Los Malcriados

Capítulo 67: Brillo de cerezas

Era un viernes por la tarde, cuando Julius se escabullía hasta la azotea del palacio Alfa, llevándose una grata sorpresa, al descubrir ahí a Francis.

—Culo pecoso, ¿tú por aquí?

—Si —respondió Francis con un suspiro—, he estado algo estresado con la organización del baile y no he tenido tiempo de avanzar a mi disfraz, espero que no te moleste que me haya venido aquí a coser —dijo el joven, mostrando la tela negra que cubría sus piernas.

—Cuando vas a entender, pecas, tú siempre molestas —respondió Julius en tono de broma, mientras sacaba de su mochila algunos frascos de pintura.

—¿Sigues robándole a la profesora Cecil?

—No quieres saberlo realmente, ¿o sí?

—No, no realmente —respondió Francis, mientras cosía aquella tela negra. Al ver que el trillizo preparaba un caballete para ponerse a pintar, Francis preguntó—. ¿No vas a avanzarle a tu disfraz de zombi?

—Ya lo terminé.

—¿Enserio? Pero, aún faltan unos cuantos días, la mayoría de los alumnos lo terminan barridos.

—Sí, bueno. Digamos que no le eché muchas ganas —rio Julius, comenzando a garabatear en el lienzo—. Y tú, ¿cómo vas?

Cómo única respuesta, Francis amplió su sonrisa y extendió la tela, mostrando que se trataba de una capa, y debía de ser una de vampiro, pues la orilla baja era en forma de picos, simulando la membrana de las alas de los murciélagos. Julius extendió un silbido en forma de cumplido.

—Sabes coser bien, pecas —concedió el trillizos, dejando los carboncillos y admirando las puntadas regulares de Francis.

—Mi abuela me enseñó. Cuando nos juntábamos los primos en su casa, nos ponía a coser y a bordar, para mantenernos calmados, era relajante la verdad.

—Apuesto a que eras el único de tus primos que opinaba eso —rio Julius—, pero debo admitir que serás una linda esposa.

Francis rio ante aquel comentario, para después continuar con la costura de su capa, mientras Julius se dedicaba a su dibujo. Los minutos se sucedieron uno tras otro en silencio y calma en aquella azotea. Ambos chicos habían aprendido a no intentar rellenar el silencio si no había nada que decir. Ocasionalmente, Julius miraba de soslayo el perfil de Francis, y sin darse cuenta, dejó a medias el dibujo que hacía, para comenzar a dibujar al chico.

El trillizo no entendía todavía muy bien lo de sus preferencias, pero su padre, quién era el hombre más sabio que él había conocido, le había dicho que todo estaba bien, así que así debía de ser. Él, por lo pronto, se conformaba con entender que poco a poco, el moderador le gustaba más y más, e incluso, empezaba a llamarle la atención de forma física. Pese a estos razonamientos básicos, Julius no se dejaba llevar abiertamente por ese sentimiento, pues lo consideraba una traición al recuerdo de Audrina.

...

El día, o más bien la noche del baile de las brujas había llegado, y el salón de fiestas estaba listo. Un cuarto compañero de habitación, que se había convertido, sin quererlo, en el único compañero de Pierre, ajustaba su botarga con forma de torta de jamón.

—¿Te falta mucho, chicho?—le preguntó a Pierre, mientras esté se maquillabaun poco frente al espejo.

—Sí, algo… si quieres, tú ya vete, no es que me emocioné llegar contigo.

—Como gustes, entonces, me voy a conquistar chichas —aseguró el joven, acomodando su máscara de rodaja de tomate.

—Sí, suerte con eso —soltó Pierre con todo el pesimismo del que era capaz de demostrar.

Una vez a solas, el trillizo dirigió su mirada al disfraz que estaba en su cama, y que pensaba usar esa noche.

—Yo y la decisión más estúpida de toda mi vida —aseguró con pesar.

...

El salón de bailes estaba decorado de forma tradicional, con calabazas y figuras de brujas hechas de plástico por todos lados, todo en colores verde, morado, negro y naranja.

Francis, vestido de vampiro y Jaru, disfrazado de gato negro, se detuvieron en la entrada.

—Adelántate—pidió el chico de las pecas que no pudieron ser disimuladas con el maquillaje—. Yo esperaré aquí.

—¿Esperarás a cierto zombi rebelde que conozco?

—Si —rezongó Francis, mientras se sonrojaba aun más—, esperaré a Julius, ¿algún problema con eso?

—Ninguno, solo me divierto a tus costillas. ¿No prenderán el aire del salón de fiestas? ¡Está sofocado!

—Creo que no —respondió Francis con pesar—. Lo siento.

—¡Ni llorar vale!, me divertiré un rato y me iré temprano.—Levantando la mano en forma de despido, Jaru se internó entre los alumnos disfrazados.

—¡Un vampiro! —exclamó Julius, robando toda la atención de Francis—,¿me la vas a chupar?—Esta última frase provocó que el moderador se atragantara con su propia saliva—. Tranquilo —se burló Julius ante la tos del joven—, hablaba de la sangre.

—¡Ya cállate y entremos!

—¿Vas a andar conmigo?,¿no tienes que moderar y esas cosas?

—Hoy no. Pedí permiso. —Julius sonrió ampliamente al oír esto, sonrisa que Francis imitó.

No lejos de ahí, Anetta platicaba con un par de amigas. La morena portaba un vestido dorado con algunos jeroglíficos pintados a mano, además de haberse vendado los brazos y maquillado para la ocasión, la verdad era que su conjunto resaltaba bastante y eso le gustaba, lo único que podría desentonar un poco, era su tocado con plumas doradas, pero eso le importaba realmente poco a la chica.

Pierre observaba la escena, dispuesto a entrar en acción, pero cada vez que Anetta se despedía de su compañía, nuevos amigos de la chica se acercaban, «parece que es muy popular la desgraciada… Sí, claro que es inteligente y tiene buen sentido del humor, pero también es ácida como ella sola», pensaba el chico, y, sin entender porque, Pierre empezaba a molestarse. «¿Qué hago?... ¿Qué debo hacer ahora?», el chico bajó la vista admirando su propio disfraz, «¡¿Por quédiablos escogí este disfraz?!».




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