Ese día transcurría como cualquier otro. María Lucía Fernanda, estaba embelesada viendo su monitor, mientras engullía sin hacer pausa galletas de gengibre, de esas que tienen forma de hombrecillos, quizá en su retorcida cabeza pensaba que ingería seres humanos, minúsculos y deliciosos. Les arrancaba la cabeza con furia y metía el resto en el interior de su boca, apresando entre su paladar y lengua. Acompañaba aquel manjar con una copa de esas que se usan para beber vino, pero esta contenía leche. Extraño, pero así era Lucifer, un manojo de rarezas. Había pasado alrededor de una hora en aquella actividad, cuando de repente un aviso saltó interrumpiendo así la programación de la secuencia de videos que veía. Se trataba de una especie de infomercial:
"Usted, si usted que está viendo esto. Tú Lucifer, bienvenida. Cómo eres una miembro honorífica de este selecto club de ángeles oscuros, debes cumplir con una misión. A continuación, recibirás cómo producto de tu impresora los diez mandamientos que debes llevar a cabo. Apresúrate, tienes poco tiempo".
María Lucía Fernanda quedó petrificada pero al cabo de unos minutos volvió en si y sacó de la impresora el papel al que se refería la extraña propaganda. Aquel papiro dictaba diez mandamientos, diez pautas a seguir, una misión que debía cumplir ella, misión que seguramente le daría placer cumplirla.