Capítulo 12: El Límite de la Humanidad

Dante sostuvo el frasco entre sus manos, sintiendo su peso más allá del cristal. La sangre en su interior se movía lentamente, como si tuviera vida propia, como si supiera que estaba a punto de sellar un destino.

Adrián contuvo el aliento a su lado.

—No tienes que hacer esto —susurró.

Pero Dante apenas lo escuchaba. Sus pensamientos estaban atrapados en una única pregunta: ¿y si esta era la única manera de entender quién era realmente?

El desconocido observaba en silencio, paciente, sin apresurarlo. No intentaba convencerlo, porque sabía que esta decisión no necesitaba presión. Solo necesitaba tiempo.

—Si tomas esto —dijo finalmente—, dejarás de ser lo que eres ahora. No es solo una transformación. Es un renacimiento.

Dante apretó la mandíbula.

—¿Y qué pasa si no lo hago?

El hombre inclinó la cabeza.

—Entonces ellos vendrán por ti… y elegirán por ti.

La respuesta dejó un vacío en la habitación. Adrián cerró los ojos, como si esperara un milagro que no llegaría.

Dante giró el frasco lentamente, observando cómo el líquido seguía cada movimiento, adaptándose a su ritmo, casi anticipando lo inevitable.

—Lo que sea que pase después —murmuró—, quiero que sea porque yo lo decidí.

Sin más vacilación, retiró el sello del frasco.

El aroma metálico de la vieja sangre llenó el aire y lo envolvió como una sombra susurrando.

Respiró hondo. Y bebió.

El impacto fue inmediato. Su cuerpo se tensó, su visión se oscureció por un instante. Algo dentro de él despertó, algo que no era completamente humano.

Adrián lo agarró por los hombros cuando Dante tropezó, sintiendo cómo su pulso latía fuera de control.

—Dante…

Pero Dante no lo escuchaba. Porque, por primera vez en su vida, podía escuchar algo más allá de su propia mente.

Susurros. Recuerdos que no eran suyos. Voces antiguas llamándolo por un nombre que no conocía…

Y entre ellos, una frase resonó con una claridad inquietante:

"Bienvenido de nuevo."