Los mellizos Quintana

Capítulo 2.

En la salida, Erick esperaba a su hermana para irse. Se recargó en el auto y se puso sus lentes de sol. En el momento en que vio a Eva acercarse, se enderezó un poco.

—Te tardaste.

—Cállate, solo vengo a avisarte que no me iré contigo.

—¿Y eso?

—Me tengo que quedar con un imbécil que será mi tutor de física.

Erick alzó los lentes y los puso sobre su frente.

—¿Entonces sí te quedarás?

—¿A qué te refieres?

—Oí el rumor de que te pusieron un tutor, pero no creí que te fueras a quedar.

—Tengo que hacerlo. —Se cruzó de brazos—. Si no paso el examen voy a reprobar la materia. Ahora que lo pienso, tú también reprobarás si no te aplicas.

—Voy a estudiar solo, nada más necesito que alguien me preste sus apuntes.

—Buena suerte estudiando solo —dijo con sarcasmo, pues dudaba de la capacidad de su hermano y no creía que él pudiera aprender todo sin ayuda.

—Pídele a tu «tutor» —enfatizó con burla en la última palabra— la libreta para que le saque copias.

—Mejor pídeselos a Ariana —dijo socarrona—, ella de seguro tiene todo completo.

Erick rodó los ojos.

—Ja, ja, muy graciosa —dijo colocándose los lentes—. Te veo al rato.

Una vez que se despidió de su hermano, Eva se dirigió a la biblioteca de la escuela. Cuando entró, se alivió al ver que no había muchos alumnos. Se sorprendió un poco al ver que Carlos ya se encontraba allí, sentado en el rincón más alejado. «Buen lugar» pensó ella acercándose.

—Buenas tardes. —Lo saludó con frialdad mientras se sentaba en la silla de al lado. Carlos, que decidió esperarla leyendo un libro, se exaltó con el saludo.

—Bu-bu-buenas tardes —respondió con nerviosismo una vez que se compuso del susto.

Eva lo miró con fijeza.

—Y bien, tutor —dijo con sarcasmo—, ¿qué piensas hacer? ¿Prestarme tus libretas para sacarle copias, que yo estudie por mi cuenta y al final me pones una evaluación?

Carlos admitió para sus adentros que eso hubiera hecho con cualquier otra persona, por ejemplo Víctor, pero con ella no pensaba desaprovechar esa situación. Para él no era una pérdida de tiempo, era invertirlo en conocer a alguien a quien había querido desde hacía mucho.

—Emm, no —respondió—. Pienso enseñarte correctamente, como un buen tutor.

—Ay, por favor, no te van a pagar por ello, ¿además por qué querrías perder tu tiempo enseñándole a alguien como yo? —Se cruzó de brazos.

—No digas eso, yo… —Tragó saliva y se acomodó el cuello de la camisa—. Quiero ayudarte.

—¿Y eso? —Alzó una ceja.

—Me gusta ayudar.

—Ah. —Le restó importancia—. Como sea, si quieres ayudarme a estudiar bien, empecemos de una buena vez, que ya quiero llegar a mi casa a dormir.

Carlos estuvo enseñándole a Eva los temas más importantes, decidió empezar por la teoría y después llegaría a los ejercicios.

—La teoría la puedo aprender sola —lo interrumpió en un momento—, yo necesito saber hacer los ejercicios.

—Pronto llegaremos a eso —explicó Carlos—, pero primero tiene que quedar claro esto para poder pasar a los ejercicios.

—Umm, como sea, debo irme. —Se levantó de la silla y vio el reloj—. Ya es tarde. ¿Te parece si quedamos en dos días para seguir repasando?

—Sí, estaría muy bien.

—¿O tienes algo que hacer?

—No, no, estoy libre —mencionó con rapidez.

—Mmm, lo imaginé —dijo con un tono ligeramente burlón—. Te veo después.

—Hasta mañana.

Una vez que Eva se alejó, él puso los libros en un estante y recogió sus cosas para irse a casa. Estaba seguro que sus padres le preguntarían por qué llegaba tarde, no con afán de reclamar, pues incluso ellos lo animaban a ser más sociable y salir, sino para saber qué había hecho. Tomó el autobús y cuando llegó a casa, lo primero que hizo su mamá fue preguntarle por qué llegó después de la hora de siempre. Se le había descargado el celular y por eso no pudo mandarle un mensajito a su pobre y preocupada madre.

—Me pusieron de tutor de una chica —decidió responder con la verdad—. Le voy a ayudar a estudiar para pasar un examen.

—Ay, ¿y por qué no estudia ella solita? ¿Por qué te hacen perder el tiempo? ¿Tú qué culpa?

—Yo quise hacerlo.

—Está muy bien que ayudes —se entrometió su padre—, pero también debes de divertirte, no todo en la vida es estudiar.

—Sí, lo tomaré en cuenta. —Les sonrió.

 

***

 

Al día siguiente, contrario a lo que estaba acostumbrada, Eva entró a la escuela sola. Erick la llevó pero no quiso ingresar, decidió no acudir a la primera hora e ir por un café cerca de allí. Al pasar por la entrada principal, sintió varias miradas sobre ella, acto que no le agradó. No era algo que admitiera, pero no se sentía a gusto de entrar al instituto sin Erick al lado. No quiso bajar la mirada ni demostrar su malestar, así que con la misma actitud altiva se dirigió a su salón de clases, pero antes de llegar a él, notó que Carlos la miraba. Pensó en hacerle una seña de saludo pero lo descartó en seguida, así que apartó su mirada de él y siguió andando. En ese momento escuchó la voz de alguien que le parecía muy inoportuno.




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