Con solo tres miembros en el equipo de búsqueda, partimos hacia las coordenadas que Theon me entregó, con la esperanza de que no ocurra un incidente más grave.
Tanto mi compañera docente como el vigilante se mostraron positivos ante todo lo ocurrido, pues ellos creían que todo esto era solo una extraña coincidencia, en vez de algo que había sido planeado por un enemigo desconocido. Por lo que, todo terminaría como máximo, con la expulsión de todos los involucrados en esta broma de mal gusto.
Pero sus palabras no aliviaron esa sensación de inquietud que amenazaba con devorar mi calma, no sabía el origen exacto de este sentimiento. Solo sentía que algo dentro de mí, tal vez ese famoso sexto sentido, me seguía advirtiendo que esta situación no iba a terminar bien y sus consecuencias serían algo que nadie podría prever.
Solo esperaba que todo ese nefasto presentimiento sea solo una ilusión mía causada por el estrés y mi mente hiperactiva, y que todo termine como mis compañeros auguraron.
Era una lástima que mis suposiciones estuvieran ganando fuerzas cuando al llegar al lugar que las coordinadas indicaban, los chicos ya habían abandonado el lugar.
La profesora Damothre, después de comprobar que no había más pistas, sacó de inmediato un Liraën de rango soberano y, ante la mirada incrédula del vigilante, lo utilizó para averiguar el paradero de los estudiantes.
Para nuestro alivio, esta vez la poción sí reaccionó; sin embargo lo que reveló nos dejó helado a todos, pues ellos se encontraban muy cerca de la barrera. Algo que en teoría, era completamente imposible.
—¡¿Cómo es posible que estén allí—exclamó la profesora después de confirmar su ubicación—. ¡¿Cómo sortearon las defensas de la frontera?!
—No tengo ni idea. Se suponía que esos artefactos podían detener incluso a un soberano durante unos segundos, lo suficiente para darme la alarma —respondió el vigilante con un tono de voz sombrío.
—¿No recibiste ninguna alerta, señor Novikov? —pregunté, cada vez más preocupada.
—No. Si la hubiera recibido, no estaría tan tranquilo, ya habría activado el protocolo.
—¿Crees que sea obra de ese cómplice que mencionó la señorita Vritragon? —preguntó con cautela la profesora Damothre.
—No lo creo. La poción solo nos indica la presencia de los chicos; no hay nadie más cerca —respondí, intentando calmarla.
Mi comentario pareció surtir efecto. Después de todo, los únicos que podían ocultarse de la búsqueda de esa poderosa poción eran los soberanos, y en todo Luxedum solo habían tres: uno era mi abuelo, el segundo era el maestro de la profesora Damothre y el tercero era demasiado viejo como para moverse con facilidad.
Ahora con la poción, teníamos la tranquilidad de saber que no había enemigos acechando cerca de nosotros.
Por ese motivo, decidimos abandonar nuestra cautela anterior y acelerar el vuelo para poder encontrarnos con los chicos lo antes posible.
Cuando por fin los divisamos, pude sentir en mi interior una intensa oleada de alivio, el cual, se apoderó de todo mi ser, al ver a los cuatro adolescentes sanos y con las cuatros extremidades intactas.
Ese abrumador sentimiento casi hizo que perdiera el ritmo de mi vuelo ya que los músculos de mis alas se relajaron de golpe cuando mi cerebro se perdió en él.
Afortunadamente, reaccioné de manera rápida y logré controlar mi cuerpo con suficiente maestría como para que ninguno de los presentes notará mi desliz.
Sería una vergüenza que los presentes se dieran cuenta del error de novato que casi cometí en pleno vuelo y en un momento tan importante, eso me haría perder toda mi reputación.
Pero ese solo fue un sentimiento fugaz, porque los dejé de lado cuando observé cómo los cuatros chicos que buscábamos con tanta preocupación, lanzaban piedras hacia la barrera, riendo cada vez que estas desaparecían al tocarla.
Tal escena prendió el fuego que ardía en mi interior, lo que me impulsó a acelerar el vuelo, ansiosa por confrontarlos para darles la lección de su vida por el pecado de habernos hecho preocupar de esa manera por una simple tontería.
Los cuatros chicos que jugaban con tranquilidad, pronto se dieron cuenta de nuestra presencia, e intentaron escapar de nosotros en pánico.
La profesora Damothre, al ver sus acciones y preocupada de que se lastimaran, lanzó una poción paralizante de rango archimago de amplio alcance, con el objetivo de inmovilizarlos y evitar así que se separen, lo que podría resultar en lesiones.
Lo que ninguno de nosotros sabía era que esa acción fue la peor que pudo haber realizado. Aquel lanzamiento, aparentemente insignificante, cambió el destino de todos los dragones de Luxedum.
En ese momento, ninguno de los presentes, testigos de semejante escena histórica, podría haber imaginado las repercusiones que tendría esa simple acción en nuestras vidas.
Lo único que sí conservaba grabado de aquel instante trascendental, fue el terror que sentí, al ver cómo Nuros, asustado por el objeto volador no identificado, dio unos pasos hacia atrás sin prestar atención a su entorno.
En su descuidado retroceso tropezó con una raíz y cayó, de forma incontrolable, hacia la barrera…