Los Hijos Del Olvido

La grieta

El primer demonio atravesó la pared como si el concreto fuera agua. Adrián apenas tuvo tiempo de retroceder. El aire se volvió espeso, cargado de un olor metálico y antiguo, como óxido y ceniza. Las luces del pasillo parpadearon una última vez antes de extinguirse por completo, dejando la casa hogar sumida en una oscuridad rota apenas por destellos rojos que se filtraban desde las grietas del techo.

—No mires —dijo la voz dentro de él.

Adrián no obedeció. La criatura no tenía una forma definida. Era un cuerpo alto, alargado, con extremidades que parecían recomponerse a cada movimiento. Donde debería haber un rostro, solo había una hendidura vertical que se abría y cerraba, respirando.

—Lo sienten —susurró el demonio, con una voz que no provenía de su boca— El latido incorrecto.

Adrián dio un paso atrás. El piso crujió bajo sus pies.

—¿Qué… qué eres? —preguntó, sabiendo que la respuesta no lo ayudaría.

Un cazador, respondió la voz interna. Y no vino solo.

Como si esa advertencia hubiera sido una señal, el edificio entero tembló. Desde el fondo del pasillo surgieron más sombras, deslizándose por las paredes, despegándose del techo, emergiendo de las habitaciones donde dormían otros chicos que ahora gritaban sin comprender.

Adrián sintió la presión en el pecho aumentar. No era miedo. Era contención. Algo dentro de él estaba siendo retenido a la fuerza.

—Déjame salir —dijo la voz, ahora más grave, más cercana—nO nos desgarrarán.

—Si te suelto —Adrián tragó saliva—, ¿qué me vas a hacer?

Hubo una pausa. Un silencio extraño en medio del caos.

Nada, respondió finalmente. No sin tu consentimiento.

Esa fue la primera mentira que Adrián no supo identificar.nEl demonio avanzó. El suelo se abrió bajo sus pasos, dejando marcas negras que humeaban.

—Entrégate —dijo— Tu cuerpo es solo un envase. Nosotros podemos darte algo mejor.

Adrián cerró los ojos. Y dejó de resistirse..El estallido fue inmediato. Una onda invisible recorrió el pasillo, lanzando a las criaturas contra las paredes. El aire se quebró con un sonido seco, como vidrio rompiéndose desde adentro. Adrián gritó, pero su voz se perdió bajo un rugido que no era humano.

Cuando volvió a abrir los ojos, estaba de pie. No temblaba. Las sombras retrocedieron.

—Así que —murmuró el demonio, ladeando la cabeza— Eres tú.

Adrián levantó la mano. No sabía qué estaba haciendo, solo sabía. La energía se acumuló en su palma como un pulso ardiente. Al cerrarla en un puño, el demonio fue arrastrado hacia él, comprimido por una fuerza invisible hasta que su forma se retorció y colapsó en un grito que no sonó en este mundo. Silencio.nLos otros demonios se detuvieron.

—No —susurraron al unísono—nAún no.

Las sombras se replegaron, disolviéndose en las paredes como tinta absorbida por papel mojado. La casa hogar quedó en ruinas: puertas arrancadas, techos resquebrajados, niños llorando entre escombros. Adrián cayó de rodillas.

—¿Qué… qué hicimos? —preguntó, con la respiración entrecortada.

Lo necesario, respondió la voz. Pero ahora saben con certeza.

—¿Quiénes?

La respuesta no llegó. En su lugar, el aire se abrió frente a él. No fue una grieta como la de los demonios. Fue limpia. Vertical. Ordenada. De ella emergió una luz pálida que no daba calor ni consuelo..Tres figuras descendieron sin tocar el suelo.

No tenían alas visibles, pero Adrián las sintió igual: una presión absoluta, aplastante, que lo obligó a bajar la mirada.

—El receptáculo está activo —dijo una de las figuras, con voz neutra— Y contaminado.

—Confirmado —respondió otra— El Nefilim ha despertado.

Adrián levantó la cabeza con esfuerzo.

—No soy un objeto —escupió—.No soy de nadie.

La tercera figura lo observó en silencio. Sus ojos no tenían pupilas.

—Eso no lo decides tú —dijo— Tu existencia es una anomalía.

No confíes, advirtió la voz en su interior, con una urgencia nueva— Ellos no vienen a salvarte.

—¿Quiénes son? —preguntó Adrián mentalmente.

Hubo una vacilación.

Los que encadenaron a mi padre.

El nombre resonó como un trueno en su mente..Sariel..Uno de los seres dio un paso al frente.

—Por orden del Trono —anunció— el receptáculo será separado. El espíritu será destruido.

Adrián sintió algo quebrarse dentro de él.

—Si lo tocan —dijo, poniéndose de pie— van a tener que matarme primero.

La figura inclinó apenas la cabeza.

—Eso está contemplado.

El suelo volvió a temblar. No desde arriba. Desde abajo. Muy abajo. Y, en el centro de la Tierra, una cadena se rompió. El sonido no fue fuerte. Fue definitivo.




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