Los Jinetes De Los Cielos: El Origen

Capítulo 18

Ese artefacto que relucía en las manos de Dharai, era el collar que pertenecía a mi difunta abuela. La presencia de ese accesorio en su elegante cuello, era tan constante que se consideraba su sello personal.

Jamás se separaba de él y lo atesoraba con una dedicación casi fanática, al punto de que mi padre, en su juventud, muchas veces dudaba de si su madre amaba más el collar que a él y se preguntaba cuál sería la elección de Syliana Sorek, si tuviera que elegir entre ellos dos en algún momento de su vida.

Sus dudas e inseguridades solo se disiparon después de conocer a mi madre, ya que fue en instante que por fin comprendió los sentimientos de mi abuela por ese collar.

Y no era de extrañar que lo atesorara tanto, pues había sido un regalo de mi abuelo en su milenario aniversario, una prueba tangible de su amor sincero.

Para crearlo, Aetherion Vritragon gastó todo el dinero que había ahorrado durante más de quinientos años, solo para conseguir los materiales que necesitaba para construir su obra soñada.

Él quería que ese collar fuera el artefacto más poderoso jamás creado en toda su carrera de artesano, considerándolo como su obra cumbre. No podía aceptar menos que eso, porque ese artefacto cumpliría una misión muy importante y era el proteger a su amada esposa durante el resto de su vida.

Por eso, su proceso de elaboración fue muy complicado, al punto de que se tardó más de cinco décadas en crear un plano que cumpliera sus requisitos mínimos y tardó otras dos décadas más en crearlo.

El resultado de su admirable dedicación, para crear el regalo perfecto para su amada, fue un artefacto que pasaría a la historia de nuestra raza como uno de los más poderosos jamás creados.

Todos los artesanos, conscientes de su extraordinaria belleza, deseaban echarle un vistazo a semejante obra maestra, al punto de que no me extrañaría que, con tal de tener una oportunidad de sostenerlo en sus manos, serían capaces de convertirse en asesinos sin dudarlo.

Su insana fascinación era algo que entendía hasta cierto punto, pues a pesar de no ser una artesana, amaba ese collar con locura.

Cuando era niña, siempre le pedía a mi abuela que me contara, una y otra vez, su historia de amor con el abuelo, especialmente su travesía para crearle ese hermoso collar como prueba de sus sentimientos.

Escuchaba con fascinación las pruebas que pasaron durante su matrimonio y las peripecias que hizo mi abuelo para conseguir algunos de los materiales que eran imposibles de conseguir con dinero.

La razón por la que me encantaba escuchar la historia de ese collar, sin cansarme nunca, era porque su historia me recordaba mucho la historia de mis padres en mi vida anterior. Ellos también se conocieron en la escuela y sufrieron mucho después de “juntarse” ya que sus familias no bendecían su unión.

Por lo que esa añoranza por los recuerdos de mi vida pasada y el hecho de que fuera el símbolo de un amor tan bello, hicieron que le tomara un cariño y un interés especial.

Mi abuela, en ese entonces, debía de ver mi obsesión con él, porque un día, después de contarme otra vez sobre algunas anécdotas divertidas de mi abuelo, de repente tomó mis manos y me prometió que cuando muriera, regresando al abrazo de la conciencia, ese collar me sería dejado como mi herencia.

Cuando escuché su promesa, me enojé muchísimo con ella. En ese tiempo todavía estaba un poco sensible por la palabra muerte, por obvias razones, por lo que con toda la solemnidad que pude reunir con la apariencia de un niño de ocho años, afirmé con toda sinceridad que, si para obtener ese collar, tendría que perderla a ella, entonces prefería que ese día nunca llegara.

Era una lástima que mi deseo nunca se hizo realidad y tan solo dos años después de aquel suceso, mi abuela fallecería en un accidente en su laboratorio.

Ese día no llevaba su adorado collar.

Se lo había quitado para entregárselo a mi abuelo porque él quería hacer algunas mejoras a algunas de sus funciones y hacerle un mantenimiento, ya que llevaba mucho tiempo sin realizarle una revisión adecuada, pues su esposa era muy renuente a quitárselo incluso para dormir y bañarse.

Nadie habría imaginado que, justo en el instante en que se desprendiera de él, como si el destino nos quisiera jugar una broma cruel, sería el momento en el que más lo necesitaría, y su ausencia, le costaría la vida.

Mi abuelo, como era de esperar, quedó muy devastado por su muerte y si no fuera porque, en sus últimos momentos, mi abuela le hizo prometer que debía seguir viviendo para cuidar de nuestra familia, él sin duda, la habría seguido para acompañarla en la muerte.

Aun así, aunque cumplió su promesa, el collar, su obra más amada, terminó convirtiéndose de arrepentimiento en un objeto que simbolizaba su dolor y su arrepentimiento.

Por ello, Aetherion Vritragon no pudo cumplir la última voluntad de su esposa en legar ese collar a su única nieta y, en cambio, lo ocultó en un lugar completamente desconocido para todos nosotros.

Desde ese día, nunca volví a ver ese collar y tampoco me atreví a preguntar por él, por mucho que lo anhelara.

La verdad, nunca creí que volvería a verlo en mi vida, ya que todos en la familia pensábamos que lo había destruido y su excusa de guardarlo en algún lugar seguro era solo para tranquilizarnos.




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