Los Malcriados

Capítulo 57: Cartas de amor para un malcriado

Julius sentía que se ahogaba con su propia ira y la impotencia ante los hechos, había regresado a su habitación en la mansión Beta, y se encontraba metiendo su ropa arrugada y apelmazada a las maletas, para mudarse nuevamente a otra fraternidad.

—Al menos no he hecho ni un puto amigo aquí, así no tendré que despedirme de nadie —se decía para darse consuelo.

Cuando Julius sintió que no podía estar más enojado, alguien llamó a la puerta.

—¡¿Quién?! —gritó el chico de una forma exagerada, liberando un poco de frustración.

Sin responder la pregunta o esperar a que le indicaran que podía pasar, Vincent abrió la puerta y entró en la habitación, siendo recibido por la mirada colérica de Julius.

—¡¿Qué mierda haces aquí, pedazo de verga?! —le gritó el chico.

—En primer lugar, modera ese lenguaje, por favor, y en segundo lugar… —Antes de poder continuar, Julius intentó darle un golpe en la boca al profesor, pero este lo esquivó con agilidad—. ¡Julius, déjame hablar!

Pero el chico estaba cegado por su ira, por lo que seguía avanzando e intentando asestarle un golpe a su profesor, Vincent retrocedía con rapidez, evidenciando su entrenamiento en artes marciales y esquivando cada agresión del joven.

—Julius… ¡Julius!… ¡¿Qué diablos te pasa?!

—¡¿Qué que me pasa?! —gritó el trillizo, aun en su intento—. ¡Me pasa, que yo no necesito a nadie, ni a mis hermanos, ni a Francis, ni Audrina, ni a ningún profesor mierdero que finja que es mi amigo para después apuñalarme por la espalda! ¡Eso me pasa, mierda!

El puño de Julius fue detenido por una mano de Vincent, mientras que con la otra, tomaba al joven por la muñeca y lo obligaba a darse la vuelta. En esta posición, el profesor llevó al trillizo hasta la cama, donde lo aventó bocabajo y subiéndose encima de su espalda, retuvo sus manos para inmovilizarlo.

—¡Bájate de encima! —gritó Julius con el poco aire que le quedaba en los pulmones.

—Lo siento, pero si solo de esta forma me vas a dejar hablar, entonces así será. Antes que nada…

—¡Vales verga! —gritó Julius, interrumpiéndolo de nuevo y dejando que las lágrimas fluyeran por sus ojos—. ¡Eras el único imbécil honesto en esta escuela! ¡Eras el único pedazo de mierda que siempre me dijo lo mal que le caía!… me hiciste creer que podía confiar en ti y eres igual que Cecil, igual que Francis… ¡Igual que toda la mierda que hay en esta escuela!

—¿Por qué se supone que dices eso?

—No puedo respirar… —musitó Julius en un tono cada vez más bajo de voz.

—Voy a soltarte, pero no intentes golpearme de nuevo, ¿está bien? Vamos a hablar como personas civilizadas.

Vincent se bajó de Julius y este pudo recuperar el aire.

—¿Y bien? —preguntó Vincent, mientras el joven se ponía de pie—, explícam… —Pero no pudo continuar, el puño de Julius dio de lleno en la boca del profesor provocando que este diera unos cuantos traspiés y que la cólera del hombre se desbordara.

Sin medir consecuencias y cegado por la ira, Vincent regresó el puñetazo con todas su fuerzas, haciendo que Julius callera de bruces, escupiendo sangre.

Para sorpresa del asesor de Beta, Julius no se levantó, se quedó sentado en el suelo, dejando que la sangre emanara de su boca y las lágrimas de sus ojos.

—Quiero largarme de esta escuela… quiero volver a mi casa —musitó el joven.

Vincent suspiró con fuerza, sabía que lo que había hecho estaba mal, más tratándose de un alumno con semejante crisis emocional, pero la ira no lo dejaba actuar, no estaba acostumbrado a que alguien le faltara el respeto en tal magnitud.

—Explícame por qué demonios dices que te traicioné.

Julius se puso de pie, impulsado por su propia indignación.

—¡¿Cómo que por qué, retazo de verga?! ¡Por qué viniste aquí a decirme que contaba contigo! ¡Me dijiste que tú no estabas de acuerdo con lo que ese par de viejas acedas iban a hacer y…!

—¡Y no lo estoy! —gritó el profesor.

—¡Votaste en mi contra en ese juicio mierdero! ¡Me diste la espalda!

—Ya te había explicado que mi voto se anula ante la complicidad de Edna y Cecil.

—¡No importa! —gritó Julius con todas sus fuerzas, haciendo que esas dos palabras desgarraran su garganta—. ¡Yo quería!… yo quería…—De repente la energía se había ido.

—¿Querías qué, Leblanc?

—¡Yo quería sentir tu apoyo, aunque no sirviera de nada! —Vincent rascó su cabeza, evitado la mirada de Julius—. Pero, me dejaste morir solo, y no hubiera habido bronca, pero viniste una noche antes a hacerme creer que contaba contigo, solo para darme el tiro de gracia hoy.

Vincent dio media vuelta y, para sorpresa de Julius, se dirigió a la puerta, pero no para salir de la habitación, sino para cerrarla y tener un poco mas de intimidad.

—Julius, te voy a decir algo, apelando a tu discreción, y espero que jamás me traiciones.

Julius miró a Vincent con todo el rencor que sentía, pero sin atreverse a decir algo.

—Los asesores de fraternidad no estamos tan afinados como podrías pensar. Antes de cada careo con alumnos, nos reunimos nosotros tres y discutimos. Nunca estamos de acuerdo, Edna piensa primero en el apellido del alumno antes de decidir el castigo, Cecil se fija más si pertenece a Omega o a Alfa y yo…

—¿Tú qué?

—Yo quiero pensar que soy el más justo de los tres, juzgando los actos del alumno en cuestión sin dejarme influenciar por elementos ajenos. Después de acaloradas y poco civilizadas conversaciones, votamos el resultado, y como te había dicho, gana la mayoría.

“Pero, cuando salimos ante el alumno, nos sincronizamos para dar la apariencia de unión y fortaleza, y siempre votamos por el resultado ganador ante el alumno”.

Julius tragó grueso ante esta revelación, sintiendo nauseas por el sabor a sangre.

—Eso quiere decir que…

—Cuando votamos tu destino en privado, yo me negué rotundamente a que te degradaran, más estando tu salida de Alfa tan reciente, pero Edna y Cecil votaron en tu contra.




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