—¿Qué tal si vamos a…
—No —le gritó Francis a Julius, interrumpiéndolo—, ya seguimos a la chica de la cafetería y ahora somos cómplices de una falta grave al reglamento, ocultando que tiene un animal en el plantel, ahora vamos a la biblioteca y haremos tus tareas para que puedas entregarlas mañana lunes.
—Me aburres como no tienes una idea, moderador.
—Lamento oír eso, sin embargo iremos a la biblioteca.
—¿Y porque mejor no haces tus trabajos y dejas de preocuparte por los míos? —rezongó el chico, zafándose del agarre de Francis.
—Para tu información, yo hice casi todos mis deberes el viernes, cuando tú empezabas una batalla campal en el comedor, y lo poco que quedó pendiente, lo hice ayer, antes de acostarme.
—¿Alguna vez oyes lo que dices?, suenas como: “aburrido, aburrido, soy aburrido. Mi vida es aburrida y por eso debo hacer la vida de los demás aburrida”.
Francis volvió a tomar a Julius de la muñeca y lo arrastró rumbo a la biblioteca.
—¿Y si mejor vamos a tu habitación?
El chico de las pecas dio un pequeño traspié, al oír eso.
—¿Qué dices? —preguntó el moderador, desconcertado.
—Las bibliotecas me aburren y no puedes hablar en voz alta, en tu habitación estaremos más cómodos para hacer las tareas, y si algo se nos atora, estoy seguro de que tienes libros, ¿no?
—Sí, los tengo.
—¿Entonces?
—Bien, exceptuando la vez que quisiste golpear a Jaru, la vez que me golpeaste porque te desperté y la vez que me obligaste a entrar en las habitaciones de las chicas de Beta, creo que te has portado “bien” este fin de semana—admitió Francis, dibujando las comillas en el aire—. Creo que esta vez puedo complacerte, vamos a mi habitación a hacer tus deberes.
—No esperaba menos de ti, Pecas.
—¿Pecas?
—Supongo que no quieres que te diga “cara cagada”.
—Pecas está bien.
…
Vera llegaba a las jardineras, frente al teatro de Nuestra Señora de las Tierras, con dos vasos desechables en las manos, cuando Gabriel se puso de pie, para recibirla.
—Lamento llegar tarde, pero decidí ir por las bebidas de una vez, considerando que tú no quieres ir al jardín Esmeralda.
—No hay problema, no tuve que esperar mucho —respondió Gabriel con una sonrisa de lado.
—¿Y ese gorro? —preguntó la chica, extendiéndole un vaso, mismo que “Gabriel” no pudo evitar mirar con cierto asco.
—¿No te gusta el gorro?, creí que sería de tu agrado —comentó el chico, agachándose, para que Vera lo apreciara mejor: era un gorro tejido en estambre gris, con dos pequeñas líneas negras que simulaban ojos cerrados y unas protuberancias en forma de orejas de gato.
—Pues, es lindo y combina con mi bolso —concedió Vera, riendo y mostrando la prenda, la cual tenía forma de cabeza de gato—. Ven, vamos a sentarnos.
El trillizo la siguió de cerca, mientras sus ojos horrorizados no podían dejar de mirar el vaso que llevaba en las manos.
«No me digan que voy a tener que beber de esta cosa», pensó con asco, al contemplar el trozo de papel aluminio que cubría el vaso y que era cruelmente atravesado por un popote.
—¿Pasa algo? —preguntó Vera, extrañada, mientras bebía del suyo.
—No —respondió el joven, dándole un sorbo al batido, mismo que escupió con un fuerte sonido sobre el césped—. ¿¡Qué diablos es esto!? —gritó con una voz molestamente inusual.
—Fresas con plátano, ¿no te gustan?
—¡Fresas!, ¡putas fresas! —gritó el chico, ante la desconcertada cara de Vera.
…
Anetta se quedó por escasos segundo en la entrada de la Casa Omega, admirando a “Pierre”, no había duda de que el chico era atractivo y sabía vestir bien, sin embargo, su lengua mordaz se adelantó a su pensamiento:
—No me dijiste que en esta ocasión tú serías la mujer —dijo con burla.
—Yo… este… ¿ah?
—¡Y olvidaste el cerebro! —se mofó la chica, posicionándose a su lado—. Lo siento, se que habíamos quedado en no ofendernos, pero me la estás poniendo muy fácil, esos pantalones de cuero se ven hasta dolorosos.
—Lo son… un poco —respondió Gabriel con una sonrisa, intentando imitar los gestos de su hermano.
—¿Qué?
—Pero, si crees que me quedan bien, vale la pena usarlos, “belleza” —musitó, sonrojándose.
—¡Oh, vaya! Así que quieres que el trato siga en pie, bueno, puedo comportarme por una cita —declaró Anetta, guiñándole un ojo y adelantando el camino.
Gabriel la siguió de cerca, pero siempre un paso atrás, temeroso de que si la chica lo veía con detenimiento, pudiera reconocerlo.
Anetta llevaba una blusa naranja sobre una falda de mezclilla y botas altas, del cuello colgaba un pequeño peluche en forma de pulpo amarillo y su cabello iba adornado con plumas amarillas y naranjas.
«No es el tipo de chica que le guste a mi hermano, ¿por qué estarán quedando junto?»
—Ah, Piercito pendejito, hay algo que no te dije cuando quedamos en salir juntos.
—Dime.
—Como soy una omega, hay muchos establecimientos a los que no me permiten entrar, por lo que tendremos que…
—No hay problema —respondió Gabriel, interrumpiendo a la chica—. Conozco un excelente lugar, ven —pidió, adelantándose él y guiando a la desconcertada chica.
—De por si tienes el culo pequeño, en ese pantalón se termina de desaparecer —denotó la morena, en un nuevo intento de molestar al joven, pero en lugar de responder, Gabriel se sonrojó hasta las orejas—. ¿No me vas a contestar?
—No entiendo… ¿debo hacerlo?
—¿Qué te traes? Andas muy raro, niño.
—Es solo que… —Gabriel se armó de valor y estrujó su cerebro, buscando alguna respuesta que daría su hermano, eso le funcionaba normalmente, pero esa chica se salía de los estereotipos frívolos con lo que se relacionaba Pierre, en realidad, Anetta se parecía más a Vera: ocurrente, sincera y un poco burda, pero parecía ser de buenos sentimientos, por lo que tomó la decisión de tratarla como el trataría a su chica, responderle lo que le respondería a Vera, cuando esta viera que estaba usando los calcetines de su hermano—. Esta ropa no es mi favorita, solo deseaba verme bien para ti.
#29457 en Otros
#4292 en Humor
#11547 en Joven Adulto
trillizos, drama amistad dolor tristeza primer amor perdida, juvenil humor colegio
Editado: 09.01.2021