Los Malcriados

Capítulo 53: En paz

—¡¿Y tú, Rinaldi, qué haces aquí?! ¡¿Le estás ayudando acaso?! —gritó Vincent a Violeta, lo que crispó a la chica.

—¡Claro que no! —intervino Julius—, yo estaba aquí solo y ella llegó de metiche.

—¿Es eso cierto, Rinaldi? —Violeta asintió con energía—. ¡Entonces, lárgate o te castigaré a ti también!

La chica no desaprovechó su oportunidad de escape, echando a correr a toda velocidad, alejándose del lugar.

—En cuanto a ti… —le gritó Vincent a Julius, tomándolo con fuerza del brazo—, ¡ahora mismo me vas a...

—Solo deja que meta al puerco en el corral.

—¡¿Estás loco o qué te pasa?! ¡Ese cerdo no se va a quedar aquí! ¡Los animales están prohibidos en el colegio!

—¿Y que se supone que haga con él?

Vincent apretó el brazo de Julius hasta sacarle un quejido de dolor.

—No te apures, ya hallaré que hacer con él, tal vez lo donemos a la cocina para...

—¿¡C-como se atreve a decir eso?! —interrumpió la voz de Olethea al profesor.

La cara de Vincent mostró sorpresa, mientras que la de Márcial se distorsionaba por la ira, la presencia de la profesora tartamuda no figuraba en sus planes y podía arruinarlos.

—Con todo respeto —le dijo Vincent a la profesora—, este no es su asunto.

—Aún así, ¿cómo puede ser tan despectivo al referirse a ese pobre animal?

—¡Este “pobre animal” se ha escapado de detención!       

—¡Me refiero al puerco!

—¡Ah, ese animal! ¡Pues sepa usted que ese es un animal de granja, solo sirve de alimento! —alegó Vincent, intentando disculparse, la actitud de su compañera docente lo incomodaba.

—¡¿Es q-que usted no tiene corazón?! ¡Y ya suelte a ese alumno!

—El corazón no tiene nada que ver —dijo Vincent, soltando el brazo de Julius, quien agradeció con un suspiro de alivio.

—A menos que pueda quitárselo y hablar sin él, yo creo que el corazón tiene mucho q-que ver.

—Profesora... —Vincent intentó relajar su tono lo más posible, para evitar que Olethea tartamudeara—, aquí hay reglas y este chico las ha roto —dijo, tomando a Julius de nuevo del brazo.

—¡Q-Que lo suelte! ¿Qué usted no entiende? —le gritó la profesora, golpeado al hombre con su reboso.

En ese momento y sin que nadie se percatara, Pierre llegaba hasta ellos, pero al ver a Olethea decidió esconderse detrás de un árbol, limitándose a observar.

—Usted no conoce a Julius, él es...

—Él t-t-t… él es mi alumno y lo conozco.

—¡Es que el muy rata no entiende de otra forma! —soltó el hombre exasperado.

—Tal vez usted no ha intentado otra forma, ¿me permite?

Extrañado, Vincent se hizo a un lado para dejar que la profesora de historia se acercara a Julius. Tras un largo suspiro, la mujer habló:

—¿Es verdad que te escapaste de detención? —preguntó Olethea con tono dulce, a lo que
Julius asintió—. Entonces, estás consciente de que deber volver, ¿no es así?

—Sí, pero, es que Corpus…

—Yo me encargaré de tu cerdito, no le pasará nada, aunque eso no significa que lo puedas conservar, lo entiendes, ¿verdad? —Julius asintió de nuevo.

—¿Me promete que no le pasará nada?

—Te lo prometo.

—¡Si yo lo permito! —interrumpió Vincent.

—¡Usted se calla! —le gritó Olethea—. Ahora, Julius, sigue al profesor de nuevo a los cuartos de detención.

—Vamos —Vincent tomó a Julius del brazo.

—Dije síguelo, no dije q-que usted lo llevará. ¡Qué afán suyo de manosear a los alumnos!

Sonrojado en contra de su voluntad, Vincent soltó el brazo del chico.

—¡Vamos! —dijo secamente el profesor.

—Maestra, ¿le puedo encargar un último favor? —pidió Julius, tomando a la mujer de las manos—. Busqué a mi padre, se llama Nicolás...

—Sé quién es tu padre, Julius.

—Bueno, dígale qué Márcial está de regreso y que es su culpa que yo esté en detención.

—¿Quién es Márcial?

—Ellos saben perfectamente quién es Márcial —respondió Julius.

—Bien, se los diré, ahora ve con tu profesor.

Vincent no se atrevió a tomar a Julius de nuevo del brazo, en su lugar hizo un ademán con la cabeza para que esté lo siguiera.

Cuando Vincent y Julius se habían alejada lo suficiente, Márcial se acercó a su profesora.

—Tiene usted un gran corazón —dijo con su mejor sonrisa.

—Gabriel, ¿q-qué haces aquí?

—Solo buscaba a Julius, y vi lo que pasó. La forma en que usted lo defendió fue increíble.

—G-gracias, es que me molestan mucho las injusticias... y, aunque el profesor Vincent tenía razón, no estoy m-muy de acuerdo con sus métodos disciplinarios.

—Me pareció que Julius le encargaba algo, además del cuidado de este amiguito —dijo, intentando acariciar a Corpus, pero este se alejó del trillizo, con desconfianza.

—Me dijo que le dijera a t-tus padres que Márcial está de regreso. —Olethea cargó con cierta dificultad a Corpus, metiéndole en el corral.

—¿¡Márcial de regreso!? —musitó el chico con fingida sorpresa—. ¡Esto es increíble!

—¿Q-quién es Márcial?

—Es... Es un asunto familiar, profesora. Lamento no poder darle información,  pero lo que sí puedo hacer, es deslindarla de la comisión que le dio mi hermano.

—¿Disculpa?

—Yo ahora mismo iré a reunirme con mis padres y podré decirles lo de... lo de Márcial.

—¿Lo harás?, bueno en ese caso te lo agradezco mucho.

—Será un placer. Con permiso, profesora. Hasta luego, corpus, ya nos veremos de nuevo, “pequeño amigo” —dijo el chico, alejándose y dejando a Olethea un poco confundida.

Por otra parte, Julius caminaba de cerca con su profesor, mientras esté repasaba mentalmente todo lo ocurrido.

—Tiene su carácter la tartamuda, ¿he? —le comentó Julius.

—¡Cuida esa boca, Leblanc!, ¡Olethea es tu profesora y te merece respeto!

—No, si no lo dije en mal plan, tiene lo suyo la maestra.




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