Los hijos de las tinieblas

Capítulo 2

La llamada inesperada de Gianluca resultó muy oportuna. Después de los funerales de nuestros guerreros, los ánimos no estaban para emprender una campaña bélica, por lo que contar con el equipo de Leonardo, el Gamma Barone, nos caía muy bien. Acordamos que en una semana el Equipo Höller llegaría a Teramo, en Italia, para cerrar las últimas coordinaciones de la incursión e inmediatamente dirigirse a Bran para ejecutar el rescate. Al principio quise liderar el rescate, pero Amelia me pidió que me quedara, ya que necesitaba ayuda para entrenar las habilidades que aparecieron en ella tras convertirse en vampira y despertar su poder divino.

Terminada la reunión, las delegaciones de hadas y brujos partieron hacia sus tierras. El resto de delegaciones lo harían en el transcurso del día. A dos horas del amanecer, Amelia y yo caminábamos hacia nuestra habitación. Tras ser una vampira, ya no necesitaba dormir o descansar, simplemente podía estar en movimiento constantemente. Aunque yo sí necesitaba dormir, me bastaba con un par de horas para sentirme revitalizado.

  • Entonces, al amanecer comenzamos con tu entrenamiento, mi Luna -la abrazaba manteniéndola lo suficientemente lejos para observar su nueva mirada.
  • Sí, pero quisiera que no solo nos enfoquemos en mí, sino que podamos ayudar a controlar su poder a Catalin -su mirada azul me atrapó y no pude seguir la conversación. Mirar ese azul en sus ojos, uno muy diferente al mío, se percibía raro, como si fuera capaz de dejar este plano e irme flotando hacia otra realidad-. ¿Stefan?, cariño, por favor, no te pierdas, regresa a mí –la voz de Amelia me hizo regresar. Sentí como si algo me jalara y me retornara a la realidad.
  • Lo siento, Amelia. Es que te miro a los ojos y siento como si mis sentidos se apagaran, como si comenzara a alejarme de todo lo que hay a mi alrededor -dije aún algo ido por la sensación que embargaba a mi cuerpo, una que no me producía temor, sino que avivaba un sentimiento nostálgico de querer regresar al lugar de donde provenimos.
  • Es mi energía divina la que causa ese efecto -cerró los ojos, y cuando los abrió retornó el hermoso tono marrón que tanto me gustaba-. Así ya no te abstraeré, mi Alfa -me tomó por el cuello y me jaló para juntar nuestros labios. Siempre sentí la necesidad de besarla con pasión, ya que el deseo me sobrepasaba al estar cerca de ella, pero desde que su divinidad surgió, percibía un estado de paz que se apoderaba de mí, y no dejaba explotar mi apetito sexual por ella.
  • ¿Por qué no siento ganas de hacerte mía como antes? -pregunté desconcertado por la sensación de letargo que me inundaba.
  • Es la divinidad. No hace buenas migas con el deseo carnal -sonrió levantando los hombros.
  • Entonces, ¿no volveremos a unirnos? -pregunté entre triste y asustado.
  • ¡Claro que sí! -rio muy divertida-. Si no hubiera deseo y pasión, nuestro amor no sería perfecto. Solo necesito mantener oculto mi poder divino para que podamos ser uno.
  • Está bien, ya me estaba preocupando -en eso comencé a recordar cuando moría en mis brazos, y los ojos se me llenaron de lágrimas.
  • Mi Alfa, tranquilo, yo estoy bien. Soy tu Amelia, la joven vergonzosa que conociste en una cena un viernes por la noche -limpiaba con sus dedos las lágrimas que no pude contener.
  • ¡Discúlpame, mi Luna! -la atraje a mí y la abracé tan fuerte que, si hubiera seguido siendo humana, de seguro se hubiera quejado -. La idea de que estuve a punto de perderte aún me atormenta; apenas ha pasado una noche desde que moriste para renacer. No sé qué hubiera sido de mí si no te volvía a ver, oler, sentir -en eso Amelia tomó una bocanada de aire y se apretó más a mí.
  • ¡Tu olor me embriaga! -dijo a mi oído terminando con un gemido-. Había olvidado que ahora puedo oler tu aroma, esa que me atrae por ser tu predestinada.
  • ¿Cómo es mi olor? -pregunté sumergido en el suyo al no quitar mi nariz de la unión de su cuello con su hombro.
  • Es delicioso… albahaca y azahar, muy varonil. ¡Me dan ganas de morderte! -dejaba húmedos besos en mi cuello mientras reprimía sus ganas de clavarme sus nuevos colmillos.

La cargué en mis brazos y me senté en el sofá pie de cama con ella sobre mi regazo. Seguía besando mi cuello, mientras que yo acariciaba su sonrojada mejilla. Amelia estaba luchando contra la sed que le abrasaba la garganta al desear mi sangre por ser predestinados.

  • Amelia, no te contengas. Ahora te nutres de sangre. Yo seré tu alimento -apretaba los puños al asirse a mi camisa. No quería sucumbir al deseo de tomar mi sangre.
  • Es que siento que si comienzo no voy a poder parar -mis venas y arterias ardían, era lo que Amelia estaba sufriendo por no beber sangre.
  • No importa si no quieres parar. Ahora entiendo por qué soy más grande y fuerte: para proveerte de alimento y alejar de ti el instinto de atacar a los humanos.

Poco a poco, con la excusa de acariciar sus cabellos, empujaba su cabeza hacia mi cuello. Al darse cuenta de lo que estaba haciendo, me pidió que pare. «No puedo. Te amo y me duele verte así. Además, estoy sintiendo el ardor que recorre tus venas y arterias, necesito acabar con nuestro dolor», le dije llevando uno de mis dedos hacia sus labios para animarla a morder. El roce de mi dedo hizo que bajara la guardia y comenzara a lamer mi cuello en donde latía mi yugular. Sentir su lengua sobre mi piel hizo que iniciara una erección. La apreté más a mi pecho y le dije: «Adelante, estoy listo». Y, aún con miedo, empezó a alimentarse.




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