Los Malcriados

Capítulo 30: Cazador de profesoras

Después de la clase de la profesora Edna, los chicos se dirigieron a la última clase de ese día: Historia, con la profesora Olethea.

La profesora saludaba con la mano, desde su escritorio, mientras que los alumnos tomaban asiento.

Julius caminó hasta la mujer, y le mostró el permiso que le había dado la profesora Echábarri.

—Tengo permiso de mi asesora de usar la corbata en la cabeza, pues no es inmoral ni pongo en riesgo a nadie y me permite mostrar mi individualidad como alumno —le dijo.

—C-claro, adelante, Julius —respondió la profesora, desconcertada, pero sin perder su sonrisa.

Al descubrir a Pierre entre los alumnos, la maestra le dedicó una sonrisa más amplia que la le obsequiaba al resto de los alumnos. Pierre le correspondió, para después bajar la cara, sonrojado.

—¿Por qué te saludó? —le preguntó Anetta, antes de dirigirse a su asiento, que en esa clase, era bastante retirado del chico.

—No lo sé, parece que le agrado —respondió el joven, encogiéndose de hombros.

—Bien chicos, sigamos la clase donde la dejamos —comenzó la mujer, sacando un mapa que colgó del pizarrón para que todos tuvieran acceso a él—. ¿Alguien sabe de qué es este mapa? —preguntó.

Fue una chica omega la que contestó, levantando la mano:

—Es el mapa del antiguo mundo.

—Exactamente, bien contestado. Este mapa es del mundo antes de la depuración, y como muchos de ustedes debieron estudiar en la escuela secundaria, se componía por seis continentes: América, Asia…

—¿Eso de que nos va a servir saberlo? —preguntó un chico en tono de fastidio.

—B-bueno, es bien sabido que c-c-conocer los errores del pasado, nos permite no repetirlos en un futuro —respondió la maestra con nerviosismo—. Supongo que no q-queremos una segunda depuración en el mundo, ¿verdad?

—Sin mencionar lo fascinante que es la historia —agregó Pierre en voz alta.

—Estoy de acuerdo contigo, P-Pierre —le sonrió la profesora—. Continuemos.

La clase de la profesora siguió su curso, lenta y aburrida, como era la costumbre, hasta que el timbre sonó, anunciando el final de la última clase y sacando a los alumnos del sopor.

—Pueden retirarse, mañana continuaremos —les dijo la maestra, tecleando los créditos que recibiría cada tarjeta, cuando sus ojos tropezaron con la mano levantada de Pierre.

—Tengo una duda, maestra.

—Dime.

—Es referente al cuarto continente, ¿este ya existía antes de la depuración?, es que no lo mencionó cuando dijo los nombres de los continentes del viejo mundo.

—El cuarto continente es un tema muy extenso, Pierre, aun hoy en día es arriesgado decir que existe, para fuentes oficiales, solo tenemos tres continentes: Brya, Namelí y Karenka.

—Si, pero, antes de la depuración, ¿existía?

—Se creía que sí, pero al igual que ahora, no estaba demostrado. Ya es tarde, ¿quieres que lo platiquemos la siguiente clase?

—La verdad, no podré dormir hoy por la duda. —Pierre se puso de pie hasta acercarse a la mujer—. Si tiene tiempo, me gustaría que me lo explicara hoy, y de paso, le pago esa taza de té que me invitó la vez del incidente de...

—S-si, lo recuerdo. —La mujer iba a declinar la oferta, pero al ver con detenimiento a Pierre, descubrió la pluma en su oreja e instintivamente se llevó la mano a la que ella tenía.

—¿Entonces, profesora?

—Está bien —sonrió la mujer.

—¿Nos vamos? —le preguntó Anetta a Pierre, caminando hasta él—. Recuerda que sigo siendo tu escolta hasta nuevo aviso y debemos andar juntos todo el fastidioso día.

Pierre suspiró molesto pues no recordaba ese detalle, su coraje aumentó al llevarse la mano a su dedo desnudo y recordar que no tenía su anillo.

—Te relevo de esa responsabilidad por hoy —intervino la profesora, para sorpresa de ambos.

—¿Disculpe?

—Le quiero explicar unas c-cosas a Pierre, y me llevará toda la tarde, por lo q-que comeré con él, por lo mismo, yo puedo cuidar su comportamiento, al menos por hoy.

—Pero, la profesora Cecil me dijo…

—La maestra Olethea también es una profesora —le interrumpió Pierre—, y su palabra es tan válida como la de Cecil.

Olethea sonrió al escuchar aquello, mas al darse cuenta que Pierre siempre se refería a ella con respeto, llamándola Profesora o maestra, en cambio a Cecil la mencionaba directamente por su nombre.

—Si, pero la profesora Cerretti es mi asesora y…

—Mia no, mi asesora es Edna, ¿quieres que le preguntemos a ella?

—N-no hay necesidad —interrumpió la profesora—. Como dijo Pierre, mi p-palabra vale tanto como la de Edna o Cecil, así que no te preocupes, Anetta. P-puedes retirarte.

Sabiéndose derrotada, Anetta salió del salón, hecha una furia.

—Entonces, vayamos por ese té —comentó Pierre, una vez a solas. La profesora suspiró antes de hablar.

—No lo creo c-conveniente, Pierre.

—¿Por qué dice eso? —preguntó el chico con la cara notoriamente afligida.

—La gente podría pensar mal si nos ven almorzando juntos.

—Entonces, ¿no quiere? Yo pensé que se había deshecho de Anetta para…

—Ir al Jardín Esmeralda no es conveniente—le explicó Olethea con una sonrisa de complicidad—, pero, ¿qué tal si vamos a mi habitación?, hay unos cuantos locales que me dan servicio a domicilio, además t-tengo libros de consulta y podemos hablar m-más tranquilamente.

Pierre sonrió con toda la inocencia de la que fue capaz de demostrar, que no fue mucha.

—Se lo compro —dijo en tono alegre.

Julius se dirigía al comedor, para encontrarse con su escolta, cuando fue alcanzado por Jaru, el compañero de habitación de Francis.

—Julius, Francis no está en el comedor —le dijo—… ¿Desde cuándo usas la corbata en la cabeza? —Con orgullo, el joven Leblanc le mostró el permiso de Edna—. Vaya, pediste permiso y todo, y yo que pensé que solo cambiarías tu uniforme e irías por ahí molestando a los profesores.




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