Nuros tardó un poco más de lo esperado en calmarse de su arrebato y cuando por fin lo hizo, parecía mucho más tranquilo que antes, como si todo el peso que llevaba encima se le hubiera escapado, a través de sus lágrimas.
Una parte de mí, se sintió aliviada de que por fin se calmara solo y pudiera aceptar la situación en la que nos encontrábamos con mucha resiliencia.
Aunque había otra parte de mí que estaba preocupaba por su rápida recuperación ya que tenía miedo de que, al no tener un impacto significativo, Nuros podría olvidar la lección que aprendió por toda esta situación y corriera el riesgo de volver a repetir sus errores.
Sin embargo, por el bien de mi salud mental, decidí ser optimista por una vez y suprimí esa pequeña sospecha que surgía para centrarme en cosas más positivas, como por ejemplo, el hecho de que pronto iba a terminar de tejer la muñeca que pensaba regalarle a mi mejor amiga cuando nos volvamos a encontrar como felicitación/consolación.
Nuros, después de su arrebato emocional, se encontraba de mal humor, sin querer hacer nada por el momento y solo concentrarse de en sus pensamientos. Por eso rechazó cortésmente mi ofrecimiento de darle un libro para que pase el tiempo mientras esperamos la ayuda y en cambio solo se dedicó a observarme en silencio lo que hacía con el tejido.
Sabía a la perfección que aún había muchas preguntas sin resolver sobre este incidente, pero estas no las obtendría de mi estudiante y solo podíamos esperar que estas pudieran responderse cuando logre comunicarme con mi familia y obtengamos la información que han recolectado. Así que en este momento, lo único que podíamos hacer era esperar a que la barrera por fin comience a cambiar.
Al final, tuvimos que esperar tres horas más para que esta se moviera. Donde, durante todo ese tiempo, Nuros se había quedado quieto y en total silencio. Fue muy espeluznante verlo tan quieto, cuando por lo general siempre estaba lleno de energía.
Mi instinto docente gritaba por todos lados que hiciera algo para solucionar ese estado, así que tuve que reprimirlo con fuerza porque quería casi con desesperación que reflexionara sobre todo esto para que nunca, ni en sus sueños más locos, volviera hacer algo parecido.
Parecía que este incidente le afectó más de lo que creí inicialmente, y aunque un poco preocupada por su comportamiento, lo único que podía hacer por ahora era ignorar su inusual su estado de ánimo y seguir con mi tejido durante tres largas horas en medio de una selva agreste.
Sentía un poco de culpa por no hacer nada para consolarlo, pero consideraba que era mejor dejarlo reflexionar un poco ya que necesitaba su obediencia, si queríamos sortear indemnes, esta peligrosa situación.
Por suerte para mí la barrera que estaba quieta e indetectable para nosotros, después de tres horas de angustiosa espera, comenzó a expulsar grandes cantidades energía, causando que, por unos breves segundos, una parte de ella fuera visible.
En esa parte que se visibilizada, se pudo ver como esa comenzaba a ondularse como si fuera agua quieta que había sido perturbada por algo, o alguien. Nuros alarmado por todo el espectáculo, se levantó de manera abrupta de la silla rosa que le había dado, tumbándola, para mirar con sorpresa el extraño fenómeno que se estaba desarrollando ante sus ojos color cobre.
Yo para nada asombrada por lo ocurrido, seguí sentada mientras guardaba las agujas, el hilo y la muñeca, con el fin de esperar atenta a que terminara los cambios ocurridos en la barrera.
De la extraña distorsión, poco a poco, salió el cuerpo de una mujer bastante alta que poseía un cuerpo bien construido, de aquellos que solo se veían en aquellos que practicaban con esmero un estilo de combate en específico.
Sumado a su aura, que te advertía de que tuvieras cuidado con ella y te mantuvieras alejado, daba la impresión de que no era alguien con quien quisieras meterte.
Aun así, pese a sus feroces ojos de color chocolate, Nuros la miro, sin rastro de miedo o inquietud, en el rostro del muchacho se denotaba sentimientos de alegría y expectación por la presencia de la joven mujer que apareció repentinamente, pues su estancia aquí daba indicios de que el consejo de ancianos estaba al tanto de nuestra situación y no nos había abandonado a nuestra suerte.
—Un placer conocerla, señorita, mi nombre es Dharai Gulbransen —se presentó la extraña, al instante en que su cuerpo cruzo la barrera—. Soy una artesana de rango magíster de alto nivel. Experta en el combate cuerpo a cuerpo y en técnicas de supervivencia en entornos hostiles. Te estaré ayudándote en todo lo que necesites hasta que volvamos de nuevo a Luxedum.
Sus hermosos y definidos risos se movieron en sintonía con la reverencia que hizo mientras se presentaba, su piel de color oliva claro contrastaba con su armadura y las armas que llevaban en su espalda.
Mis sentimientos, ante su presencia, eran complicados, pues esta era un indicio de que mi familia estaba teniendo problemas para convencer al consejo para que abriera la barrera, incluso con la presión de mi abuelo, lo que significaba que nuestra estancia en esta cordillera, podría ser mucho más larga de lo que esperaba.
Sin embargo, tuve que dejar ese sentimiento de desasosiego que me embargaba al no ver una figura familiar, pues tenía que centrarme solo en los asuntos más importantes, como por ejemplo, averiguar la razón por la que nuestro retorno se retrasaba.