Los Malcriados

Capítulo 54: Bochornosa degradación

—¡Quiero orinar! —gritó Julius por quinta vez, acostado en el piso del salón de detención. Hacía mucho frío en el lugar, ya que el aire de las siete de la noche se colaba por la ventana rota.

—¿De nuevo? —preguntó Francis del otro lado de la puerta de metal—. No puedo dejarte salir tantas veces.

—Entonces haré en una esquina —amenazó el trillizo.

—Espera, ahora te abro —resolvió Francis, tomando las llaves—. ¿De qué tamaño es tu vejiga?

—Es que hace frío y estoy nervioso —se justificó Julius, poniéndose de pie.

—¡¿Lo dejas escapar de nuevo?! —retumbó la voz de Vincent, quién llegaba hasta ellos.

—¡Solo voy al baño, mamón! —se quejó Julius. A pesar del insulto, el profesor sonrió.

—Ve al baño, pero de tu habitación en el Palacio Alfa, y de paso te pones tu uniforme, en media hora deberás estar ante el consejo de asesores. —Julius sintió que la presión se le bajaba ante este comentario—. Ya es hora de que tengas tu verdadero lugar en esta escuela —sentenció el profesor, dejándole pasar—. Y Leblanc, un consejo: ponte bien tu uniforme, no vayas a llegar con la corbata en la cabeza.

Julius tragó grueso, y tras asentir, se retiró de ahí.

Pierre se encontraba descalzándose, cuando su hermano entró en la habitación.

—¿Ya te dejaron salir? —preguntó el trillizo.

—Sí, pero solo a cambiarme —respondió Julius pasando al baño y dejando la puerta abierta, para seguir hablando—. Voy de nuevo ante el consejo.

—¿Te van a poner niñera de nuevo?

—La verdad, creo que será algo más grave —respondió el chico, sacando de su cómoda un uniforme limpio y comenzando a vestirse—. Y sobra decir que es por culpa de nuestro hermanito.

—¿Márcial? —aventuró Pierre.

—¿Quién más? Ni modo que Gabriel. Con todo y todo, el joto nunca haría algo así… ¡Pero a ese pedazo de animal de Márcial le romperé la cara en cuanto lo vea!

—También es la cara de Gabriel.

—Si bueno, es su pedo por dejarse poseer por el diablo.

—Mamá y papá ya se fueron —soltó Pierre de la nada—, pero dijeron que vendría para el tercer día del festival.

—Y cuando despertaste, ¿dónde tenías el dedo?

—¿Qué?

—¡¿Qué si les creíste, idiota?! ¡Minerva y Nicolás ya no van a volver!

—Sí, lo mismo pienso, pero dijeron que nos reuniremos con ellos en Karenka, para nuestro cumpleaños.

Julius sonrió ante la idea.

—Me urge salir de este manicomio —declaró el chico, anudando su corbata.

—¡¿La llevarás en el cuello?!

—Sí, la perra no está para hacerle cosquillas —respondió el chico encogiéndose de hombros—. Deséame suerte.

—Un milagro, mejor —le sonrió Pierre.

Cuando Julius abrió la puerta para salir, se topó de frente con Márcial quién le sonrió con burla.

—¡En cuanto a ti! —dijo, tomándolo del cuello y levantando su puño para estrellárselo en la cara, pero Pierre se adelantó, tomándolo de la manga.

—¡No lo hagas, Julius!

—Déjalo —intervino Márcial—, sería genial que te presentarás ante el comité de asesores con las manos manchadas de la sangre de tu hermano. “¿Qué por qué me golpeó?” —dijo el joven, imitando la voz de Gabriel—, fue porque lo acusé de que él me había mandado al hospital.

Reuniendo toda su fuerza de voluntad, Julius soltó al chico.

—¡Ya nos veremos la caras! —dijo, apartándolo de un empujón y saliendo de ahí.

Pierre le dedicó una mirada rencorosa a Márcial, mientras esté se empezaba a desvestir para dormir.

—No te enojes, Pierre, sé que es incómodo estar en la misma habitación que yo, pero en cuanto saque a Julius de aquí, seguirás tú, y contigo no seré tan bondadoso. —Tras decir esto y portando solo boxer, el chico se metió entre las sábanas de su cama y se arropó.

Pierre se quedó de pie sin saber que decir, observando a su hermano dormirse.

Julius llegó a la habitación donde se celebraban las reuniones del comité de asesores, y está era tan pequeña y fría como la recordaba, el joven ocupó su lugar frente a la mesa de cuatro sillas, y con aire teatral, la puerta se abrió y los tres profesores desfilaron ante él, ocupando sus lugares.

—Ponte de pie —le indicó Edna, la profesora de etiqueta, y asesora de Alfa—. Julius Leblanc, de primer grado de preparatoria, grupo E, estás aquí por haber golpeado con ventaja y alevosía a un compañero durante el festival de las flores, frente a su madre y rompiéndole un diente. ¿Qué tienes que decir al respecto?

—¡Inocente! —gritó Julius. Cecil no pudo evitar reír por lo bajo y Vincent bufó con ira.

—No, querido —dijo la asesora de Omega—, que sí por que lo hiciste, ¿cómo justificas tu acción?

—Lo hice porque…

—Entonces, lo admites —interrumpió con dulzura la profesora.

—¡No!

—¿Lo niegas acaso?

—¡No! Lo hice, pero no...

—¿Estás intentando mentirnos?

—¡Sí!, digo, ¡no!...

—Estás muy alterado Julius, debes calmarte —concluyó Cecil, dando por zanjada la apelación de Julius.

—Aquí —dijo Vincent, tomando la palabra—, ya no importa lo que Julius piense o diga, ¡yo mismo  soy testigo de lo que pasó y mi palabra pesa mucho más que la de él!

—Concuerdo —sentenció Edna—, por este y motivo y por haber agredido físicamente a tu propio hermano...

—¡Yo no golpeé a Gabriel!

—¡El mismo te acusó! —le gritó Vincent—. ¡Y por estas dos agresiones y tu largo historial de indisciplina, exigió tu degradación de fraternidad!

—¡Petición que yo apoyo! —agregó Edna.

—¡Ay, queridito, no nos dejas alternativa, yo apoyo también está moción!

Julius entendió que ya no tenía nada que decir, la decisión estaba tomada desde antes de que el entrara en esa habitación, y que cualquier cosa que él hiciera, sería en vano.

—Quedas oficialmente destituido de la fraternidad Alfa, y a partir de este lunes, tienes prohibido volver a portar ese uniforme. Todos tus créditos serán confiscados y en su lugar, recibirás dos uniformes de tu nueva fraternidad: Beta —le dijo Vincent.




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