—Damas y caballeros, estamos reunidos aquí para llevar a cabo el juicio contra Ángel Cersoc, acusado por agresión y antecedentes de engaño —con dichas líneas, el Tribunal comenzó el juicio.
—¿Qué es este lugar? ¿Dónde estoy? —fueron las cuestiones del aterrado acusado.
—Bienvenido al Tribunal de Phygrabio. En esta sede serán expuestas las consecuencias de sus actos, y tanto el Occiso como nuestro par de expertas comprobarán su culpa.
—Dios mío, seguramente es un sueño, o un efecto de ese trago. Sabía que era mala idea tomar cerveza en ese bar.
—Silencio, el Tribunal habla —dijo Lady V.
—Pero no veo a nadie más que...
— ¡El Tribunal soy yo!
—Mantenga la calma, amo —comentó Lady J.
—Descuiden, sé cuándo mostrar esta faceta.
—Señoría, prosiga con el juicio —aportó Lady V.
—De no ser porque su caso no afectó directamente al Escriba, otra historia sería. No obstante, eso no lo salva de los cargos que se le atribuyen. Vamos ¿qué tiene que decir a su favor? —continuó el Tribunal.
—Que no tengo idea de lo que está pasando. No sé de qué Escriba hablan, mucho menos sé de este supuesto juicio.
—Creo que hemos sido claros como para vernos en la pena de repetirle nuestra explicación.
—¿Y esperan que crea en su palabra sin miramientos?
—Si a las pruebas se remite, nosotros también lo haremos.
—Tal vez lo siguiente le refresque la memoria —planteó el Tribunal, mientras un disco flotante hacía acto de presencia en el recinto —. Espejo del trono blanco, recrea el pasado.
—No es posible, ¿cómo sabe...? —el acusado entró en pánico al ver cómo el objeto ilustraba a un niño con el rostro perforado por las espinas de una bota—. Aún recuerdo ese torneo, pero eso...
—El espejo no miente.
—Pero yo no lo hice.
—Deje de negarlo, tanto Lady J como yo estuvimos ahí.
—Así es, hermana. No hay pero que valga.
—Es inconcebible que haya desplazado su frustración en ese niño —mencionó el Tribunal, reanudando el juicio.
—Yo solo estaba entrenando niños, estaba forjando su carácter. No veo necesidad de montar este espectáculo por algo que sucede todos los días.
—Se equivoca, eso no es ni será un modo de disciplina —insistió el Tribunal.
—¿Al menos se enfocó en saber si esos niños deseaban participar en ese torneo?
—Sabemos que tres de ellos se integraron en contra de su voluntad, y tanto usted como su ama hicieron caso omiso a la opinión de los infantes —añadió Lady J.
—Y el Occiso da testimonio de ello —finalizaron ambas damas, mientras ponían sus manos en los hombros de un ente de capucha azul y de rostro imposible de ver.
—¿Quién es él?
—Creo que no hace falta presentarlo —respondió el Tribunal. Aunque el Occiso no brindó línea alguna, el brillo de sus ojos era acechante y acusador. Ángel tenía la sensación de que ya conocía a dicho individuo, pero su escepticismo persistía.
—Olvídenlo, de verdad creo que es hora de dejar el alcohol en paz.
—Siga dando cuantas negaciones quiera, pero tenga por seguro que no es el único demandado.
—¿De qué hablan?
—Hemos localizado a más encarnaciones caóticas como usted —comentó Lady J, flotando a un lado del acusado.
—Sus actos han de ser señalados y comprobados como los suyos. De ese modo, será posible dar un veredicto —agregó Lady V.
—Corrección, ya hay un veredicto —dijo Lady J, dando un guiño a su hermana.
—¿Disculpa? —fue la última interrogante del acusado, pues bastó un minúsculo parpadeo para que el hombre despertara en una triste realidad.
—Vaya ingenuidad la suya —comentó Lady V, viendo cómo el joven se levantaba de la densa suciedad de la intemperie.
—Yo no veo esto como un juicio —dijo Lady J.
—Lo es. Este juicio ha de montarse en la mente de esos seres hasta que encuentren el fin de su insufrible existencia.
—O quizás hasta que la redención los ilumine.
—Sabes que no creo en esas ideas, pero entiendo tu argumento.
—Y yo no puedo garantizar que estemos ante un caso así, por eso considero necesario darle su debido seguimiento.
—Entiendo.
—Regresemos, tanto el Tribunal como el Occiso aguardan.