Los Jinetes De Los Cielos: El Origen

Capítulo 5

—¡Hermano mayor, eres el mejor! —grité mientras me lanzaba hacia él y le arrebataba el libro de las manos, ansiosa por examinarlo con detenimiento y confirmar si era el ejemplar que tanto anhelaba, o si se trataba de una alucinación.

—Parece que amas más el libro que a mí —acusó Allerick con un deje de irritación en la voz.

Al instante, dejé el libro sobre la mesilla, guarde el arma que sostenía en la otra mano y me lancé hacia él para darle un fuerte abrazo, con el corazón rebosante de alegría por este primer encuentro después de tantos meses.

—¡Alle, sabes que te amo! No dudes de mi amor solo por un libro —objeté con una mirada de indignación, mientras le lanzaba un puñetazo juguetón por sus acusaciones injustas, el cual, desafortunadamente, esquivó con una habilidad digna de admirar.

—Bueno, ya sabes, las acciones dicen más que mil palabras, y las tuyas me hacen dudar de tu amor, al verte más emocionada por un libro que por verme, Alli —dijo en tono burlón.

Solo pude rodar mis ojos con exasperación antes sus palabras dramáticas y repliqué:

—Somos hermanos, nuestra forma de demostrar afecto es diferente a la de un amigo o una pareja.

Mi afirmación lo hizo reír, y en sus ojos brilló la nostalgia por aquellos tiempos en los que todo era más simple y vivíamos todos juntos con nuestros padres.

Sabía que todavía le dolía que me hubiera ido de la casa para vivir sola, en especial, porque la tradición en Luxedum dictaba que los hombres y mujeres de la familia, solo debían abandonar el hogar al casarse.

Hacerlo antes se interpretaba como una señal de que la familia les había fallado de alguna forma.

Así que cuando anuncié que me iría de casa, sin tener ningún pretendiente confirmado, tuve que darles un largo discurso a mis padres y a mi hermano para explicarles el por qué quería vivir sola durante unos años.

Tuve que asegurarles una y otra vez que los amaba, nunca había tenido ninguna insatisfacción en mi vida familiar, y que solo lo hacía para resolver un problema que llevaba un tiempo arrastrando.

Aunque mi explicación no evito que mi acción causara cierta sensación entre los dragones y se generaran chismes exagerados. Al punto, de que mi abuelo, quién en esa época estaba muy ocupado en el consejo de ancianos con un nuevo proyecto de ley, se alarmó sobre los rumores y se tomó un tiempo de su apretada agenda, para hablar conmigo sobre mi decisión, además de regañar a mis padres por no avisarle de una acontecimiento tan importante.

Pues por muy ocupado que estuviera, la familia era lo más importante.

Sinceramente, si mi mente no me estuviera jugando una mala pasada, al ver que después de tantos años aún me costaba aceptar mi nueva realidad de pertenecer a una especie diferente, habría seguido viviendo con ellos sin problema.

Después de todo, de dónde vengo, existía una cultura muy similar, aunque no tan extrema, donde era normal que los hijos e hijas solteras se quedaran a vivir en la casa de sus padres cuando eran adultos, para ahorrar costos y estar en familia, con la condición de ayudar en la economía de la casa.

Por lo que, antes de venir aquí, vivía con mis padres mientras trabajaba como profesora. Mi plan había sido ahorrar para comprar la casa de mis sueños y arreglar la casa de mis padres.

Sin embargo, antes de siquiera poder cumplir alguna de mis metas, mi vida de apagó de manera abrupta y terminé en este mundo en el que la magia era la norma.

Gracias al amor de mi nueva familia que me ayudó muchísimo a sobrellevar el trauma de mi muerte prematura a los veintisiete años, había podido superar sin complicaciones, las cinco fases de duelo por lo que haber sido de mi antigua vida y seguir adelante en esta nueva oportunidad que me había sido dada.

Sin embargo, lo único que no había podido superar del todo, era el repentino cambio de especie. Ese rechazo inconsciente hacia mi forma dracónica me generaba inseguridades bastante preocupantes.

Y es que grande fue mi sorpresa cuando el doctor de la familia, después de una revisión exhaustiva, me diagnosticó dimorfismo corporal como la principal causa de mis dificultades para aprender a volar.

Nunca en mi vida había padecido alguna enfermedad mental, así que todo esto era nuevo para mí y no supe identificar las señales de alerta que me daba mi mente, algo muy irónico de verdad considerando mi trabajo.

Y aunque había logrado superar gran parte de ese trastorno gracias al trabajo conjunto de mi psicóloga y mi familia, de manera que, ahora podía volar con relativa normalidad. No podía negar el impacto que esa disonancia seguía teniendo en mí.

El hecho de que aún sintiera vergüenza al transformarme en mi forma dracónica, al considerarla fea, no era algo normal y debía seguir siendo tratado, a pesar del consejo de la doctora de tomarme mi tiempo.

Y es que ver a un dragón negro, gigantesco y de aspecto tan feroz, seguía siendo una gran conmoción para mí.

Tal vez si mis escamas fueran más atractivas, si no fuera tan grande, si pudiera escupir fuego y mi apariencia resultara más elegante, quizá no me molestaría tanto transformarme en un ser con alas y garras; al contrario, lo encontraría fascinante.




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