Los hijos de las tinieblas

Capítulo 4

No voy a negar que saber que de la unión entre Amelia y yo nacería el artífice de la paz y unificación de los pueblos sobrenaturales me hacía sentir orgulloso e importante, tanto que rozaba la vanidad, pero lo que en verdad me llenaba de júbilo era la idea de ser padre. Aún estaba fresca la herida de la cría que perdimos, por lo que saber que era un hecho de que Amelia y yo tendríamos descendencia me puso muy feliz.

  • Te agrada saber que serás padre -me dijo Thomas golpeteando con alegría y cariño mi hombro.
  • Y a ti que vas a seguir mis pasos -respondí haciendo el mismo gesto. Ambos teníamos mucha ilusión de ver crecer a nuestros hijos.

Las hembras rieron al escucharnos entusiasmados con el futuro, pero no podíamos perder tiempo en ello, ya que debíamos prepararnos para la incursión al Castillo Dracul. A Catalin no le gustaba la idea de hacer uso de su don, lo veía como algo negativo, destructivo y amenazador. «Hay que ayudarla a cambiar la forma que ve a su don», pensé y retomé el tema.

  • Ahora que conozco más sobre los vampiros y Catalin, creo necesario utilizar estos días previos a la misión de recate de Sasha y familia en entrenarte -mientras Amelia y Killari apoyaban mi propuesta, las caras de Thomas y Catalin decían lo contrario-. ¿Hay algún problema? -pregunté a ambos.
  • No apruebo que mi princesa sea obligada a hacer cosas que no quiere -dijo serio y muy tajante el licántropo.
  • Justamente porque creo que Catalin tiene una idea errada de su don es que pienso que es necesario que entrene, así lo conocerá y controlará mejor, cambiando su perspectiva -Thomas me miraba no muy convencido-. Si controlar el fuego fuera algo malo, las hadas de ese elemento serían grandes villanos -ese argumento respaldó muy bien mi idea.
  • Stefan tiene razón -apoyó Amelia mi iniciativa-. Si la esencia del fuego fuera negativa, el Dios Supremo no lo habría creado como un elemento fundamental para la vida. Además, ustedes conocen a Katha, una híbrida, una loba de fuego, y ella es lo más inocente y nada destructivo que conocemos -pareció que Catalin la recordaba del entrenamiento en Bonn porque sonrió cuando Amelia la mencionó.
  • Entonces, ¿aceptas ser entrenada, Catalin? -aunque la pregunta se la formulé a ella, miraba a Thomas, ya que él influía mucho en la vampira.
  • Sí, lo haré -dijo mirando a Thomas, quien le sonreía para que se sintiera segura-. ¿Y quién entrenará a la entrenadora? -bromeó Catalin al verse por primera vez al otro lado de la situación.
  • Pues creo que Sara puede ayudarte con la parte mental y Katha con el control del elemento -sugerí mirando a Killari y Amelia, ya que, si no estaban de acuerdo, esperaba que pudieran proponer a mejores prospectos, pero ambas asintieron, y todos aceptaron que ambas híbridas sean las entrenadoras de la vampira.

(…)

Esa misma tarde convoqué a Sara y a Katha para comunicarles sobre lo que harían para ayudar a Catalin con su don. Sara no tuvo problemas en aceptar la misión, pero la que puso muchas excusas fue Katha.

  • Pero ¿cómo voy a entrenar a mi entrenadora? ¡Eso es ironía pura! -cuestionaba Katha al no sentirse capaz para la misión.  
  • Porque conoces el elemento y lo dominas -dije con un ademán que la señalaba como la única en poder lidiar con esto.
  • Amelia -¿queeeeeé? ¿Pretendía usar a mi Luna para escabullirse, pasando por encima de mí? Entiendo que Amelia sea más que un alfa, pero, hola, ¡estoy aquí! Ya, ni me molesto porque será peor-, no soy digna de entrenar a la maestra Catalin –Katha agachó la cabeza, parecía que quería llorar-. No soy de carácter fuerte ni dominante; soy pequeña, lo que hace que pase desapercibida; no infundo respeto ni temor, así, ¿cómo voy a ser una entrenadora?
  • Los grandes maestros son aquellos capaces de escuchar a sus discípulos para entregarles lo que necesitan para crecer y mejorar -le contestó Amelia acercándose para hacer que levante el rostro-, y tú eres precisa para ello. ¿Por qué crees que Marianne te dejó a cargo de presentarme los beneficios del dichoso programa de Formación para la Excelencia? -mi Luna rodó los ojos al mencionar la “mentira del año”; lució graciosa-. Porque solo a ti no podía rechazar. Tu aura llena de inocencia, pureza, alegría, empatía hacía que no pueda negarme, aunque me pareciera que todo era exagerado. Catalin necesita que alguien dócil y humilde le ayude a controlar tan temible don, y esa eres tú -Katha aún lucía nada convencida, así que me atreví a ofrecer algo más para que esté a gusto con la misión.
  • Katha, y si Klaus te asiste en el entrenamiento, ¿aceptarías la misión? -la mirada se le iluminó y daba saltitos sobre la silla, aplaudiendo feliz.
  • ¡Por supuesto que sí! Con mi Klaus a mi lado, todo lo puedo.

El don de Catalin y su entrenamiento decidí mantenerlo en secreto. Mi séquito, familia y manada no sabrían de ello, salvo los miembros del equipo de rescate, Sara y Austin, por ayudar a entrenar al equipo, y los ex Alfas. A Marianne le pedí que encontrara reemplazos para las funciones de Katha y Klaus en el instituto por dos semanas. Como excusa le dije que estarían ocupados entrenando con el equipo de rescate, y luego de cumplir la misión quería darles una semana libre, como recompensa. Mi hermana estuvo de acuerdo, así ya estábamos listos para iniciar el entrenamiento de Catalin.




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