Los juicios de Phygrabio

Sesión 19052014-C5: Víctor

—Sea bienvenido al Tribunal de Phy...

—¡Cierren la boca!

—Mantenga la calma, solamente...

—¡No, no volveré a este lugar, no quiero!

—¡No lo toquen! —dijo una proyección del acusado.

—¡Lo protegeremos con nuestra propia vida!

—¡Orden, orden en la sala! —insistió el Tribunal, eliminando a las copias del acusado—. Estimado Víctor Hex, comprendemos su sufrimiento, pero debe entender que este juicio es fruto de sus actos pasados.

—Pero yo vivía con plenitud.

—¿Esos actos le parecen dichosos? —comentó Lady J.

—Peor aún, a estas alturas de su existencia —añadió Lady V.

—Recapitulemos —comentó el tribunal, invocando al espejo del trono blanco.

—De verdad, lamento todo lo que pasó —sollozó Victor, mientras veía cómo el objeto ilustraba todo lo que cometió, desde burlas e insultos hasta intentos de homicidio.

—No puede usar su niñez como medio de inocencia, puesto que siempre hubo malicia en su actuar.

—Y no sólo intención, también hubo complicidad.

—E impunidad —mediante susurros, el Occiso rompía su silencio por fin.

—Hermano, ¿no me recuerdas? ¿no recuerdas nuestra amistad?

—Esa amistad, esa hermandad... todo finalizó cuando tomaste ese camino.

—Él se encargó de abrirte los ojos, fantasma —dijo otro clon de Víctor.

—Deberías estar agradecido, señor finado.

—¡Es Occiso! —gritó Lady J.

—Esta actitud es intolerante. No le repetiremos que se controle, señor Víctor.

—Yo no soy, es, es...

—Prepárense, temo que viene lo peor —sollozó el Escriba.

—Es que... ¡¿Cómo no se mueren?! —gritó Víctor, desíntegrándose en varios niños caprichosos y con máscaras de tenebrosas abejas.

—Hermana, es hora de actuar —dijo Lady J, usando su bastón para repeler las abejas de juguete, objetos lanzados por aquellos clones.

—Basta, no me obliguen a hacer esto —añadió su hermana, agitando su lazo.

—Su mente retorcida es muy poderosa, será difícil contenerla —concluyó el Tribunal.

—El veredicto no está funcionando.

—Al demonio sus tontos juicios, todos serán castigados.

—¿Qué podemos hacer?

—Déjenlo caer... —susurró el Occiso.

—¿Qué?

—Así como su daño en mí ya está hecho, el daño en él también lo está.

—No lo entiendo.

—Tras embriagarse en su propio veneno, aquel ser ha perdido consciencia de lo que es, de las decisiones que toma, de la confianza en su propia sombra.

—Pero se está volviendo peligroso.

—No —reiteró el encapuchado— .Este ataque no es más que una fantasía sobre un poder del cual carece, pero ya es hora de que su juego termine

—¿Qué?— dijo el Tribunal, tras ver que el Occiso frenó a las abejas de juguete.

—No, no pueden... —decían los clones.

—¡Nuestros juguetes!

—¡Ustedes son injustos!

—Injusticia sería no castigar lo que usted hizo.

—Recuerden, déjenlo caer por su propio paso.

—¿Qué me dicen de mis amigos? —cuestionó Víctor, recuperando su orgullosa voz— ellos se unieron a mis ataques sin que yo se los pidiera.

—No hace falta asumir que sus “amigos” no son más que polvo flotante —dijo Lady J.

—En palabras suyas, un juego de niños —agregó Lady V.

—¿Cómo...?

—Se acabó, señor Víctor —concluyó el Occiso, mientras los clones se esfumaban en oscura arena.

—No puede ser, yo, yo...

—Yo, yo, yo —se mofó Lady V— usted cree que tiene poder hasta que lo más minúsculo se encarga de demostrarle lo contrario.

—Pudo ser una lección dada por las buenas, pero escogió tomarla por las malas —añadió Lady J.

—Pero eso ya no es nuestra responsabilidad —concluyó el Tribunal de Phygrabio, arrojando su mazo contra el rostro de Víctor.

—Ya basta, por favor, déjenme en paz —gritaba el hombre, rogando porque sus agresiones finalizaran, pero dichas agresiones no eran en aquel juicio, sino en un lugar marcado por la suciedad y el olvido.

—Está recibiendo una cucharada de su propia medicina —dijo Lady V.

—A cambio del alma que destrozó, él ha perdido la suya —comentó Lady J.

—Y a través de un medio tan inesperado como el amor.

—Vaya partido que encontró. Había varias doncellas tras de él, pero...

—Si esa fue su decisión, ¿quiénes somos para juzgar?

—Ese chiste no funciona con nosotras —dijo Lady J.

—Lo sé, pero no pude evitar decirlo.

—Sabes muy bien quiénes somos, y qué papel debemos brindar en estos tiempos finales.

—Entiendo, hermana —respondió Lady V, reduciendo su cómico tono— incluso alguien como yo sabe lo que esta época está brindando.

—Aquí las consecuencias están siendo muy remarcables.

—Incluso para los propios demandados.

—Lo anterior solo fueron niñerías, literalmente —reiteró Lady J.

—Así es, y de verdad no quiero conocer al próximo acusado.

—¿Hablas de...?

—No te atrevas a decir su nombre. Realmente me parece asqueroso ese sujeto.

—Lo es, por eso te comprendo, pero ve el lado positivo.

—Sí, a él sí le daré mi mejor trato.

—Pues no lo harás si seguimos discutiendo aquí.

—Está bien, pero sí me quiero quedar a ver cómo le va a este hombre.

—¡Mira, las señoritas B y G! —gritó Víctor.

—¿Qué?

—Bebé, son las niñas de mis sueños, ¿las recuerdas?

—Cada día me sorprendes —respondió su amante— quizás mis golpes te estén causando esquizofrenia, pero eso se puede arreglar.

—¿En serio?

—Sí, con mi medicina favorita —dijo aquel individuo, bañando en miel a su agredido, y preparándolo para una tétrica velada.

—Oh no.

—Vámonos, hermana. Esto no será agradable.

—Sí, no quiero ver —finalizó Lady V.



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En el texto hay: misterio confucion, misterio culpable

Editado: 27.12.2024

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