Francis se que quedó paralizado ante la petición de Julius, la palabra aun bailaba en su mente: “Bésame”.
—Bueno —renegó Julius de mala gana—. Si tú no quieres hacerlo, lo haré yo.
Julius tomó de los hombros a Francis y se aproximo a él, para detenerse a algunos milímetros de su boca.
—¿Ya acabaste? —preguntó Francis con tono serio.
—¡Es lo que más quiero! —renegó el trillizo claramente molesto—. ¡Quiero que acabemos con esto de una vez!, ¡si nos vamos a besar o vamos a coger, vamos a hacerlo ya y que todo termine!
Francis empujó a Julius, provocando que este terminara acostado, entonces, en un movimiento rápido, aprisionó las manos del chico bajo sus rodillas, hincándose arriba de él.
—Bueno, si eso quieres, hagámoslo de una vez —dijo en tono ciertamente molesto. El joven De Luca se quitó su suéter y la camisa que llevaba debajo, revelando su torso bien trabajado y sus brazos gruesos.
Julius pasó del carmín de la vergüenza hasta el pálido más enfermizo, a causa del miedo.
—Supongo que no necesitarás esto —dijo estirando el resorte del bóxer de Julius. Claro que el joven Leblanc podía liberarse sin mayor problema de Francis, pero estaba tan sorprendido con la actitud del moderador que no atinaba a hacer nada, solo a recorrer aquel intimidante cuerpo con los ojos, más que excitado, consternado.
—¡No me respondes! —le espetó Francis con acritud.
—Bien —musitó Julius, haciendo un gran esfuerzo por no tartamudear—. Hagámoslo… pero antes, necesito saber… ¿tienes pecas en todo el cuerpo?, me refiero a que si también tienes en…
—¡¿Te molestaría, Julius?! —le gritó Francis, bajándose del chico—, ¿¡mis pecas es lo que más te molestaría de acostarte conmigo!?
—No… es decir… no, solo que es raro, no conocía a nadie que tuviera tantas…
—¡Maldita sea Julius, ya cállate! —le gritó el chico.
—¡¿Qué demonios te pasa?!
—¿Que no es obvio lo que está pasando? ¡Estás confundido y quieres estar conmigo solo por lo que tus estúpidos hermanos te dicen!
—Audrina te lo dijo —concluyó Julius, bajando la mirada.
—No es necesario, te la pasas estirando y aflojando nuestra amistad por eso mismo. ¡Pero ya es suficiente!, ¡decídete! ¿Quieres ser mi novio o mi amigo?
Julius se quedó de pie, sin saber que decir o que hacer, a pesar de todos sus dilemas, era la primera vez que recibía una pregunta tan directa y de la persona en cuestión.
—¿Qué pasa si te digo que quiero ser tu novio? —preguntó con voz temerosa.
—No lo sé. No sé que pase si quieres mi novio o mi amigo; si eres gay, bisexual o heterosexual; no sé que vaya a pasar pero no va a ser peor que esto, ¿no crees?
Julius analizó lo escuchado.
—Y ¿si me gustara otra persona?
—También es una opción. —La respiración de ambos era agitada, Julius no podía dejar de ver las pecas del moderador, genuinamente intrigado.
—Y ¿a ti no te gusta nadie? —preguntó.
—¿Importa? —respondió con acidez el moderador.
—¿Qué? Bueno, sí. ¿Hay alguna chica que te guste? —preguntó con suspicacia, a lo que Francis suspiró fuertemente antes de contestar.
—No me gustan las mujeres, Julius.
El joven abrió desmesuradamente los ojos ante la sorpresa.
—¿Es enserio? —preguntó algo incómodo—. ¿Por qué me lo ocultaste?
—¿¡Qué te lo oculté!? —Francis caminó hasta Julius, molesto—. ¡¿Qué te lo oculté?! ¿¡No será que simplemente no te interesaba saberlo!?
—¿Qué?
—¡Julius, gracias a tus hermanos, en tu mente ya fuimos amigos, novios, ya nos acostamos y terminamos! ¡Solo falta que pienses que debamos comprometernos en matrimonio! ¡Y a pesar de todo eso, jamás te ha importado mi opinión en todo esto! —Los ojos de Francis se llenaron de lágrimas—. ¡Estás tan preocupado en definir lo que tú sientes que nunca te ha importado que siento yo!
—y… ¿qué sientes? —preguntó el trillizo en tono serio.
—¡Demonios, Julius!
—No, es enserio. Tienes razón, estoy muy ocupado intentando definir lo que siento que no me he preocupado por ti y no es justo —Julius comenzó a llorar abundantemente—. ¡No sé si te quiero como amigo o como novio, solo sé que no quiero perder lo que tengo contigo hasta ahora, aunque estés cagado por todo el cuerpo!
Francis reprimió lo más que pudo la risa, pero fue imposible no estallar en carcajadas ante el comentario irreverente de Julius. En pocos segundos, el joven Leblanc se unió a la risa del chico.
Francis se acercó al castaño, hasta posar su mano en el hombro de su amigo.
—Siento lo mismo que tú, no sé si quiero que seas mi novio o mi amigo, lo que sé es que no quiero perder lo que tenemos. Así que, por amor de dios, deja de oír a terceros y cada vez que tengas una duda acude a mí… o a Audrina, se ve que ella es buena consejera.
—¿Te puedo abrazar? —preguntó Julius con la cara completamente roja. Francis dio un tirón del brazo del chico y lo rodeó con sus fuertes brazos, provocando que Julius se estremeciera ante el contacto de sus torsos desnudos.
—¡Ay Julius Leblanc, quien diría que eres el más sensible de los tres! —rio Francis.
—Cállate, marica cara cagada —respondió Julius con una sonrisa.
…
Diáspora estuvo a punto de lanzar uno de sus comentarios mordaces, pero recordó justo a tiempo la forma en que Anetta la había tomado por el cuello en la fuente, por lo que se abstuvo.
Pierre le suplicó con la mirada, en una silenciosa petición, que, por extraño que pareciera, la castaña entendió, por lo que solo se limitó a torcer los ojos y alejarse de ahí.
—Sabia decisión, Diasporita pendejita —dijo con sorna, Anetta.
—No te burles de ella. Diáspora es el arquetipo de mujer que tu nunca podrás ser —le dijo Pierre en voz baja y con los dientes apretados.
—Y doy gracias a Dios por eso —se burló la chica, echando a caminar—. Mueve tu pálido trasero, vamos a la fuente.
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Editado: 09.01.2021