Los Malcriados

Capítulo 58: Alas letales

Ya más calmado y repuesto, Julius salió de la habitación, dejando a Audrina plácidamente dormida.

—Hasta mañana —se despidió de la recepcionista del hospital.

—Hasta mañana, descansa.

El chico salió del edificio, quedando breves segundos deslumbrado por el sol abrasador, luego, con práctica de días, saltó tras los setos que se encontraban a uno de los costados, de donde extrajo una bolsa de plástico, ahí encontró una corbata y un pantalón en tono marrón y un saco con bies del mismo color, los cuales comenzó a intercambiar con los que traía puestos.

—Si algún profesor te ve haciendo eso, estarás en problemas —aseveró una voz increíblemente parecida a la de él, pero más detestable.

—¡¿Y de quien va a ser la culpa, jodido fenómeno?! —reclamó Julius con rencor—. ¡Aun me debes el haberle dicho a Vincent que yo empecé el pleito en el festival de las flores!

—¡Eres demasiado impulsivo, hermanito! —comentó con sorna Márcial—, le rompiste un diente al pobre Diego.

—¡Fue por defenderte, mierda!

—Defendiste a Gabriel, no a mí.

Julius parpadeó varias veces, el asunto de Márcial lo confundía y lo ponía de malas.

—¡Cómo sea, ya no me jodas! —concluyó el trillizo, saliendo de entre los arbustos para dirigirse a su fraternidad.

—Ya no me interesa joderte a ti, ahora que ya te saqué de mi camino, mi prioridad es nuestro pedante hermano Pierre.

Márcial se sintió fuertemente halado por el hombro, pero antes de que pudiera quejarse, la mano de Julius lo tomó del cuello.

—¡Ya déjanos en paz a los tres, o te juro que…!

—¿Me juras qué? ¿Qué me puedes hacer a mí sin afectar a Gabriel? ¿Eh, Julius?

—¡Yo… yo puedo…!

—¡Ni siquiera puedes definir tu sexualidad! —aseguró Márcial, zafándose del agarre y sacudiendo su saco.

—Claro que sí, soy un pan sexual —respondió el joven, un poco intimidado.

La carcajada de Márcial fue sonora e hiriente.

—No Julius, lo que realmente eres es un mocoso inmaduro e infantil, además de sucio y vulgar que contó con mucha suerte para haber enamorado a dos moderadores de esta escuela. ¡No cabe duda que tienes buena estrella Julius, pero tu suerte se va a acabar! ¡Ya tienes un pie fuera de Nuestra Señora de las Tierras y no tardas en ser expulsado definitivamente, perdiendo la herencia Leblanc!

—Yo te voy a… —balbuceó Julius, volviendo a agarrarlo para golpearlo.

—¡Hazlo! Será encantador ser el motivo por el te expulsen. De Pierre me encargaré este domingo, y tú… bueno, tú ya no eres un problema. Tú te vas a quedar sin nada, sin padres, sin dinero, sin escuela y sin amor. Tu suerte se está apagando Julius, casi tan rápido como la vida de esa tonta Aud… —Antes de poder terminar la frase, Julius ya había golpeado con todas sus fuerzas la boca de Gabriel.

—¡No vuelvas a mencionar Audrina en lo que te reste de vida, fenómeno! —El trillizo soltó al chico, quien cayó al suelo, cubriéndose la boca con el dorso de la mano.

Tras una mirada de desdén a su hermano, Julius echó a caminar, pero hasta él llegaron los gritos del alter ego de Gabriel.

—¡Me las van a pagar! ¡Juro que el maldito trió Leblanc me las va a pagar!

Aunque mareado por el golpe, Márcial se puso de pie casi de inmediato, no se iba a permitir quedarse en el suelo y ser la burla de los transeúntes, él no sería como otro mediocre Leblanc.

—Me voy a vengar de todos ustedes, imbéciles —dijo en un murmullo—, y eso incluye al pelele de Gabriel, del que ya no tardo en deshacerme… Pero, ahora mismo me encargaré de hacerte pagar esta ofensa, mi estúpido hermanito. —Los ojos de Márcial se desviaron al lugar de donde había salido Julius: el hospital general de Nuestra Señora de las Tierras—. Creo que tengo una visita que hacerle a una enferma —dijo entre risas, mientras redirigía sus pasos.

Dándose un instante para calmarse y alisar la tela de su saco, Márcial abrió la puerta del hospital, siendo recibido por la dulce voz de la enfermera en turno.

—¿Se te olvidó algo? —preguntó la chica detrás del mostrador, al verlo llegar—. ¡Oh, lo siento, te confundí! —rectificó al darse cuenta del uniforme alfa y el diferente peinado del joven—. ¡Ustedes se parecen tanto!

—Sí, mucho —respondió Márcial con rencor.

—¿Te puedo ayudar en algo?

El alter ego se dio cuenta de que sería un poco difícil llegar hasta la habitación de Audrina sin ser detectado, por lo que decidió cambiar de táctica.

—Buscaba a mi hermano, pero, por tus palabras, me doy cuenta de que ya no está aquí, ¿verdad?

—Así es, prácticamente acaba de salir.

—Entonces, veré si puedo alcanzarlo. —Márcial se encaminó de vuelta a la puerta de entrada, y en el último instante, se detuvo, fingiendo recordar algo.

—Disculpa, ¿qué horario de visita tienen mañana?

—Mañana es sábado, no hay visitas, solo estará Calvin haciendo guardia por si alguien viene y para dar los medicamentos a los pacientes que hay.

—Calvin es el enfermero que solo lee revistas, ¿verdad?

—Sí, es él —coincidió la chica entre risas.

—Bueno, gracias por la información —concluyó Márcial, siguiendo su camino.

Julius llegó molesto al jardín Esmeralda, mientras buscaba que hacer, cuando recordó una diadema que le gustaba admirar a través de un escaparate, así que, con la respiración aun agitada, caminó hasta aquella pequeña boutique, pero su ánimo no mejoró al ver a través del cristal que el articulo femenino ya no se encontraba entre los numerosos artículos, en los escalones forrados en satín.

—No está… —masculló con desánimo.

—Supongo que se vendió —Julius se giró hacia Francis, quien había llegado a su lado—, eso debe alegrarte.

—¿Qué llegaras de metiche, culo pecoso?

—Me refiero a que la diadema se vendiera, habías dicho que te ponía triste el que estuviera ahí, llenándose de polvo. Ahora ya alguna chica la trae puesta. ¿Eso te pone feliz?




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