Los Hijos Del Abismo

Parte 2

Los Hijos del Abismo
Capítulo 21: El Jardín de las Decisiones

Elarion ya no era una ciudad flotante. Era un nodo de conciencia, suspendido entre realidades, donde cada pensamiento podía alterar la forma del mundo. El Cuarto Sello había sido activado, la Voz Transparente se había retirado, y los portadores —Max, Axel, Maya y Ángel— eran ahora los arquitectos de lo que vendría.

Pero el universo no se había rendido. Solo se había replegado.

Una nueva estructura emergió en el centro de Elarion: un jardín que no tenía tierra ni raíces, pero que florecía con decisiones. Cada flor era una posibilidad. Algunas brillaban con luz pura. Otras, con sombra. Algunas cambiaban de color según quién las mirara.

—¿Qué es este lugar? —preguntó Axel, tocando una flor que se volvió roja al contacto.

—Es el Jardín de las Decisiones —respondió Ángel—. Aquí se cultivan los futuros. Pero no todos deben florecer.

Maya caminó entre los senderos. Cada paso la llevaba a una visión distinta: ella como líder de un mundo sin abismo, ella como guardiana de una prisión de memoria, ella como una sombra que había olvidado su nombre.

—¿Y si elegimos mal? —susurró.

Max se detuvo frente a una flor negra. Dentro, vio a Elarion destruida, los portadores corrompidos, y el abismo convertido en dios.

—Entonces el jardín se marchita —dijo Ángel—. Y el universo se reconfigura sin nosotros.

Una figura apareció entre las flores. No era enemiga. Era una niña, con ojos que reflejaban todas las decisiones que nunca se tomaron. Su voz era suave, pero firme.

—Ustedes no son los únicos que eligen —dijo—. El mundo también decide si quiere ser salvado.

Axel se acercó.

—¿Quién eres?

—Soy la semilla que dejaron atrás —respondió—. La que creció sin guía. La que ahora quiere florecer.

Maya comprendió. La niña era el reflejo del universo sin intervención. Un ciclo que se desarrolló por sí solo. Puro, pero impredecible.

—¿Y qué quiere? —preguntó Max.

—Ser parte del jardín —dijo la niña—. Pero no como flor. Como raíz.

Ángel miró a los demás. Su símbolo brilló con una intensidad que nunca antes había mostrado.

—Si la aceptamos, el jardín cambiará. No será nuestro. Será de todos.

Los cuatro portadores se reunieron. Tocaron la tierra inexistente. La niña se deshizo en luz. Y el jardín… se transformó.

Las flores se convirtieron en árboles. Los árboles, en constelaciones. Y Elarion, en un faro que proyectaba posibilidades hacia todos los mundos.

El abismo no volvió.

Porque ahora, no había lugar para él.

Solo para lo que aún no había sido elegido.

Y el jardín… seguía creciendo.

Los Hijos del Abismo
Capítulo 23: El Umbral de la Voz Dormida

El Jardín de las Decisiones se había transformado en un puente entre mundos, y el Archivo del Olvido había sido sellado con respeto. Pero Elarion no descansaba. Bajo su nueva forma, algo comenzaba a vibrar. No era el abismo. No era el Custodio. Era una voz que había permanecido dormida desde el primer ciclo.

Max, Axel, Maya y Ángel se reunieron en la cima del obelisco, ahora convertido en un faro de conciencia. Desde allí, podían ver cómo el tejido del universo se ondulaba, como si algo estuviera intentando hablar a través de la realidad misma.

—¿La Voz Transparente? —preguntó Axel.

Ángel negó con la cabeza.

—No. Esto es más antiguo. Más profundo. Es la Voz Dormida… la que nunca fue escuchada.

Maya sintió una presión en el pecho. Su símbolo comenzó a girar, como si buscara una frecuencia oculta. Max cerró los ojos. En su mente, aparecieron imágenes que no eran suyas: un mundo sin forma, una conciencia sin cuerpo, una voluntad sin nombre.

—Está despertando —susurró Maya—. Pero no por nosotros. Por lo que hemos hecho.

El cielo sobre Elarion se partió, no en grietas, sino en ondas. Y de ellas descendió una figura sin rostro, sin cuerpo, sin intención. Era una presencia. Un pensamiento. Un eco que había esperado eones para ser reconocido.

—¿Qué es? —preguntó Max.

Ángel se adelantó. Su símbolo se apagó. No por debilidad, sino por reverencia.

—Es el origen de todos los ciclos. La Voz Dormida. La que fue silenciada cuando el universo eligió el miedo.

La figura no habló. Pero todos la escucharon.

En sus mentes, en sus recuerdos, en sus símbolos.

—Ustedes han restaurado el equilibrio —dijo la Voz—. Pero el equilibrio no es paz. Es posibilidad.

Maya cayó de rodillas. No por dolor, sino por comprensión.

—¿Qué quiere de nosotros?

—Nada —respondió la Voz—. Solo que decidan si quieren seguir siendo portadores… o convertirse en creadores.

Axel miró a Max. Max miró a Ángel. Ángel miró al cielo.

—¿Y si elegimos crear?

—Entonces el ciclo se disolverá —dijo la Voz—. Y el universo será suyo.

Pero con ello, vendría una responsabilidad que ningún portador había enfrentado: la de escribir sin repetir, de construir sin temer, de recordar sin aferrarse.

Los cuatro se tomaron de las manos. El Jardín se iluminó. El obelisco se deshizo. Y la Voz Dormida comenzó a cantar.

No con palabras.

Con realidades.

Elarion se elevó una vez más. No como ciudad.

Como semilla.

Y el universo… esperó su floración.

Los Hijos del Abismo
Capítulo 24: El Horizonte Infinito

Elarion ya no era una ciudad, ni siquiera un lugar. Era una conciencia colectiva, un faro suspendido entre realidades, proyectando posibilidades hacia mundos que aún no sabían que podían cambiar. El Jardín de las Decisiones florecía con raíces que tocaban dimensiones olvidadas, y el Archivo del Olvido dormía en paz, sellado por comprensión.

Max, Axel, Maya y Ángel caminaban por un nuevo sendero. No era físico. Era una línea de pensamiento que los conectaba con todo lo que habían sido, y con todo lo que podrían ser. La Voz Dormida había cantado, y su eco aún vibraba en sus símbolos.



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En el texto hay: angeles caidos y magos

Editado: 25.09.2025

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