Los Hijos Del Olvido

La traición del deseo

Asmodeo sonrió antes de que Adrián tocara el sello. No fue una sonrisa de triunfo.
Fue una de anticipación.

—Demasiado tarde —susurró.

La línea de luz descendente se partió en múltiples filamentos y el refugio se estremeció como si la ciudad hubiera exhalado un suspiro enfermo. Afuera, algo cambió. No fue inmediato ni visible al principio, pero Adrián lo sintió con una claridad aterradora: la humanidad había sido tocada.nNo por fuego. Por susurros.

—¿Qué hiciste? —gritó Iria, llevándose las manos a la cabeza.

Asmodeo se irguió, y por primera vez dejó caer la máscara. La elegancia seguía ahí, pero ahora estaba tensada por algo antiguo, vasto, hambriento.

—No hice nada nuevo —respondió— Solo abrí puertas que siempre estuvieron mal cerradas.

El sello menor en su mano se desintegró en cenizas negras que flotaron en el aire y se filtraron por las grietas del suelo, como tinta buscando papel. Arriba, en la ciudad, los gritos comenzaron a multiplicarse.

Adrián los sintió: rabias contenidas que despertaban, deseos podridos que se volvían acción, culpas que pedían permiso para dejar de serlo. Personas comunes volviéndose un poco más crueles. Un poco más dispuestas. Un poco menos humanas.

—Estás corrompiendo a todos —escupió Adrián.

Asmodeo ladeó la cabeza.

—No —corrigió— Solo les estoy quitando el último freno. La humanidad ya era así. Yo solo les recordé.

Eryon rugió dentro de él.

Nos usaste.

—Siempre —admitió Asmodeo sin culpa— Pero no a ti. A él.

El aire vibró con violencia.

—¡Sariel! —gritó Adrián— ¡No lo escuches!

No hubo respuesta. Por primera vez desde que todo había comenzado Sariel guardó silencio. El vacío que dejó fue peor que cualquier grito.

—¿Qué le hiciste? —preguntó Eryon, con una furia quebrada— ¡Respóndeme!

Asmodeo dio un paso adelante, y el suelo crujió bajo su peso invisible.

—Nada —dijo— Él me hizo esto primero.

Se inclinó apenas, como quien confiesa un secreto.

—Sariel cree que puede bloquearme retirándose —continuó— Que si corta el vínculo, si se encierra en su penitencia yo no podré alcanzarlo.

Sonrió.

—Pero olvida algo fundamental: los padres siempre escuchan a sus hijos.

El aire se volvió espeso..Iria jadeó, llevándose una mano al pecho.

—Adrián —murmuró— Algo.… algo no está bien…

Se dobló sobre sí misma.

—¡Iria! —Adrián corrió hacia ella, pero Asmodeo levantó una mano.

—No la toques.

Demasiado tarde. Los ojos de Iria se volvieron negros, como pozos sin reflejo. Su cuerpo se arqueó con un crujido antinatural, y cuando volvió a erguirse ya no estaba sola.

Una sombra se deslizó bajo su piel. Luego otra. Y otra más.

—Lo siento —dijo Iria con una voz que ya no era suya— Pero él nos prometió libertad.

Eryon reaccionó al instante.

¡Posesión múltiple!

—¡Aléjate! —gritó Adrián.

Iria o lo que la ocupaba sonrió con demasiadas bocas.

—Asmodeo ordena —dijeron las voces— Entréguennos al hijo.

Las sombras brotaron del suelo, de las paredes, de los cuerpos humanos que empezaban a caer en la superficie, poseídos por demonios menores que corrían como un incendio emocional por la ciudad.

—Ahora —ordenó Eryon— Déjame salir.

Adrián no dudó. La transformación fue inmediata. Símbolos antiguos recorrieron su piel, ardiendo como cicatrices vivas. Sus ojos se oscurecieron, pero no perdieron el foco. El aire se comprimió alrededor de su cuerpo, y el suelo bajo sus pies se agrietó con un estallido seco. Adrián avanzó.nNo corrió. Caminó.

La primera sombra se lanzó contra él. Adrián levantó la mano y plegó el espacio: la criatura fue aplastada sobre sí misma, reducida a un grito sin sonido que se deshizo en polvo negro.

—¡No la dañes! —gritó, viendo a Iria avanzar con movimientos espasmódicos.

No puedo separar sin romper, respondió Eryon— Pero puedo contener.

Adrián golpeó el suelo con el puño. Un pulso oscuro se expandió en círculo, empujando a las sombras hacia atrás. Iria cayó de rodillas, convulsionando, mientras los demonios chillaban al ser expulsados a medias, resistiendo.

—¡Ahora! —gritó Eryon—. ¡Ciérralos!

Adrián extendió ambas manos y selló el aire alrededor de Iria como si fuera cristal líquido. Las sombras chocaron contra la barrera, furiosas, desgarrándose al contacto.

—Asmodeon—jadeó Adrián— ¡Esto es lo que querías!

El demonio observaba la escena con deleite absoluto.

—No del todo —respondió— Esto es solo el inicio.

Chasqueó los dedos.nLa barrera se resquebrajó.bUna sombra más fuerte, más densa, emergió del pecho de Iria con un alarido desgarrador. Adrián reaccionó instintivamente: arrancó la entidad del cuerpo humano con una fuerza brutal y la comprimió hasta hacerla implosionar. Iria cayó inconsciente..Adrián se tambaleó.

Tu cuerpo — advirtió Eryon— No aguanta más.

—¡Entonces muévete! —rugió Adrián— ¡Sácanos de aquí!

Asmodeo suspiró, decepcionado.

—Sariel se está escondiendo bien —dijo— Tendré que forzarlo más adelante.

Se volvió hacia Adrián.

—Corre, pequeño puente —añadió— Cada paso que das me acerca a él.

El refugio comenzó a colapsar. Adrián cargó a Iria sobre el hombro y rompió el espacio frente a ellos. No fue un portal limpio. Fue un desgarro violento que los arrojó a un callejón ennegrecido por humo y gritos.

La ciudad ya no era la misma. Personas peleaban en las calles. Miradas vacías. Risas sin motivo. La corrupción de Asmodeo se extendía como una fiebre.

—Eryon —susurró Adrián— Sariel ya no responde.

Se ha blindadodijo el Nefilim con una mezcla de respeto y miedo— Está intentando bloquearlo incluso si eso significa perderme.




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