Los Juegos del Destino

Capítulo 1

Iba corriendo al trabajo, ya tenia varios llamados de atención por parte de Hernán, mi jefe, y hoy no sería la excepción.

Mi despertador no había sonado, por lo que me desperté veinte minutos antes de entrar al trabajo, lo que no me dio tiempo ni a desayunar, solo me cambié y salí por las mismas.

 —Jade, amiga donde estabas, Hernán está muy molesto —Habló Evelyn nerviosa cuando me vio entrar agitada.

 —Lo siento, mi alarma no sonó.

 —Como sea ve a cambiarte y preséntate frente a él antes de que se enoje más.

 —Voy.

Entré en el baño para ponerme el delantal. Trabajaba en un restaurante elegante aunque no entendía el por qué de servir comida si aquí venían hacer de todo menos comer. Tal vez solo era una apariencia para que los empresarios que venían le dijeran a sus esposas que estaban en una cena de negocios.

Caminé hacia Hernán quien al verme se le borró la gran sonrisa del rostro.

 —Jade, te dije que ya no podías llegar tarde —recordó cruzándose de brazos.

 —Lo sé y en serio lo siento, no fue mi intención llegar tarde lo juro —me disculpé poniendo una tierna sonrisa.

 —Luego hablamos de eso, ve a hacer tu trabajo.

Asentí y me dispuse a caminar lo más rápido que pude antes de que se arrepintiera y me hiciera regresar para despedirme.

Estuve un par de horas tomando y entregando pedidos, ya estaba cansada de esto pensaba en renunciar y dedicarme a la escritura pero no sabia como hacerlo si nunca me atreví a subir un solo escrito, ni siquiera se los dejo leer a Evelyn y eso que la conozco desde los diez años así que no tengo futuro como escritora.

 — ¡Jade! —Gritó Evelyn sacándome de mis pensamientos.

 —¿Lo siento que sucede? —Pregunté apenada.

 —Qué pasa contigo chica, has estado muy distraída últimamente —Noté la preocupación en su voz— Como sea ve a atender esa mesa debo salir.

Asentí y me dirigí donde me había dicho.

 —Buenas tardes, ¿Puedo tomar su pedido? —pregunté sacando mi libreta.

 —Claro, tráeme una ensalada Caprese y agua de tomar, por favor —Pidió una señorita, la cual parecía algo molesta.

 —¿Y para el caballero? —Pregunté al joven que estaba frente a la señorita, el cual tenía el ceño fruncido, lo observé mejor era alto, delgado pero esto no le impedía que se le notaran los músculos, moreno, muy atractivo.

 —Dame el salmón a la plancha —Ordenó con un tono seco.

 —¿Y de tomar?

 —Agua. —Su tono fue aun mas duro, era lindo pero un idiota— Y apúrate que no tenemos toda la vida.

Asentí de mala gana y salí en dirección a la cocina.

Mientras esperaba que este lista la orden me quedé observando aquella mesa, la señorita había sido amable su acompañante no lo era ni un poco, solo fue abrir la boca y tirar a la basura lo atractivo que era, seguí mirándolos pero esta vez imaginándome todas las formas posibles de decirle lo idiota que era.

 — “Orden 99”.

Me acomodé el cabello antes de dirigirme a la cocina, tomé las bandejas y me propuse caminar hacia la pareja.

 —Ya era hora —Lo escuché susurrar cuando me vio llegar, sonreí intentando parecer amable pero estaba claro que no lo logré.

 —Aquí está su orden, gracias por esperar —Agradecí dejando sus platos.

Cuando terminé caminé a tomar el pedido de la mesa de alado.

No fui capaz de evitar escuchar como la señorita discutía con él.

 —Leon lo siento pero lo nuestro ya no está funcionando, pasas mucho tiempo en tu estúpida empresa y no me prestas atención —explicó el porqué de su decisión— Mírame yo necesito de alguien que me toque, que me diga lo linda que me veo todos los días, necesito cumplidos.

 —Angie, solo te pido tiempo justo ahora estoy cerrando un contrato ya después seré todo tuyo.

 —No te quiero cuando puedas, te quiero ahora y si no voy a poder tenerte me iré —Advirtió mirándolo.

Los miré a ambos lo que me permitió notar que él único que se veía afectado era él.

 —Lo haces porque no paso en casa o porque estás con alguien más?.

Abrí mis ojos cuando escuché lo que insinuaba de ella.

 —La verdad es que no podía estar todo este tiempo sola, lo siento Leon no te mereces esto, pero me cansé de ser tu puto trofeo, solo me querías para llevarme a tus cenas de trabajo.

 —Eso no es así.

 —No me importa como sea Leon, me voy y espero logres encontrar a alguien que si quiera ser tu trofeo.

La señorita tomó su bolso y su teléfono, se levantó de la silla dedicándole una ultima mirada a su acompañante antes de salir de ahí.

Dirigí mi mirada hacia él quien parecía estar devastado, al parecer si tenía sentimientos.

Lo veo alzar la mirada y estirar su brazo para llamarme mientras en su rostro se iba formando una mueca de disgusto.




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