Dante observó al desconocido con recelo. Sus palabras resonaban con una verdad que no podía ignorar, pero ¿qué garantía tenía de que no era otra trampa? La noche estaba llena de sombras, y él ya no sabía en quién confiar.
—Si escapaste de ellos —dijo con cautela—, ¿por qué arriesgarte ahora?
El hombre cruzó los brazos, sus ojos oscuros reflejando una historia que no se podía contar en pocas palabras.
—Porque una vez que conoces la verdad, nunca eres completamente libre. Siempre te están buscando. Siempre quieren recuperar lo que creen suyo.
Adrián se removió inquieto a su lado, su mirada alternando entre Dante y el extraño.
—¿Y qué es lo que creen suyo?
El hombre exhaló lentamente, como si la respuesta tuviera un peso que no quisiera cargar.
—Nosotros.
El silencio fue como una grieta en el aire. Dante sintió un vértigo en el estómago. ¿Era eso cierto? ¿Los vampiros reclutaban humanos como si fueran piezas en un juego?
—No puedo quedarme aquí —dijo finalmente el desconocido—. Pero si quieren respuestas, vengan conmigo. No tienen mucho tiempo antes de que los encuentren de nuevo.
Dante miró a Adrián. En los últimos días, su vida había cambiado de formas que nunca habría imaginado. Ya no había vuelta atrás. Lo sabía.
Sin decir más, asintió.
El hombre sonrió con un dejo de ironía.
—Sabía que aceptarías.
Dante no estaba seguro de si eso era una buena señal.
Sin más demora, los tres salieron del apartamento y se adentraron en la noche. A cada paso, Dante sentía que estaba dejando atrás su antigua vida, cruzando un umbral invisible hacia un destino del que no podría escapar.
Y lo peor de todo… es que una parte de él quería saber hasta dónde llegaban las sombras.