Los Jinetes De Los Cielos: El Origen

Capítulo 6

Hablar con mi hermano mayor durante horas fue una buena manera de pasar la tarde, durante nuestra agradable conversación, la nostalgia comenzó a inundarme y me encontré extrañando cada vez más las reuniones familiares que teníamos después de la cena, en la que todos hablaban sobre su rutina del día.

Sin embargo, cuando llegué a pensar en lo mucho que había avanzado en la estabilización de mi estado mental, sentí que valía la pena todas las dificultades que había pasado.

Además, no era como si me fuera realmente a algún lugar lejano; Siempre podía visitarlos, si comenzaba a extrañarlos demasiado.

Así que con esos pensamientos tranquilizadores, pude calmar un poco los sentimientos de nostalgia que había florecido con la llegada de mi hermano.

Al ver cómo la calma se asentaba en mi interior, se me ocurrió sacar algo dulce y compartirlo con Alle para celebrar nuestra reunión después de tanto tiempo sin verlo.

Mientras le entregaba unas magdalenas que recientemente había horneado para que las probara, mi hermano, que me estaba contando una anécdota divertida de su lugar de trabajo, cambió de manera repentina el tema de nuestra charla con una pregunta extraña.

—Aeliana, ¿no ha tenido ningún problema, verdad? —preguntó Allerick, con una expresión de preocupación en el rostro.

—Para nada, hermano. Este mes ha sido muy tranquilo —respondí, satisfecha de haber tenido bajo control a esos dragones adolescentes, incluso por este mes.

—Me alegre de que sea así —felicitó mi hermano, al ver que, al menos, estos meses habían transcurrido con relativa tranquilidad. Luego, agregó con aparente casualidad—: No veo la hora en que decidas cambiar de opinión y volver a casa hermana; Solo así podrás descansar tranquilo.

—¿Quién sabe, Alle? Quizás, antes de que cambie de opinión, consiga un hombre con quien casarme y ya no pueda volver a casa —respondí en tono burlón solo para molestarlo, en represalia por sacar ese escabroso tema.

Él me lanzó una mirada de advertencia y, como era de esperar, continuó con su habitual discurso de que, incluso si encontraba a alguien con quien casarme.

Ni él ni nuestra familia permitirían que ese matrimonio se llevara a cabo, sin antes poner a prueba durante al menos tres años, al pobre desafortunado que decida querer estar conmigo, para comprobar si era digno de estar a mi lado.

Así seguí repitiendo, una y otra vez y en diferentes formas, de que no me hiciera ilusiones sobre librarme de mi soltería tan fácilmente, consiguiendo a cualquier dragón “bastardo” como mi compañero.

Yo solo lo escuchaba, aguantando la risa para no avivar más las llamas en las que yo misma me había metido, mientras trataba de pensar en una manera ingeniosa de desviarlo del tema, con el fin de evitar que continuara con su “razonable discurso” durante toda la tarde y gran parte de la noche.

Era una lástima que, todas mis estrategias fueron inútiles y no se calló hasta que dijo todo lo que tenía que decir sobre el tema.

Cuando por fin terminó su discurso, comenzó a hablar, como si nada hubiera pasado, del nuevo proyecto en el que tanto había estado trabajando. Aunque un poco confuso, su constante cambio de tema, no comentó nada porque estaba muy aliviada del que sermón no se extendió hasta la noche.

Tampoco era como si pudiera replicar sobre sus argumentos, pues el precio sería tener a toda mi familia en mi casa, interrogándome sobre quién era el supuesto pretendiente, que estaba cortejándome sin seguir las tradiciones.

Solo podía culparme a mí misma por olvidar que aquí presentar a tu novio a tu familia era mil veces peor que hacerlo en mi antigua vida, al punto en que literalmente se debían jugar la vida, los pobres chicos, para quitarse el estatus de soltería. Por lo que mi “broma” solo me haría daño a mí misma, sin tener ni siquiera la posibilidad de contraatacar, sin quemarme en el proceso.

Quizás, preocupado por mi arrepentido interés en una relación, Mi hermano se quedó mucho más tiempo del habitual y solo se dispuso a irse cuando se dio cuenta de que las dos proyecciones lunares se encontraban iluminando la noche.

Así que, dándose cuenta de que ya era tarde, se despidió de mí para irse a casa. Como era costumbre, lo acompañé hasta la puerta para una última despedida.

Sin embargo, antes de irse, se quedó parado un rato, dudando en el umbral de mi casa, algo que era muy inusual en él.

Por temor a que todavía estuviera inquieto por mi broma de mal gusto, indagué con cautela:

— ¿Qué pasa, hermano? ¿Tienes algo que decirme? —pregunté, rompiendo el incómodo silencio que había creado su indecisión.

—Hermana. ¿Tienes mucha curiosidad por lo que hay fuera de la barrera? —preguntó con una mirada seria, casi sombría.

Su pregunta me preguntaría, no entendía el por qué sacaba ese tema a colación ni de dónde se originó, sobre todo porque él conoció muy bien carácter.

No podía negar que tenía mucha curiosidad sobre la situación exterior. Después de todo, este era un mundo donde existía la magia y estaba habitado por legendarias razas fantásticas como los elfos, los enanos, las sirenas y demás.

Como una amante del género fantástico, vivir aquí era como un sueño hecho realidad, eso si excluimos la parte en la que morí de forma prematura, separándome de los que amo y mi actual apariencia dracónica.




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