Los Malcriados

Capítulo 52: Un corral para Corpus

Julius no sabía si debía alegrarse o preocuparse por oír la voz del moderador del otro lado de la puerta.

—Ábreme, pecas, por favor —pidió el chico, con voz tranquila.

—Estás en detención, no podrás salir de aquí hasta que alguno de los profesores asesores lo indique, así que por favor, quédate en silencio y sin armar escándalo —le pidió Francis. Sus palabras sonaban duras y rencorosas.

—¡Abre la puta puerta, pecas! ¡Es importante! —gritó Julius, comenzando a golpear el metal de nuevo.

Francis dio un fuerte puñetazo a la puerta, provocando la sorpresa en el chico.

—¡Si no te calmas, te tendré que dar un reporte!

—Se que estás enojado conmigo y que arruiné la cena que preparaste, pero ahora todo es diferente, abre para que pueda explicarte. —Para desesperación de Julius, el silencio se prolongó varios segundos, parecía que Francis meditaba su respuesta.

—Solo… solo quédate en silencio —resolvió al fin el joven.

—¡Con una mierda, abre la puerta o juro que reviento la ventana y me salgo por la cornisa!

—¡No puedes ser tan inconsciente! —Francis apenas tuvo tiempo de terminar su frase, cuando el ruido de los vidrios de la ventana haciéndose añicos lo alarmaron—. ¡Julius, no te atrevas! —gritó el chico, más asustado que molesto.

Con nerviosismo, el moderador sacó de su bolsillo un manojo de llaves y abrió la puerta. Con pánico, miró como la ventana estaba rota y la silla no se encontraba en la habitación.

—¡Julius! —gritó, precipitándose a la ventana, pero al asomarse, no vio al joven que buscaba, solo la silla rota, sobre el césped, varios metros abajo.

—Estoy bien, pecas. No estoy tan pendejo como para salir por ahí —le dijo Julius a su espalda, el joven solo había roto la ventana y se había escondido tras la puerta, cuando Francis entraba en la habitación.

—¡Eres un imbécil! —le dijo Francis, suspirando de alivio.

Julius caminó lentamente hasta él, y extendiendo los brazos, le invitó a darle un abrazo, pero, lejos de aceptar, el joven achicó los ojos con rencor.

—Esa ventana rota te va a costar un reporte —dijo el moderador, desviando la mirada y librando su paso frente a Julius, para salir de la habitación.

—Perdóname —le pidió Julius, deteniendo su andar—. Sé que no tengo derecho a pedírtelo, pero por favor, escúchame, mi familia está en peligro, tengo que encontrarlos y decirles que Márcial ha regresado.

—¿Quién es Márcial?

—Es Gabriel, versión villano —respondió Julius, rascando incómodo su cuello

—¡Eso no tiene sentido!

—Si me dejas explicarte, lo tendrá.

—¡No y ya cállate! —le gritó Francis—. ¡No me interesa oír ninguna explicación de tu parte! ¡Ya es hora de que asumas tus responsabilidades, Julius!

—¿Cómo tu corazón?

—¿Qué?

—Yo lastimé tu corazón y quiero repararlo. Déjame explicarte, por favor.

Francis estrujó las llaves en sus manos, sin saber que decir.

—Acabo de hablar con mi padre y me dijo algo que yo ignoraba, me aclaró que es lo que… que es lo que me gusta.

Francis suspiró sin saber si debía continuar ahí o salir y encerrar de nuevo al trillizo.

—Soy un pan, y no precisamente de Dios.

—¿Debo reírme?

Julius se sonrojó con molestia ante el comentario ácido de Francis.

—Soy pansexual.

Francis abrió poco a poco los ojos ante la sorpresa de lo recién escuchado, las piezas empezaban a encajar en su mente, todo comenzaba a tener sentido.

—¡Por eso tu frustración y tus sentimientos encontrados! —dijo.

—¿Tú sabes lo que es bolillo-sexual?

—Claro que lo sé, y debe ser muy difícil para ti: que te guste alguien de una forma tan desligada del físico. Tu situación debe ser…

—Lo es —respondió el joven.

—Entonces, cuando me rechazaste…

—Estaba molesto y confundido, pero, ahora que sé lo que soy y lo que me gusta, quiero que tengamos esa cita de nuevo… pero después, ahora déjame salir…

—Ya vi por dónde vas —respondió Francis con una sonrisa fingida—. Casi me convences, pero no voy a caer, Julius.

—¡¿De qué mierda hablas?!

—¡Me estás dando alas, para que te deje salir, cuando en realidad tu andas con Audrina! —gritó el moderador—. Y no intentes disimular; los vi besarse.

—¿Nos viste? Pecas, no sabía que tenías esas mañas.

—Es enserio, Julius.

—Si la besé, pero no fue nada serio —respondió el joven, incómodo ante el tema.

—¡¿Cómo te atreves a decir que no fue serio?!

—¡Mira, me gusta Audrina! —le gritó Julius, sonrojándose hasta las orejas—. ¡Pero, también me gustas tú! ¡Pero con esto del pan no sé quien me gusta más o quien solo me cae muy bien! ¡Así que besé a la trenzuda para ver si… si me provocaba algo!

Francis miraba a Julius completamente sorprendido, sin atreverse a interrumpirlo.

—Y si, si me gustó; y si me movió algo dentro de mí, pero no tengo con que comparar eso, no sé si eso es amor, por eso quería…

—¿Querías? ¿Querías que, Julius?

—¡Quiero besarte!

Esta vez fueron las mejillas del moderador las que se encendieron.

—¡Estás diciendo tonterías!

—Tal vez, pero es lo que siento y lo que quiero y…

—¡No seas estúpido! ¡No puedes ir por ahí besando a la gente y esperando que no sientan nada! Audrina piensa que el beso que le diste fue una declaración de amor… ¡Tú le gustas, Julius!  —le gritó Francis, sintiendo que sus ojos se humedecían.

—¿Cómo sabes eso?

Francis suspiró, mientras que masajeaba su tabique con los dedos.

—Porque me lo dijo. Hablé de ti con Audrina y le confesé lo que siento por ti; y ella me dijo que sentía lo mismo.

—¿Hablan de mi? —preguntó sorprendido Julius.

—Decidimos no presionarte y dejarte que tú escogieras.

—¡Y tú me invitaste a una cena romántica con rosa y regalo!… no me creas, pecas, pero creo que eso es presión.




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