Los Hijos Del Olvido

Los cazadores del Trono

La quietud duró lo que tarda un latido en darse cuenta de que está solo..Adrián seguía tendido sobre el suelo de la sala circular cuando el aire cambió otra vez. No fue una presión inmediata ni un golpe de luz. Fue orden. Una presencia que no necesitaba imponerse porque daba por sentado que todo debía obedecerle. Iria fue la primera en notarlo.

—No se han ido —susurró—. Solo están reposicionándose.

Eryon se tensó dentro de Adrián, como un animal que reconoce el olor del cazador antes de verlo.

— Ejecutores— dijo — Pero no los mismos.

Adrián se incorporó con dificultad. El mundo giró un segundo y luego se estabilizó. Sentía la lengua áspera, la cabeza pesada, y una presión persistente en el pecho, como si un peso invisible se hubiera asentado ahí para quedarse.

—¿Cuántos? —preguntó.

Tresrespondió Eryon— Tal vez cuatro. Y uno distinto.

—¿Distinto cómo?

Hubo una vacilación.

Como el que dudó antes. Pero ahora no viene a observar.

Iria apretó los labios. Caminó hasta el borde de los símbolos del suelo, ahora apagados en su mayoría, y apoyó la palma con cuidado.

—El refugio no va a aguantar otra irrupción —dijo— Los anclajes humanos están agotados. Y el sello —tragó saliva—.El sello está despierto.

Como si la palabra lo hubiera invocado, un pulso profundo recorrió la sala. Adrián lo sintió en los huesos, en los dientes, en la base del cráneo. No fue dolor. Fue llamado.

—No respondas —dijo Eryon de inmediato— Pase lo que pase.

—No estoy haciendo nada —replicó Adrián entre dientes— ¡Es esto lo que me está haciendo a mí!

El aire se abrió con un sonido seco, como tela desgarrándose. Esta vez no hubo líneas perfectas ni luz pálida. Hubo presencia. Una forma que emergió sin transición, como si siempre hubiera estado allí y recién ahora decidiera ser vista. Tres figuras descendieron.

No tocaban el suelo. No flotaban. Existían a una distancia exacta del mundo, como si no quisieran contaminarse.

El primero llevaba marcas grabadas en la piel luminosa del rostro. No símbolos, sino cicatrices. El segundo tenía los ojos cubiertos por una venda de luz que no ocultaba nada. El tercero…

El tercero era el que Adrián reconoció.

—Tú —dijo, sin pensar.

El ángel lo miró. No había sorpresa en su rostro. Solo una atención cuidadosa, casi humana.

—Sigues vivo —dijo— Eso complica las cosas.

—¿Quién eres? —preguntó Adrián, con la garganta seca.

—No importa —respondió el ángel— Los nombres no nos pertenecen cuando servimos.

El de las cicatrices avanzó un paso.

—Procedamos —ordenó— El receptáculo será neutralizado. El espíritu, erradicado. El sello será reforzado con medidas definitivas.

Eryon rugió dentro de Adrián, una vibración profunda que hizo temblar el aire.

—No —dijo, usando la voz del muchacho— No sin consecuencias.

—Las consecuencias son aceptables —replicó el ejecutor— El Trono ha evaluado el riesgo.

Iria dio un paso al frente.

—¡No pueden! —gritó— ¡Si lo hacen ahora, liberarán lo que Sariel selló!

El ángel vendado giró la cabeza hacia ella.

—La humana habla desde el miedo —dijo— El miedo no es un argumento.

—Entonces escuchen a Sariel —exigió Iria— Él sigue consciente. Él sabe lo que hay ahí abajo.

El ejecutor de las cicatrices emitió un sonido que podría haber sido una risa.

—Sariel perdió el derecho a ser oído cuando eligió amar.

La sala se oscureció. No por ausencia de luz, sino porque algo la absorbió. La voz de Sariel emergió, no como un trueno, sino como un cansancio profundo que impregnó cada rincón.

—;Si lo tocan — dijo — no habrá restauración posible.

—Tu advertencia ha sido registrada —respondió el ejecutor— Y descartada.

El ángel que había dudado dio un paso adelante.

—Espera.

El de las cicatrices se volvió hacia él.

—No estás autorizado a retrasar el procedimiento.

—Estoy autorizado a evaluar anomalías —replicó— Y esta lo es.

Miró a Adrián con atención.

—Tu vínculo no es parasitario —dijo— Es cooperativo.

—¿Y? —espetó el otro— Eso no cambia el veredicto.

—Lo cambia todo —respondió el ángel— Porque no fue impuesto.

Adrián sintió algo extraño en el pecho. No alivio. Validación.

—Él eligió —continuó el ángel— Y el espíritu respondió. Eso no estaba previsto en los cálculos.

—El Trono no calcula elecciones humanas —sentenció el ejecutor— Las corrige.

La presión volvió, más intensa. Adrián sintió que algo tiraba de Eryon desde dentro, como un gancho invisible intentando arrancarlo.

—¡No! —gritó, doblándose sobre sí mismo.

Iria corrió hacia él, pero fue detenida por una barrera invisible.

—¡Adrián! —gritó— ¡Resiste!

Eryon luchó. Adrián lo sintió como una marea oscura empujando contra un muro de luz. El dolor fue inmediato, brutal, como si le estuvieran desgarrando el pecho desde adentro.

No cedasdijo Eryon, con una voz rota— Si me arrancan…

—No te voy a soltar —jadeó Adrián— ¡Escuchaste! ¡No te voy a soltar!

La barrera se tensó. Los símbolos del suelo, apagados, comenzaron a arder uno por uno, encendiéndose con una luz irregular, humana, desesperada.

—Está reaccionando —dijo el ángel vendado— El sello responde al vínculo.

—Entonces destrúyanlo primero —ordenó el ejecutor— Ahora.

El aire se condensó frente a Adrián, formando una lanza de luz perfecta, sin aristas, sin imperfecciones. No había odio en ella. Tampoco intención. Solo cumplimiento.

—¡Detente! —gritó el ángel que dudaba—. ¡Si lo haces…!

La lanza descendió. Y el mundo se quebró. No fue una explosión. Fue una inversión. La gravedad cambió de dirección. El sonido se plegó sobre sí mismo. Adrián sintió que caía hacia adentro.bLa lanza se detuvo a centímetros de su pecho.




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