La sensación de ser observado no desapareció. Dante cerró el manuscrito con fuerza, intentando sacudirse el escalofrío que recorría su columna. Algo dentro de él le decía que no estaba solo. Se levantó con cautela, acercándose al espejo donde, hace unos segundos, su reflejo había parecido... diferente. Pero ahora solo veía su propio rostro, aunque algo en sus ojos parecía haber cambiado.
Exhaló profundamente, tratando de comprender lo que había sucedido. Quizás el cansancio lo estaba afectando. O tal vez, y esto le resultaba aún más inquietante, el manuscrito no era solo un libro antiguo, sino un umbral hacia algo más profundo.
Decidió que la mejor manera de entender lo que estaba ocurriendo era seguir leyendo. Volvió a sentarse, encendió otra lámpara, y abrió el manuscrito por la página que había cambiado ante sus ojos. Ahora, las letras parecían más claras, como si estuvieran esperando por él.
"La Sangre de los Antiguos no se evapora. Permanece, se esconde en los rincones más oscuros de la historia, aguardando ser despertada. Aquellos que la descubren no pueden ignorarla. La Sangre llama. La Sangre elige."
El significado de esas palabras le provocó un nuevo estremecimiento. Dante pasó la mano sobre la página, casi esperando que la tinta se moviera bajo sus dedos, pero el texto permaneció intacto. La Sangre elige... ¿Qué significaba eso?
La historia hablaba de una línea ancestral de vampiros que jamás habían sido erradicados, a pesar de los siglos de cacería. Eran los progenitores, los originales, aquellos que habían establecido las reglas de su mundo. Según el manuscrito, estos vampiros no eran meras criaturas sedientas de sangre, sino guardianes de un secreto tan antiguo que su conocimiento podría destruir a la humanidad.
Dante sintió que su respiración se aceleraba cuando sus ojos se posaron en un nuevo nombre escrito en la página siguiente. No era un nombre cualquiera. Era su propio apellido.
El mundo pareció ralentizarse. Su corazón martilleaba en su pecho. ¿Cómo podía estar su nombre en un libro que, según los registros, tenía cientos de años de antigüedad?
Antes de que pudiera reaccionar, un golpe seco retumbó en la puerta de su apartamento.
No fue el sonido de alguien llamando. Fue el sonido de algo forzando su entrada.