Al final pude lograr convencer al Karito de que detuviera su infructuoso ataque contra Nuros y me permitiera encargarme de él, prometiéndole que le entregaría su huevo sano salvo.
Ahora te preguntarás cómo pude comunicarme tan bien con un ave, si somos de diferentes especies ¿acaso los dragones entendíamos a las bestias debido a nuestra transformación bestial?
Bueno todo fue gracias a la poción Thalunari que nos permitió “hablar” y “entender” todos los idiomas, llevándonos al verdadero origen de la comunicación.
Daba la casualidad que tenía muchas de estas pociones en mi pulsera ya que sus efectos “milagrosos” me fascinaban. Por lo que tomé una para poder comunicarme mejor con el Karito y solucionar el conflicto.
Fue bastante fácil convencerla para que me dejara ser la intermediaria de la situación, sobre todo cuando le prometí en nombre de Lerum que le entregaría ese huevo sano y salvo mientras que Nuros recibiría un castigo.
El Karito resultó ser un ave muy inteligente y sensata que parecía entender casi sin esfuerzo que, si quería devuelta a su preciada cría, necesitaría de toda mi ayuda, así que se apartó y me dejó tomar el mando de la situación.
Cuando terminé la negociación con ella, volví a concentrarme en el adolescente pelirrojo, el cual se limitó a ser un testigo silencioso durante toda nuestra interacción, mientras permanecía en el suelo sin intención alguna de levantarse.
Parecía que todo mi esfuerzo por educarlo no había sido en vano después de todo, porque al menos tuvo la decencia de no interrumpir las conversaciones de los adultos, incluso si solo entendía la mitad de estas.
Pero su inesperada cortesía no lo eximía de las consecuencias de sus acciones, por lo que preparé mi mejor expresión de severidad y de “no estoy nada para contenta con lo que ha hecho”.
Todo con el fin de darle a entender la gravedad de la situación y conseguir ese huevo lo antes posible.
No podía negar que mi determinación para defender al Karito, estaba relacionada en gran parte por mi egoísmo personal. Pues su resolución al atacar a un ser de rango magus, siendo ella solo una ave común y corriente, solo para proteger a sus crías, era un acto digno de respeto.
Y en contraste con su espíritu de sacrificio, estaba Nuros que, a pesar de mi mirada, seguía tirado en el suelo con una expresión despreocupada. Totalmente inconsciente de los peligros que podría conllevar, armar un escándalo de esas proporciones en una selva llena de bestias despertadas.
Él tuvo mucha suerte de que el Karito al que le robo su huevo, no perteneciera a esa categoría extraordinaria; o de lo contrario, las cosas se habrían complicado aún más y su vida podría haber corrido peligro.
—Nuros ¿por qué sigues en el suelo? ¿Acaso quieres quedarte allí para siempre? —dije molesta y harta por su actitud.
El chico notando que mi estado de ánimo no era el correcto, se paró sin rechistar. Ante su aparente obediencia, no dije nada y solo extendí mi mano en silencio, dándole a entender lo que quería.
Él solo me miró con ojos de cachorro triste y se quejó:
—Pero profe, esa es mi cena…
Ni siquiera lo dejé terminar su oración, cuando con un gesto lo mandé a callar. Hoy no tenía la paciencia para escuchar sus inútiles quejas.
—Nuros, fecha cuenta. No hay necesidad de hacer algo así. No estamos tan desesperados, aún tenemos provisiones y pronto llegarán más —argumenté, mientras hacía todo lo posible por mantener la calma—. Así que devuelve el huevo al Karito antes de que pierda la paciencia y retome su ataque; Y esta vez, te lo advierto, la apoyaré a ella y no a ti.
—¡Profe! ¿Cómo puedes decir eso? ¡Soy su estudiante y ese pájaro es un desconocido! —Exclamó Nuros indignado por mi comentario—. Además ni siquiera contraataqué su ofensiva. Así que estamos a mano.
—No, no lo están Nuros. “Este desconocido” es una madre que solo quiere de vuelta a su hijo, el cual robaste cruelmente sin ninguna necesidad. Así que devuélveselo —dije, enfatizando la última palabra.
Mi tono y mi lenguaje corporal dejaban claro que no estaba jugando, y que sus excusas solo estaban logrando irritarme aún más, algo para nada beneficioso en su situación actual.
Finalmente el chico, al ver que hablaba en serio, se rindió y me entregó con reticencia un hermoso huevo color azul Prusia.
Con un rápido vistazo comprobó si había algún daño, suspiré de alivio cuando comprobé que estaba intacto y se sintió cálido al tacto. Al instante siguiente, se lo entregué al Karito, quien lo recibió con evidente alegría y, sin perder el tiempo, lo escondió entre sus garras antes de alzar el vuelo, alejándose de nosotros.
No obstante, antes de marcharse, se acercó a mí y rozó suavemente mi mejilla en un gesto de agradecimiento por defenderla. Fue un gesto muy reconfortante y grato para mí. Era bueno ver que mis acciones sean recibidas con gratitud y no con prepotencia, dándolas por sentada.
Nuros también observaba su partida con una mirada de arrepentimiento. No sabía si era por no poder quedarse con el huevo al final o si de verdad estaba reflexionando por sus acciones.
Sin embargo, ese estado de ánimo no duró mucho, ya que al poco tiempo de que el ave desapareció de nuestra vista, él desvió su mirada hacia a mí y preguntó: