió su espalda al leer la última página, aquel símbolo trazado con una tinta roja como la sangre. La Orden de los Hijos de la Noche… Ese nombre parecía latir en su mente con una fuerza inexplicable.
Al llegar a su pequeño apartamento en la parte antigua de la ciudad, encendió la lámpara de escritorio y desplegó el libro sobre la mesa. La cubierta, gastada por los siglos, tenía marcas que parecían más profundas de lo normal, como si algo dentro del manuscrito luchara por escapar. Respiró profundo y comenzó a leer nuevamente.
Las primeras páginas narraban el surgimiento de los vampiros, no como monstruos mitológicos sino como una raza oculta que había coexistido con los humanos desde el inicio de la civilización. Dante pasaba las páginas con mucha rapidez, sintiendo la creciente certeza de que este texto no era ficción. Había nombres, fechas, crónicas detalladas de figuras históricas que parecían haber tenido contacto con seres que vivían más allá del tiempo.
Un golpe seco en la ventana lo sacó de su concentración.
Se quedó inmóvil por un segundo. Miró hacia la calle, pero solo vio la luz de los faroles reflejada sobre el pavimento mojado. Tomó aire, tratando de calmarse. Probablemente solo era el viento.
Volvió al manuscrito, pero esta vez las palabras en la página parecían cambiadas. Parpadeó, confundido. ¿Era su imaginación? Una frase nueva había aparecido en tinta oscura: “Ya has sido marcado. Ellos vendrán por ti.”
El corazón de Dante se aceleró, y cuando alzó la vista nuevamente, su reflejo en el espejo parecía… diferente. Algo—alguien—lo observaba desde el otro lado.