Calmarme no fue fácil, sin embargo, la situación en la que estaba me obligaba a hacerlo.
Nuros solo me miraba con inquietud y sorpresa, ya que era la primera vez que me veía perder el control de esa manera. Me había visto enojada muchas veces y había sido testigo de mis extraños castigos, pero nunca me había oído maldecir, por más enojada que estuviera.
Eso se debe a que siempre había procurado de cuidar mi lenguaje frente a mis alumnos, pues era una firme partidaria de la filosofía de predicar con el ejemplo y no podía prohibirles a mis estudiantes que no digan malas palabras, si me escuchaban a mí usarlas.
No obstante, esta situación me había superado por completo, pensaba que podía manejar todo este desastre con calma y serenidad, pero estaba claro que no era así.
Pero cómo podía mantener la calma cuando te enterabas de que todo este incidente era en realidad fruto de una extraña combinación de coincidencias y mala suerte.
Tal hecho me descoló más de lo que esperaba, preferiría mil veces que nuestra situación fuera producto de una conspiración, ya que era horrible saber que tus desgracias comenzaron por algo tan sencillo, tan mundano como quererle jugar una broma a la profesora que te castigo.
Su confesión casi me hacía arrepentirme de haber salido de la barrera para acompañarlo. Casi.
Para mi infortunio, yo me conocía lo suficiente como para saber que, si hacía la vista gorda a su situación y algo le pasaba a Nuros, nunca volvería a tener paz y mi conciencia me atormentaría hasta el fin de mi existencia.
Y siendo sincera, no valía la pena sufrir de esa forma por ese chico.
Así que, incluso conociendo los entresijos de la historia, aún volvería a salir de la barrera para acompañarlo.
De modo que, lo único que me quedaba por hacer era, afrontar lo que la vida me lanzaba con entereza para no darle esa satisfacción de verme derrotada y planear a largo plazo para que mi estadía fuera de la barrera fuera cómoda.
Por eso hice todo lo posible para calmarme después de ese arrebato, utilizando los clásicos los ejercicios de respiración y numeración para calmarme y enfrentar a Nuros con fría racionalidad.
El cual, desde hacía rato me miraba con una cara de cachorro regañado, después de ser testigo de mi inusual arrebato con sus expresivos ojos cafés brillando con “tristeza”, sin embargo, su actuación, no pudo ablandar mi corazón para nada y opté por ignorar su teatro, para indicarle que siguiera con su relato porque aún quedaba una incógnita por resolver.
Nuros dudó por un momento, pero obedeció mi petición y continuó:
—Durante el ejercicio tomamos la poción, volamos por encima del dosel de los árboles para admirar el paisaje y nos escabullimos hacia el lugar acordado con el fin de escondernos de usted profesora. Sin embargo, al poco rato nos aburrimos de esperar y decidimos que ya que estábamos cerca de la frontera, podríamos hacer una incursión para observar de cerca la barrera ya que teníamos mucha curiosidad por saber cómo era realmente esta.
Por un momento todo quedó reducido a un silencio incómodo para él, mientras que yo solo me dignaba a darle esa mirada juzgadora que les dábamos los adultos a esos niños después de una travesura muy desastrosa.
Tal vez, no soportando el peso de mi mirada, Nuros me hizo una pregunta, como una estrategia para cambiar el pesado ambiente.
—Profe, ¿y qué era esa poción que nos lanzaron?
—Era un Gelatus, Nuros —respondí sin pensarlo, ya acostumbrada a atender las inquietudes de mis estudiantes.
Sin embargo, cuando me di cuenta de que nos estábamos desviando del tema que quería abordar y su torpe estrategia estaba funcionando, decidí ir directo al grano y preguntar por el último misterio que quedaba por resolver:
—Por cierto, Nuros, ¿cómo evadieron la seguridad de los artefactos?
—¿eh? ¿Qué artefactos profe? —respondió el chico con desconcierto.
—Los artefactos defensivo que están cerca de la frontera y que evitan que los intrusos se acerquen a ella —expliqué con paciencia, mientras en mi interior comenzaban a surgir algunas sospechas debido a su reacción.
—No, profe, no nos topamos con ningún artefacto, ni siquiera sabíamos que existían —dijo al mismo tiempo que sacudía la cabeza con suavidad para remarcar su negativa de saber algo sobre esos artefactos.
Solo pude dar un suspiro de cansancio ante su respuesta. Estaba claro que había un problema con las defensas de la frontera y, rememorando la actitud sospechosa del director, no me resultaba difícil imaginar lo que en realidad había sucedido.
Ahora solo quedaba esperar la respuesta del consejo para conocer los detalles que faltaban y así poder confirmar si mis sospechas eran correctas.
Por lo que, para pasar el tiempo, mientras esperábamos esa respuesta, saqué de mi pulsera, mis materiales de crochet para tratar de terminar la muñeca que pensaba regalarle a mi amiga, cuando esta saliera de su reclusión.
Pues quería hacerle un regalo de promoción o consolación con anticipación por su éxito/fracaso al superar el rango magíster, con la esperanza de estar de vuelta a casa cuando Liyah saliera.