Los hijos de las estrellas

Capítulo I: La leyenda del Eterno Amor

A lo largo de nuestra existencia, en este camino extraordinario llamado vida, nos hemos hecho al menos en algún momento las siguientes dos preguntas:

"¿Hay vida después de la muerte?", "¿De dónde venimos?"

Y existen dos respuestas a esos cuestionamientos, pero hablaremos primero de la respuesta a la segunda duda.

Existen miles de historias, leyendas y teorías acerca de cómo se creó nuestro Universo, nuestro mundo, el lugar donde vivimos, la tierra que pisamos, el agua que bebemos, el aire que respiramos.

Sin embargo, existe un origen el cual pocos conocen. Un origen tan espectacular y mítico como lo fue la creación de Valle Astral.

Cuentan las antiguas lenguas de los viejos sabios, aquellos que sólo llevan de boca en boca de cada generación que ellos engendran, la creación de tan místico y peculiar lugar del cual surge la mayoría de nuestra Tierra.

Se dice que en milenios anteriores, los Dioses, cansados de que los humanos dejaran de venerarlos y que sólo consiguieran a cambio burlas y especulaciones, decidieron crear un terrible lugar en nuestro planeta, donde las almas que se atrevieran a faltar al respeto a estos poderosos Dioses cayeran en aquellas garras de dolor y agonía eterna.

No fue suficiente con ello, decidieron atacar a la Tierra constantemente. En cada oportunidad que tenían, se burlaban de esta, hiriéndola en innumerables ocasiones. La peor etapa que había sufrido nuestro planeta.

Si, querían volver un Armagedón en la Tierra, burlándose de los seres vivos de ese planeta, en especial aquel lugar donde perecían las almas arrepentidas, era el mismísimo infierno. Y si querían formar un infierno, entonces ese infierno debía de tener sus demonios.

Los Dioses, en un capricho de ponerle la cereza al pastel, crearon 7 monstruos terriblemente inimaginables. Monstruos gigantescos, que caminaban sobre la Tierra, con el simple fin de crear más amargura a todos los seres vivos de la Tierra. Caminaban, aplastaban, quemaban, e incluso se daban el lujo de jugar con los cuerpos de los humanos que perecieron en sus garras antes de comérselos como si de una deliciosa fruta se tratara.

Así fueron miles de años, hasta que un día, por meteoritos que cayeron del cielo, provocados por los mismos Dioses en su afán de mofarse de la Tierra y de los humanos, entre una de aquellas piedras de fuego, al chocar contra la Tierra, rebotó, y como si saliera un ave de un huevo conociendo la vida, nació una nueva Diosa que se encontraba dormida por milenios: La Luna.

La Diosa Luna, al despertar y mirar a nuestro mundo, se quedó atraída por este. Si bien, ella había nacido libre, sin necesidad de estar cerca de los Dioses, podía vagar por todo el universo, conocer cada estrella de este, cada partícula, no lo quiso así.

Cuando los Dioses se concentraban en otros asuntos milenarios, la Luna se escabullía y conversaba con la Tierra. Este le contaba todo los abusos, injusticias y osadías que había sufrido por siglos, sólo por ser eso, ser el Planeta Tierra.

Entre cada conversación que ambos tenían, era más estrecha su relación, eran más cercanos. Hasta que llegó el punto en que su amistad cruzó aquella línea prohibida, aquella ley inquebrantable del universo, si alguien se animaba a violarla, se convertiría en polvo eterno estelar.

La Diosa Luna quedó perdidamente enamorada de la Tierra, le consideraba un ser magnifico, puesto que tenía la peculiaridad que en ese pequeño punto del cosmos era el único que tiene vida.

Así que ella defendió la Tierra con su vida contra los Dioses malignos. Estaba dispuesta a morir por ella, le parecía injusto y absurdo el trato de los Dioses contra la Tierra. La Diosa Luna advirtió a los seres que le dejaran en paz, o si no ella estaría dispuesta a pelear contra ellos, así perdiera su vida en la batalla.

Los Dioses en cambio, se burlaron de ella. Entre burlas, recalcaron el hecho que como era posible que alguien tan hermosa y celestial como ella quisiera estar junto con un ser horrendo e infernal como la Tierra.

Le pidieron que se retractara de su decisión y abandonara a la Tierra la suerte de ellos, alguien como ella no merecía eso. O al menos que quisiera ver las consecuencias.

Ella se negó.

Y las amenazas se volvieron realidad.

Los Dioses atacaron a ambos cuerpos celestes, confiados en que los eliminarían fácilmente, que se volverían polvo estelar y que nunca los volverían a ver. Pero la Diosa Luna usó todo su inmenso poder para pelear contra ellos.

El poder de la Luna era mucho más que sus simples poderes, el poder de la Luna era el amor. Y el amor que ella sentía por la Tierra era inmenso y eterno, que pudo hacerles frente.

Claramente, ella ganó la batalla. Destruyó a cada uno de los Dioses malignos y corruptos. Salió victoriosa.

Sin embargo, antes de que estos perecieran y se volvieran uno con el polvo cósmico del universo, lanzaron una terrible maldición a los seres amantes.

Lanzaron sobre ellos una maldición que les haría sufrir, crearon una órbita que los separaba, hacía que nunca volvieran a tocarse entre ellos. Órbita que sería eterna. No podían huir de esta. Los seres celestes no volverían a juntar sus manos, no volverían a mirarse directamente a los ojos, sus labios no se volverían a tocar entre sí.



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En el texto hay: luna, aventura, fantasia

Editado: 27.07.2019

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