Los hijos de las estrellas

Capítulo IV: El reino en medio del Mar

Oceana abrió sus ojos, confundida, se levantó de la cama y miró a su alrededor. Su pecho se elevaba y bajaba, y su corazón no paraba de latir con angustia. Al notar que todo parecía normal, decidió ignorar sus sentidos, que la habían puesto alerta, cosa que no estaba acostumbrada a hacer, pero antes de hacerlo, quería saber que todo estuviera en orden.

La princesa del Reino Aqua y Glacis se levantó de la cama y temerosa, miró por la ventana. Lo hizo sólo para comprobar que lo que había soñado era eso, un sueño, no algo real.

Lo único que vio fue el mar azul estaba en completa calma. El frío entró por sus poros. Era una mañana bastante fría.

Sus manos reposaron en el borde de piedra de la ventana, el rocío ya se había cristalizado en este, respiró profundamente el aroma salado. Cerró sus ojos y se dejó llevar por el sonido del océano.

Si bien, la torre que reunía los 4 reinos se encontraba en tierra, realmente el reino de Aqua y Glacis se encontraba muy lejana a esa tierra, el reino estaba sobre una enorme isla en medio de la mar.

Al ver la calma, Oceana volvió a su recamará y caminó hasta donde estaba una silla. Se sentó y se miró al espejo. Empezó a seguir su rutina de cuidado mientras el sueño seguía dentro de su cabeza.

Oceana pasaba una pócima sobre su oscura piel y a la vez su memoria le recordaba ver a dos reyes, un rey y una reina sobre un trono en un palacio blanco. Quizá sólo era su imaginación.

Terminando su cuidado, se levantó, se cambió a un vestido de seda turquesa más presentable, un abrigo ligero de piel y salió de su habitación. Caminó hacía el comedor principal.

—Su alteza, Princesa Oceana— Unas sirvientas la recibieron e hicieron una pequeña reverencia a la princesa del reino —Los reyes la están esperando

—Gracias— Oceana, aprovechando que sus padres no estaban ahí, hizo una reverencia a las sirvientas —Enseguida iré hacía allá— Oceana dio un par de pasos y llegó a dónde estaban sus padres, quienes la estaban esperando.

—Buenos días Oceana. Toma asiento— La princesa, dudando que algo no iba bien, se sentó en la mesa junto a sus padres

—¿Ocurre algo importante y delicado?

—Sumamente importante, pero tu decidirás si es delicado o no— Morgan, el Rey de Aqua y Glacis, un hombre alto, corpulento, de cabellera negra con mechones grises y blancos, su cuerpo estaba cubierto de ropas de cuero de animales que el mismo había cazado, su piel era oscura, el mismo color que Oceana había heredado. Siempre llevaba consigo su espada, no importaba si fuera un momento tranquilo, el desde hacía mucho tiempo empezó a desconfiar de las personas.

El rey empezó a observar fijamente a su hija con sus ojos azules. Oceana notó el semblante serio de su padre y le incomodó, pues sabía que no significaban buenas noticias.

—Veo que todo está en mis manos

—Así es. Oceana, dentro de estos días, conocerás al príncipe Helios. Tu prometido

Su piel se erizó del miedo al escuchar esas palabras.

El rey de barba larga y del mismo color de sus cabellos dejó escapar un suspiró que más bien, parecía un gutural.

—¿Crees que sea ya el tiempo de unirme en matrimonio con él?

—Parece ser que sí. La guerra parece ser interminable contra el Reino del Fuego, el Rey Sirham II ha intentado detenerla junto con los pueblos vecinos y nuestro ejército, pero no tenemos una unión de nuestros reinos como tal, tenemos que ayudar a los reinos vecinos, incluso han llegado a nuestros oídos rumores de que planean hacer una unión con el Rey Ramish. Es hora de hacer esta alianza no sólo para enfrentar al ejército del Reino de Ayden, también para evitar que el Rey Ramish no quebrante su voto de paz

Sabiendo esto, Oceana se miró a sí misma.

¿Estaba preparada para dar ese paso? ¿Estaba lista para volverse esposa de alguien a quién no había visto nunca en su vida? Miró a su madre, la Reina Nerea, una bella mujer de cabello negro y piel rojiza, comparó su historia con la de sus padres, quienes ellos se conocían desde que ambos tenían memoria, y aunque también unieron sus vidas por conveniencias y tratos, el amor entre ellos el amor nació de forma natural y sana. Recordó alguna vez escuchar a su padre que ver los ojos avellana de su madre fue lo primero que hizo emblandecer su corazón. Lo segundo fue ver a su hija por primera vez.

—Comprendo que esto es sólo para encontrar la paz y dar fin a esta guerra sin sentido

—Comprendes bastante bien, Oceana— Morgan, a pesar de su aspecto serio y severo, le dedicó una sonrisa a su princesa —Hoy mismo zarpamos

—¡¿Hoy?!

—No tenemos tiempo que perder

—¡Pero Padre!— Oceana levantó la voz a Morgan —¡Es que no estaba preparada aún!

—Oceana— La voz de su madre se escuchó —Tu sabías que esto iba a pasar tarde o temprano, sabías que ibas a casarte con el Príncipe Helios y que esto formaría una uni—



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En el texto hay: luna, aventura, fantasia

Editado: 27.07.2019

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