Los Malcriados

Capítulo10: Un compañero de cuarto no deseado

Pierre sonrió, complacido, ante el azoro de la chica.

—Veo que te he dejado sin habla.

—Me ha sorprendido saber que a pesar de ser de nuevo ingreso, perteneces a Alfa.

«¿Es lo único que escucho?», se sorprendió Pierre, «De verdad que aquí es muy importante el estatus».

Sin agregar nada, se dio media vuelta para dirigirse al joven que atendía la cafetería, pero la mano rápida de la muchacha se adelantó, mostrando su tarjeta de crédito.

—Cobra de aquí la bebida del chico. Ya nos arreglaremos cuando empieces a obtener créditos —dijo la joven con un guiño.

Pierre tomó su té helado y se dirigió a la mesa, siguiendo a la castaña.

—Para haber entrado en Alfa, debo suponer que perteneces a una familia muy influyente —comentó la chica, señalando la silla delante de ella.

—Pues sí, no quiero presumir, pero mi nombre es Pierre Leblanc.

La castaña se sorprendió al oír esto, pero supo disimular.

—Hasta ahora, no se tu nombre —puntualizó Pierre, dándole un pequeño sorbo a su té.

—Diáspora —contestó la chica—. Diáspora Ferréc.

—Diáspora —repitió Pierre, con la voz más sensual que pudo—, hermoso nombre, por cierto.

—Seguro que se lo dices a todas.

—Solo a las de hermoso nombre. Y ustedes son... —dijo, dirigiéndose a las otras tres chicas.

—Ellas son mis amigas, pero estaban a punto de irse.

—¿Estábamos? —preguntó una de ellas, pero no fue necesaria una respuesta, una mirada rápida de Diáspora fue suficiente para que las tres se pusieran de pie de mala gana y se despidieran.

—¿Y en qué grupo estás? —preguntó la castaña, una vez a solas.

—Alfa —contestó Pierre, alzando los hombros.

—No, esa es tu fraternidad, pero cada grado se divide en cinco grupos. ¿Traes tu horario escolar?

Pierre sacó la hoja que le había entregado la profesora Edna y se la extendió.

—Mira, aquí dice: “primer grado de preparatoria, grupo E”.

—Si la suerte es noble conmigo, me dará el honor de compartir tu aula —exclamó el chico con tono galante, a lo que Diáspora rio con coquetería, pero, inmediatamente se puso triste.

—Yo acabo de pasar a primer grado de preparatoria, pero mi grupo es el A.

—Una verdadera lástima —concluyó Pierre con fingida tristeza. Realmente le desagradaba tener que estar en modo caballero todo el tiempo en el salón.

—Pero eso no significa que no podamos ser amigos —exclamó la chica, poniéndose de pie—. Ya debo irme. —Como todo buen caballero, Pierre se puso de pie para despedir a Diáspora—. Estamos en contacto, Piercito galán.

—Por supuesto, aun te debo una bebida.

Pierre vio a la castaña alejarse con una gran sonrisa.

Cada habitación del palacio Alfa contaba con baño y ducha con bañera, además de cuatro camas individuales y cuatro cómodas para la ropa y objetos personales de los habitantes. Un tocador con un gran espejo, dos grandes ventanas y un librero con libros de consulta general, además de una computadora con acceso a internet y aire acondicionado.

Cuando Gabriel llegó a su habitación, Pierre estaba tumbado en una cama, agarrándose el estomago y con una risa descontrolada, mientras que Julius, sentado frente al tocador y con cara de pocos amigos, se revisaba una oreja, la cual estaba inflamada y de un color rojo amoratado.

—¿Qué te pasó? —preguntó el trillizo, sorprendido.

—Se le pasó la mano con el novio —rio Pierre.

—¡Vete a la mierda! —rezongó Julius.

—¡Vete tú!

Rodando los ojos, Gabriel fue hacia su cama y sacó su maleta de bajo de esta, para empezar a desempacar, cuando alguien llamó a la Puerta.

—Sin esperar a que nadie contestara, un muchacho alto y de cara alargada entró en la habitación.

—Buenas tardes —saludó.

—¿Y tú quien mierda eres y por qué entras? —cuestionó Julius, poniéndose de pie.

—Me dijeron que esta era mi habitación —explicó el chico un poco asustado—. Es la ciento nueve, ¿no?

—No recuerdo —contestó Julius—. ¿Qué número tiene la puerta?

—El joven abrió para corroborar que no se hubiera equivocado, cuando Julius lo empujó fuertemente hacia afuera.

—¡Y no vuelvas! —dijo cerrando.

—¡Oigan, si es la ciento nueve! —se escuchó.

—No me importa, no quiero más idiotas en esta habitación, ve a que te asignen otra.

Pierre reía por lo bajo, mientras que Gabriel, preocupado, se preguntaba si lo volverían a incluir en las malcriadeces de su hermano.

—Creó que si es su habitación, por eso hay cuatro camas aquí —explicó el chico.

—Cállate o te saco a ti también. —Gabriel se limitó seguir acomodando su ropa.




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