Barrio Coreano de Shin-Okubo, Shinjuku, Tokio, Japón, a minutos de iniciar la incursión al barrio rojo de Kabukicho.
Los machos esperaban que las hembras terminaran de preparar sus disfraces. Los tres licántropos y los seis felinos que actuarían como miembros de seguridad vestían trajes negros de dos piezas y camisa blanca, sin corbata. El traje de Park Tae Hwa difería del de los otros porque este era el reclutador, el proxeneta surcoreano que buscaba trabajo para sus chicas. En un tono azul turquesa oscuro, el traje de tres piezas que era acompañado por una camisa amarilla pálida hacía que el felino llamara la atención. Su vestimenta era complementada con varios anillos, cadenas y un par de pendientes, todo un vividor. La paciencia empezaba a agotarse al ver que el momento de dejar el barrio coreano llegaba y Catalin, Killari y Katha no salían de la habitación donde Park Ji-woo y dos felinas más las habían llevado para vestirlas. Thomas ya iba a decir algo para apurar a las hembras, cuando la puerta de la habitación se abrió.
Las tres mujeres aparecieron vistiendo atuendos que hicieron que sus predestinados quedaran conmocionados. Katha vestía botines y medias blancas hasta las rodillas que terminaban con unos delicados lazos en tono rosa bebé. El conjunto blanco de cortísima falda con detalles lineales en rosa bebé, que con las justas tapaba lo necesario, y el corto y pegado crop top sin mangas, con un pronunciado escote adornado por un lazo del mismo color que el que se lucía en las medias, parecía que era demasiado pequeño. El abundante cabello rojizo había sido acomodado en dos coletas altas que caían cubriendo sus hombros, y el sutil maquillaje hacía que la híbrida luciera como si apenas hubiera cumplido los dieciséis años.
Killari estaba más cubierta, con un vestido blanco que iba desde su cuello hasta la punta de sus pies, con amplias mangas. Detalles multicolores de flores, mariposas y colibríes bordados, siguiendo un diseño andino, completaban la vestimenta. Sin embargo, la tela que se usó para confeccionar tan linda prenda era transparente, por lo que se podía ver la sexy y diminuta ropa interior blanca que llevaba la bruja, una que, al contrastar con el tono rojizo de su piel, resaltaba provocativamente. Lucía un par de trenzas que habían combinado su negro cabello con finas hebras color plata, dándole un efecto místico a su atuendo. Su maquillaje resaltaba sus marcados pómulos y ojos, algo muy llamativo de la mujer andina.
Catalin vestía completamente de rojo. Llevaba una diminuta falda que complementaba a un corsé sin tirantes, con botas hasta las rodillas y una capa con capucha de corte abierto que llegaba hasta los muslos. La vampira estaba representando a una caperucita osada, algo que le pareció muy cómico, considerando que tenía por pareja a un licántropo. Su cabello suelto caía sobre su espalda, y un intenso labial rojo sobre sus labios era lo que más resaltaba de su maquillaje.
Klaus, Helmut y Thomas las miraban con la boca abierta. Al sentir que la baba empezaba a derramarse, los tres llevaron sus manos hacia su cara para limpiar los rastros del fluido. Ellos sabían que sus predestinadas eran bellas, hermosas, pero nunca las habían visto vestidas tan provocativamente porque nunca habían necesitado que lo hicieran, ya que la libido en los licántropos no necesita ser estimulada de ninguna manera.
Llegaron a Kabukicho en una limosina escoltada por dos autos. Park Tae Hwa, como el reclutador proxeneta caminaba adelante flanqueado por dos guerreros felinos que aparentaban ser sus escoltas. Luego venían las tres cortesanas de élite, seguidas por sus tres asistentes o sirvientas, que vestían completamente de negro. La seguridad de cada cortesana caminaba detrás de ellas junto a las sirvientas, luciendo imponentes, ya que resaltaban por ser hombres que sobrepasaban el 1.90 m. Cuatro guerreros felinos que fungían de escoltas caminaban al final.
Solo necesitaron andar por una cuadra para llegar al burdel que era el objetivo, pero fue el trayecto necesario para llamar la atención de los transeúntes, que, como todas las noches, había en cantidad abundante. La encargada del burdel miró a las tres cortesanas de élite y sonrió complacida, ya que eran muy hermosas y lucían elegantes, muy bien educadas, como les gustaba a sus clientes preferentes.
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Editado: 04.03.2024