El silencio que siguió después de presenciar semejante escena fue ensordecedor, ninguno de los testigos de ese momento histórico pudo mover un solo musculo de su cuerpo. Tal vez todos tenían el mismo pensamiento infantil que yo poseía en el que sentía que sí no me movía podía procrastinar el problema de manera indefinida.
O simplemente ellos todavía estaban en estado de shock, aun tratando de asimilar la escena que acababa de ocurrir.
Lo más probable era la última opción porque ese ambiente opresivo fue roto, por fin, por el vigilante, quién por cierto se encontraba muy alterado.
—¡¿CÓMO PUDISTE HACER ESO?! ¡MI VIDA ESTÁ ARRUINADA! —gritó con furia a la profesora Damothre.
Ella siendo consciente de su error, comenzó a sollozar con fuerza sin tener fuerzas suficientes para reprender al vigilante su actitud irrespetuosa. Su cuerpo temblaba tan intensamente que, por un instante, temí que se desmayara, lo que solo solo agravaría aún más la delicada situación.
—Cálmate, Ivar. Este no es el momento de recriminaciones; debemos buscar soluciones —intervine, intentando apaciguar los ánimos ya caldeados, aunque por dentro, sentía cómo el pánico y el estrés me inundaban con fuerza, amenazando con arrasar con mi la poca compostura que pude reunir.
En secreto, tuve que pellizcarme con fuerza la palma de mi mano para poder mantener la calma y de paso comprobar con el dolor, que esto no era un de esos sueños absurdos que mi mente masoquista creaba, de vez en cuando, solo para martirizarme.
Pero para mi desfortuna, esta era la realidad y ahora estaba atrapada en ella.
—¡¿QUIERES QUE ME CALME?! ¡¿SABES LAS IMPLICACIONES DE LO QUE PASA?! —rugió en mi dirección.
Por poco y su asquerosa saliva caía sobre mí en medio de sus improperios, lo que perturbó aún más mi estado de ánimo. Pero, reprimiendo mi temperamento, seguí manteniendo la compostura, al menos por el bien de mis tres estudiantes que cuya miraba parecía mucho a la de un cordero cuando era llevado al matadero.
—Sí, sé perfectamente las implicaciones. Pero lo más importante ahora es mantener la calma; estás asustando a los niños y agravando la crisis de nuestra compañera —le advertí, señalando a los tres chicos, paralizados, que nos miraban con horror, y a la profesora Damothre, cuyo estado mental se deterioraba con cada minuto que pasaba.
Él solo miro a su alrededor unos segundos para luego responderme con un dejo de cinismo:
—Claro, como tu familia es tan poderosa, no necesitas preocuparte por las consecuencias de todo esto.
Yo solo entrecerré los ojos ante su patético sarcasmo, este tipo había pasado un límite al mencionar mi familia y me estaba colmando la poca paciencia que me quedaba.
Suficiente estrés tenía con saber que Nuros estaba fuera de la barrera, haciendo quién sabe qué desastres ahora que estaba sin supervisión, eso si es que sobrevivía el tiempo suficiente para causarlos.
Como para tener que estabilizar, además, los estados de ánimo de mis dos compañeros, quienes se suponían, debían ayudarme a controlar a los tres adolescentes y aportar ideas para encontrar una solución a este problema espinoso.
Era muy molesto sentir que el peso del mundo recaía solo sobre mis hombros, cuando se suponía que tenía a dos profesionales conmigo.
El resentimiento que sentía por la falta de confiabilidad de mis compañeros, hizo que se impregnara en mi voz, mucho veneno cuando amenacé al hombre frente a mí:
—¿Sabes, Ivar, cuál sería un horrible escenario? Que, además de recibir las consecuencias de este terrible incidente, logres la ignominiosa hazaña de ofender a dos de los tres soberanos
Al escuchar mi amenaza, se puso pálido y dio varios pasos atrás, como si la distancia física pudiera protegerlo de mi amenaza.
Yo solo me limité a ignorarlo y me concentré en consolar a la profesora Damothre, con el fin de estabilizar su estado de ánimo lo suficiente como para que me ayude a pensar en una solución para todo esto.
Quién sabe, tal vez su maestro le haya dado una poderosa poción que pueda ayudarnos.
Era una lástima que no existiera pociones para el arrepentimiento, o que pudieran devolver el tiempo. Por lo menos para evitar que mi colega tirara esa maldita poción.
Cuando noté que ese resentimiento irracional trataba de brotar en mi corazón y se dirigía hacia ella por sus recientes acciones, me obligué a tragármelo y apartarlo de mi ser.
Pues de nada me servía buscar culpables ahora, además, si buscábamos culpables sobre lo ocurrido, yo también cargaba con una parte de la responsabilidad por lo sucedido. Así que de nada me servía resentirme con alguien que solo quería ayudarme.
Por lo que la abracé con suavidad mientras recurría a todas las palabras reconfortantes que conocía para calmarla. Afortunadamente, pareció funcionar en algo mi sopa de pollo, porque poco a poco su respiración se fue acompasando y sus temblores disminuyeron.
Sin embargo, no podía evitar que mi mente empezara a divagar sobre la magnitud de esta situación. ¿Cómo podríamos traer a Nuros de vuelta antes de que se metiera en más problemas?
Temía con fuerza que la respuesta a esa pregunta sea mucho más difícil de resolver que encontrar la respuesta a los problemas existenciales que tanto aquejaban a los filósofos.