Los Malcriados

Capítulo 15: Ella, llorando espera

Diáspora pegó un chillido fuerte y estridente como muestra de su ira, apartó a Gabriel y a Vera de un empujón y siguió su camino, seguida de sus tres amigas.

—¡Las profesoras Edna y Cecil se van a enterar de esto! —gritó la castaña.

Vera torció los ojos y luego le dedicó una sonrisa a Gabriel.

—¿No te meterás en problemas? —preguntó temeroso el chico.

—Seguramente, pero, aunque no le haga nada, Diáspora me causa problemas, así que mejor que valga la pena.

Gabriel sacó un pañuelo de su bolsillo trasero y se lo extendió a la chica.

—Supongo que te confundió con uno de tus hermanos.

—Sí, con Pierre. Esperó que eso no le cause problemas.

—Ya le explicará, además ustedes son idénticos, ¿no?

—Sí, demasiado.

—¿Demasiado? Lo dices como si fuera algo malo. —Vera comenzó a jugar con un mechón de su cabello negro.

—En parte lo es. Recuerdo muchas ocasiones en las que castigaban a Julius, entonces el imitaba mi peinado y salía de la casa con la bendición de mi madre. —Vera echó a reír.

—¡A mí me parecen tan diferentes!

—Vestimos diferente, y nos peinamos diferentes, pero realmente tenemos hasta los mismos lunares.

—¿Lunares? —Gabriel se giró divertido, y descubrió su nuca, levantándose el cabello, dejando ver dos lunares juntos—. ¡Pareciera que te mordió un vampiro! —rio Vera, a lo que Gabriel la secundó.

Eran las ocho de la noche, cuando Julius llegaba a su habitación.

—¡Hasta que apareces! La lavandería cierra a las nueve, apenas tenemos tiempo —se quejó Pierre, quien ya se había cambiado de ropa.

—¿Tiempo para qué? —preguntó su hermano, tumbándose en la cama.}

—Para llevar mi uniforme, ¿qué no ves que es el único que tengo?

—Sí, y apesta. —Ayudado de los dedos de sus pies, Julius se quitó los zapatos.

—Tus pies apestan horrible, ¿qué no llevas calcetines?

—Olvidé ponerme. Y, ¿para qué mierda me necesitas para llevar tu uniforme a que te lo laven?

—¡Duh! No tengo créditos, así que me prestarás.

—¡Y un culo! —se quejó Julius, revolviéndose en la cama, listo para dormir.

—¡Oye mierda, ayúdame que soy tú hermano!, mañana Te devolveré los créditos.

Con un suspiro de resignación, Julius metió la mano en el bolsillo interno del saco. Pierre sonrió, mientras extendía su mano, pensando que su hermano le daría su tarjeta de crédito, pero en su lugar, Julius extendió su mano, mostrando su dedo medio.

—Toma, me traes el cambio —dijo el trillizo entre carcajadas, mientras se acostaba de nuevo.

—¡Vales mierda, gran pedazo de idiota! —se quejó Pierre.

La puerta se abrió, Pierre se giró esperanzado, pensando que se trataba de Gabriel, pero solo era su otro compañero de habitación.

—¿Tienes créditos? —le preguntó al larguirucho chico.

—No... No me puedes robar mis créditos —dijo el joven con miedo.

—Solo te iba a pedir un favor, idiota. —Pierre se dirigió al chico, cuando la puerta se abrió de nuevo, esta vez sí era Gabriel.

—¡Dios todo poderoso! Gaby, préstame tu tarjeta de crédito.

El chico abrió los ojos desmesuradamente.

—¿Y eso?

—¡¿Qué no hueles?! —exclamó Pierre, señalando su cama, donde estaba su uniforme—. Está manchado y apesta, debo llevarlo a lavar.

—Y no tienes créditos —concluyó Gabriel.

—¡Duh!, eso es obvio.

El chico nuevo se escabulló entre los hermanos hasta llegar a su cama, donde comenzó a desvestirse.

—Está bien. ¿Crees que puedas llevar el mío? —pidió Gabriel, desvistiéndose también.

—Supongo, si no hay otro remedio —contestó Pierre de mala gana.

Para cuando Pierre salía del cuarto, los ronquidos acompasados de Julius ya llenaban la habitación. Pierre pensó que el día había sido horrible, pero al menos ya había terminado, al llegar a la lavandería del palacio Alfa, se dio cuenta que estaba equivocado.

Recargada en una lavadora, mientras escribía en un cuaderno, se encontraba Anetta. La morena vestía una falda naranja y una blusa verde limón, su cabello iba adornado con una banda elástica rosa que tenía varias plumas en ella.

—¡Por la dulce mierda de todos los santos! —se quejó el chico.

Anetta levantó los ojos, su sonrisa se ensanchó al ver joven.

—¿Vienes a acosarme? —se burló la morena.

Por muy mal que le cayera la chica, Pierre entendió que era astuta y un enemigo peligroso, por lo que compuso su ensayada cara de "soy inocente y para nada temible", muy parecida a la de su hermano Gabriel.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.