Los mellizos Quintana

Capítulo 5.

Después de clases, Carlos caminó junto con Eva hacia el cine más cercano de la escuela. Se apenó un poco porque, a diferencia de otros chicos como Víctor o su hermano, él no tenía auto para llevarla, pero a la chica no pareció incomodarle. Decidieron ver una película de ciencia ficción acerca de alienígenas. El castaño decidió comprar palomitas y dos refrescos, Eva se ofreció ayudarle con la mitad pero él se negó rotundamente, así que no insistió más. Una vez que acabó la función, ambos se dirigieron al pasillo.

—Estuvo muy padre la película —dijo él para sacar plática.

—Lo sé, ahora soñaré con esos monigotes horribles —rio Eva, acción que contagió a su acompañante.

—Eva, la pasé muy bien —dijo después de un rato de silencio.

—Sí, yo igual. Gracias por invitarme.

—No hay de qué. —Quería decirle más cosas pero su timidez no le permitió hablar más. Cuando Erick pasó por su hermana, Carlos tomó un taxi para dirigirse a su casa.

Pero no todo fue color de rosa para Carlos, porque al siguiente día, en clase de Educación Física, le tocó la parte mala del asunto. El profesor decidió hacer varios equipos de fútbol para que jugaran. A Carlos no le gustaban los deportes, ni trabajar en equipo, ni mucho menos los balones, así que esa clase era su menos favorita. En realidad la odiaba. Para que no hubiera ventaja en los equipos haciendo que los deportistas se fueran a unos y los menos atléticos a otros, el profesor decidió formarlos. A Carlos le tocó en el equipo donde Ximena era la capitana. A Silvia le tocó en donde era Víctor, y a Jaime y a Eva les tocó en el mismo equipo, donde otro chico era el dirigente.

Carlos prefería quedarse en la parte de atrás, donde no le pasaran el balón, a pesar de los gritos del profesor donde le indicaba que se integrara; incluso Silvia jugaba un poco más que él. De un momento a otro, sintió un golpazo en la mejilla derecha. Alguien pateó el balón muy fuerte en dirección a él. Su mejilla enrojeció con rapidez y sintió un ardor en ella; incluso el pelotazo casi lo hizo perder el equilibrio pero se pudo mantener de pie. Lo malo fue que sus lentes salieron volando, pero al menos no se rompieron. Jaime los recogió y se los llevó en seguida. No se sorprendió cuando volteó a la persona que había pateado el balón y vio a Víctor mirándolo con expresión desafiante. «Lo hizo a propósito» pensó molesto, sobándose la mejilla.

—¡Víctor, ten más cuidado! —Lo regañó el profesor. En seguida se dirigió a Carlos para ver cómo estaba. Al ver que no fue nada grave, se alivió.

Silvia, que se molestó mucho, le comenzó a reclamar.

—¡Oye, ¿qué te pasa?! ¡¿Por qué le pegas?!

—Fue un accidente.

—Pero si tú eres muy bueno en los deportes, cómo se te pudo pasar.

—Soy bueno en basquetbol, pero el fútbol me falla un poco. —Se sobó el cuello, pero no parecía muy preocupado que digamos.

Silvia frunció el entrecejo y se dirigió hacia su amigo para llevarlo a la enfermería. El profesor los dejó ir sin ningún problema. Antes de dirigirse hacia allá, Carlos miró hacia el rubio, que seguía viéndolo con la misma expresión bravucona. El castaño se dio la media vuelta y caminó junto a su amiga sin notar que Eva, que se encontraba lejos de su vista, suspiró con pesadez, pues supo muy bien por qué sucedió todo.

 

***

 

Pasaron dos semanas tranquilas, sin que nada relevante pasara, hasta que tocó exponer los temas de literatura del salón de Erick Quintana. Su hermana se salvó del absurdo proyecto porque el profesor que le daba literatura en su salón era otro. Antes de entrar a la clase, se arrepintió profundamente de su idea, pues a su punto de vista el disfraz de Romeo era ridículo, y eso que decidió ponerse el pantalón negro del uniforme en vez de las burlescas mallas. Nada más se colocó el saco pintoresco, el gorro se lo pondría en el salón cuando le tocara pasar junto con Amanda. «De seguro seré el hazmerreír de todos» pensó. «Bueno, al menos todos esos inútiles me tienen respeto, por eso no cometerán la osadía de reírse en mi cara. Qué bueno que Eva no está en mi salón, de seguro que ella sí se soltaría a las carcajadas».

La clase empezó hacía cinco minutos, pero prefirió llegar tarde a encontrarse a alguien en el pasillo. Una vez que confirmó que ya no había nadie, fue hacia su salón. Cuando estuvo allí ni siquiera tocó, solo entró mirando hacia el suelo y se dirigió a su lugar. Atrajo las miradas de todos y se maldijo por ello. «Tal vez no valía la pena exentar… ¿Y dónde mierda está Amanda?» pensó una vez sentado, ya que volteó hacia el lugar de la chica y notó que no estaba allí. Le molestó saber que ella fue más impuntual que él, puesto que le entregó el traje a principios de la semana para que lo tuviera preparado correctamente ese día. «Y ni siquiera sé si vino» caviló, porque no entró a las primeras clases para estar al tanto de ella.

Después de que sus compañeros terminaron de exponer su gran mapa mental, pasó Ariana junto con su amiga. Era un proyecto muy bueno, como todo lo que entregaba la chica. Ellas decidieron llevar una presentación con puras imágenes donde resumían las partes más importantes del libro y al final enseñaron una gran lámina que tenía un mapa de Verona. Después de otros dos proyectos, el profesor llamó a Erick.

—Bueno, Erick, vas tú. ¿Dónde está tu compañera?




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