Hatysa era el hijo más cruel de los ocho que había tenido con la diosa Perséfone.
Por momentos, Orión sentía que era más hijo de Hades que suyo propio.
Eso no podía ser posible, internamente sentía que su hijo era un fanático de su archienemigo y por eso actuaba de ese modo, estaba copiando al rey del inframundo.
El muchacho pidió como lugar específico de lucha la Constelación de Tauro.
Hatysa llegó montado en su toro, este estaba embravecido, rascaba el suelo con su pata delantera. Se preparaba para atacar y echaba humo espeso por las fosas nasales.
Su hijo tenía una mueca de superioridad en su rostro, sabía que su toro ganaría en tamaño, ataque y violencia al Escorpión.
Orión estaba tranquilo sabía que esto solo era una venganza por parte de Hades, él amaba a sus hijos y no quería enfrentarse a ellos.
Aunque siempre la actitud de Hatysa le hacía cuestionarse su amor hacia él. Siempre le contestaba, le tiraba al inframundo lo que Orión le traía de regalo de otras estrellas lejanas e incluso en discusiones ha intentado levantarle la mano a su propio padre.
En muchas oportunidades le pidió a su madre ir a vivir con ella en los meses de primavera y verano, cuando esta se iba a la casa de Deméter, su madre y la abuela de Hatysa.
En invierno y otoño debía volver al Cinturón y el odio comenzaba de nuevo.
Su hijo arremetió con toda su fuerza contra su padre, quien ya estaba herido por la pelea contra Mintaka.
Lo cortó, lo lastimó, lo hizo sangrar y gozó cada gota que su progenitor sangró…
Sangre.
El toro vió rojo sangre y comenzó a saltar en su lugar, a girar y a enloquecerse, brincando de adelante hacia atrás, y en uno de esos berrinches, expulsó a Hatysa enviándolo a la tierra.