Los Malcriados

Capítulo 61: Un amago de voluntad

Fue ese lunes en la tarde, cuando, ayudado de Vincent, Julius llegó a la habitación de Pierre, Gabriel ya se encontraba ahí, en una silla.

—Repíteme para qué es esto —preguntó Julius, sentándose también.

—Ya te lo dije, el director quiere hablar con ustedes tres, y tendrá que ser aquí, porque Pierre no puede levantarse.

—¡Si nomas le embarraron fresas, no lo violaron! —se burló Julius.

—Deja de decir sandeces y quédate ahí. —Vincent salió de la habitación dejando a los tres hermanos solos.

Gabriel mantenía la vista en el piso, avergonzado de lo que sus hermanos pudieran pensar de él, Pierre por su parte, se dedicaba a girar su anillo de plata, era lo único que lo distraía un poco de la comezón que embargaba su cuerpo.

Cuando el ambiente no podía ser más tenso, la puerta se abrió una vez más, esta vez se trataba de la doctora Teva y el anciano Darwin, el abuelo de Audrina.

Los tres chicos miraron al hombre con sorpresa.

—¡El anciano! —dijeron al unisonó, a lo que el hombre rio suavemente.

—Si se hubieran puesto de acuerdo para decir eso al mismo tiempo, apuesto que no les habría salido tan bien.

—Usted es el anciano que me sermoneó afuera del hospital —dijo Pierre con voz ronca.

—Yo me lo encontré en los patios, me escuchó tocar la flauta —agregó Gabriel.

—¡Y a mí me hizo tirar mi nieve! —se quejó Julius con una sonrisa—. Y también me dio un hermoso regalo. —El trillizo se llevó la mano al pecho, donde colgaba el relicario de estrella.

—¡Y también es el director de la escuela, así que podrían ser más respetuosos! —les reprendió Teva con tono enérgico.

—¡¿El director?!

—Así es Pierre, soy el director de Nuestra Señora de las Tierras, Darwin Dumont, y no quiero ser grosero con ustedes, pero me urge que zanjemos este delicado asunto de una vez, Julius y yo debemos marcharnos a Salera, para despedirnos de alguien.

Julius bajó la vista, notoriamente entristecido.

—¿Qué es lo que vamos a zanjar? —terció Pierre, rascándose el cuello.

El hombre suspiró y caminó lentamente hasta posicionarse en medio.

—Tal vez para ustedes esto no tiene relevancia, pues están acostumbrados, cosa que es bastante preocupante, pero lo que aquí tenemos es un intento de asesinato, mi deber como director es salvaguardar la seguridad de mis alumnos, y por ende, no puedo dejar que las cosas pasen sin consecuencias. —Gabriel estrujó sus manos ante las severas palabras del hombre—. Lamento decir esto, pero debo informar a las autoridades competentes.

— ¡Por favor! —rogó el trillizo—, ¡se que lo que Márcial hizo… lo que yo hice estuvo mal, pero antes de informar a cualquier autoridad, déjeme hablar con mis padres!

Darwin suspiró pesadamente.

—Gabriel, la profesora Cerretti ha intentado comunicarse con sus padres desde el sábado, y ellos simplemente no contestan. Tengo entendido que el presidente tuvo que viajar a Karenka, y al parecer sus asuntos lo mantienen demasiado ocupado.

Pierre desvió la mirada molesto, algo le decía que Cecil no había intentado comunicarse con sus padres y que esto era una nueva trampa de la profesora.

—Gabriel, lo siento pero…

—¡Por favor! —balbució el trillizo, sintiendo que los ojos le escocían—,  no quiero ir a la cárcel…

—No creo que eso ocurra —arguyó la doctora, sintiendo pena del joven—, hay un expediente médico que prueba tu enfermedad; eres un chico con problemas que han sido negligentemente descuidados, sin embargo es necesario que esto también quede archivado.

Gabriel comenzó a llorar, cubriendo su rostro con el antebrazo.

—¡No se los compro! —soltó la pastosa voz de Pierre, el chico había recuperado su mirada soberbia y altiva.

—¿Disculpa?

—No veo la necesidad de hacer ningún archivo, ni de hablarle a ninguna autoridad, ni siquiera a mis padres. Sí, me intentaron asesinar, pero no lo hizo el maricón ese. —Gabriel levantó la vista, sorprendido ante las palabras de su hermano—. A mí me intentó matar Márcial, y él no está aquí, en esta habitación.

—¡Hermano! —exclamó Gabriel, intentando abrazar a Pierre, pero este le aventó la almohada de la cama, evitándolo.

—No me toques joto llorón, mi cuerpo está delicado.

El director del colegio intercambió una mirada de preocupación con la doctora.

—Admiro la hermandad que muestran, y la solidaridad con la que intentan protegerse, pero no vine aquí a pedir sus opiniones, solo a informarles de lo que haremos. Es necesario levantar una denuncia, y que se haga un proceso legal, también puede que se necesite que Gabriel retome sus terapias, sea medicado una vez más, e incluso, podría necesitarse que lo internen temporalmente.

—¡Tomaré terapia! —aseguró Gabriel—, ¡Tomaré todas las pastillas que me den, pero por favor, no quiero dejar Nuestra Señora de las Tierras!... no ahora.

—No te preocupes por tu ciclo escolar…

—No es el ciclo escolar —alegó Pierre—. Nuestra herencia está en juego, debemos graduarnos de esta escuela antes de la mayoría de edad y tenemos quince años, no podemos darnos el lujo de interrumpir ni un solo año.

—No es por eso —interrumpió Gabriel, sorprendiendo a su hermano.

—¿Entonces?

—Te… te digo en privado —musitó el trillizo, bajando la voz.

—Supongo —interrumpió la doctora—, que Edna no tendrá ningún inconveniente en dejar que Gabriel salga unos días del colegio para que sea evaluado por un experto.

—¿Disculpa, Teva?

—Piénsalo así, Darwin: si un especialista medica al joven y lo considera pertinente, se podría  permitir que el termine el ciclo escolar, al fin de cuentas solo quedan unos meses.

—Podría ser una solución temporal, al menos en lo que sus padres se enteran de la situación. Y evitaríamos un escándalo si esto llega a oídos de la prensa, no olvidemos que hablamos de los hijos del presidente municipal. Claro que debemos estar de acuerdo todos en esta habitación.




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