Los Hijos De La Noche

Capítulo 6: El Precio de la Eternidad

Dante sintió cómo el aire en la sala se volvía denso, cargado de una tensión que parecía hundirse en su piel. La presencia del hombre de traje oscuro lo inquietaba de una manera que no podía explicar. Había algo en sus ojos, en la manera en que sus palabras parecían pesar más que el mismo tiempo.

—Nosotros no hacemos ofertas sin consecuencias —continuó el desconocido, avanzando con una calma que solo alguien acostumbrado a la inmortalidad podía permitirse. —La sangre no escoge al azar. Si has llegado hasta aquí, si has visto lo que no deberías, hay dos caminos.

Dante sintió un nudo en la garganta.

—¿Dos caminos?

El hombre inclinó ligeramente la cabeza, como si encontrara divertida la pregunta.

—La muerte o la transformación. No hay punto intermedio.

Las palabras golpearon a Dante como una ruptura de viento congelado. Era como si el mundo hubiera reducido sus opciones a un ultimátum imposible. Adrián, a su lado, intentó retroceder, pero no había escapatoria. Las sombras parecían haber sellado cada salida.

—Yo no pedí esto. No buscaba… nada de esto —Dante trato de mantener su tono de voz firme, pero se quebró ligeramente al final.

El vampiro esbozó una sonrisa apenas perceptible.

—Las decisiones que cambian la existencia rara vez son voluntarias. Pero aquí estás. Y aquí quedas.

Adrián se aferro con fuerza al brazo de Dante necesitaba sentir algo real, tangible necesitaba no pensar que era una locura lo que estaba sucediendo en ese momento. y hablo diciendo.

—No tienen derecho a decidir sobre nosotros.

El vampiro caminó lentamente alrededor de la habitación, sus dedos recorriendo el lomo de los libros como si cada uno guardara un fragmento de su historia.

—Ya lo decidieron hace siglos, humano. Tú no eres el primero ni serás el ultimo en llegar.

Dante sintió que el peso de esa afirmación lo envolvía como una cadena invisible. Todo parecía una prueba, un juego del que no podía escapar.

El vampiro se detuvo frente a ellos.

—Tienen hasta el amanecer para elegir.

Entonces, sin previo aviso, la habitación quedó vacía. La presencia había desaparecido, pero el frío permanecía. Dante y Adrián se miraron, sintiendo en sus huesos el peso de la decisión que debía tomarse.

Porque, al fin y al cabo, el amanecer nunca había parecido tan lejano.




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