Llego a su casa tras dar un agradable paseo. Es una casa de una planta con un gran porche delantero y por lo que puedo vislumbrar desde aquí también tiene jardín detrás. Está rodeada de zonas verdes y multitud de árboles lo que me da mucha paz. Izan siempre ha sido un amante de la naturaleza, a pesar de haberse marchado a la ciudad en busca de oportunidades laborales.
-Vaya, veo que te pillo ocupado en el jardín. -Digo mientras me aproximo a su posición. Está plantando flores en un parterre que hay en un lateral de la casa.
Ha cambiado y mucho. Cuando se fue era un chico bastante menos atlético y hasta diría que está un poco más alto. Lleva una camiseta de manga corta bastante ajustada, que deja entrever un brazo bastante musculado.
-Qué va, tan solo estaba haciendo tiempo. Oye, me alegro muchísimo de verte -dice con una sonrisa justo antes de darme uno de sus abrazos -te he echado de menos Dana.
-Yo también, siempre has sido mi mejor amigo y un pilar fundamental en mi vida. -No sabía cuanto lo había añorado hasta que lo he tenido delante.
Entramos a la casa y veo que es un espacio abierto totalmente pintado de blanco. Hay tres puertas justo en la pared que queda a la izquierda de la puerta principal, por lo que intuyo que son las habitaciones y el cuarto de baño. El salón hace las veces de comedor y tiene una preciosa chimenea presidiendo la estancia. La cocina queda al fondo separada por una isla de tamaño considerable.
-Perdona por el desorden. He llegado esta mañana y no he tenido tiempo de desempaquetarlo todo.
-Así que me has llamado para que te ayude con la mudanza ¿eh? ja ja ja. -Bromeo.
-Para nada, pero si no te importa vamos a tener que pedir una pizza je je.
-Lo dices como si fuera un problema, sabes que adoro la pizza.
-Lo sé, pero esperaba poder hacerte una cena más elaborada. Aunque... ya ves como tengo la casa. -Dice señalando al montón de cajas apiladas de la esquina del sofá.
Nos sentamos en el sofá de dos plazas color mostaza que tiene en el salón frente a la chimenea, mientras tomamos una copa de vino.
-¿Qué ha sido de tu vida todo este tiempo? -Pregunto con evidente curiosidad. Desde que ambos terminamos la universidad y él se marchó, fuimos perdiendo el contacto poco a poco.
-Como bien sabes encontré pronto un empleo en un buen bufete de abogados cuando me marché -hace una pausa para beber un sorbo de su copa de vino y continúa -conseguí ser de los mejores en mi campo y eso me permitió ahorrar bastante dinero. Mi meta siempre fue esta -dice señalando alrededor. Conseguir establecerme aquí.
Izan estudió derecho por vocación y por tradición familiar, pero a diferencia de su familia que se dedicaba al derecho mercantil, él siempre quiso dedicarse al derecho penal. Al principio no se lo tomaron muy bien, pero lo terminaron entendiendo.
Yo, por el contrario, estudié arquitectura más por tradición familiar que por vocación. Mi vocación siempre han sido las letras; crear mundos imaginarios donde dejar volar mi imaginación y que otras personas viajen a través de ellos. En cuanto tuve la oportunidad, me dediqué a ello.
-Siempre has tenido muy claro lo que querías, pero no sabía que buscabas establecerte aquí, en el pueblo.
-Yo tampoco lo tuve claro al principio, pero las circunstancias me fueron empujando hasta aquí.
Mientras le escuchaba hablar con tanta devoción de su trabajo, comprendí que ninguno de los dos había cambiado en absoluto. Ni nuestra amistad, a pesar del distanciamiento y el tiempo.
-Bueno, basta de hablar de mí. ¿Qué ha sido de tu vida? -Preguntó mientras ponía una mano sobre mi muslo.
Esta pregunta quería retrasarla lo máximo posible o hacerla inevitable. Mi vida era una mierda de proporciones estratosféricas: estaba con un hombre que me hacía la vida imposible y aun así era incapaz de poner punto y final; la relación con mi madre, pese a no haber sido nunca buena, ahora pasaba por su peor momento; y, por último, mi vida social se resumía en quedar con mi amiga Rachel a tomar un café de vez en cuando.
Cuando terminé de contarle todo esto y alguna cosilla más añadida por el camino, se quedó sin palabras.
-Tranquilo, mi vida es patética en comparación con la tuya. Si hasta la vida de Golfo, el perro de Rachel es mucho más interesante que la mía. -Reímos ante el comentario.
La noche transcurrió junto a una pizza familiar de cuatro quesos y alguna que otra copa de vino. Quizá bebimos demasiado porque terminamos durmiendo encima de la alfombra del salón frente a la chimenea. Aunque fue una de las mejores noches de mi vida.