Los mellizos Quintana

Capítulo 7.

Al siguiente día, Carlos se dirigió a primera hora con sus amigos para contarles la noticia.

—¡Chicos, ¿qué creen?!

—¿Qué pasó? —Preguntó Jaime.

—No me lo van a creer, pero Eva ya es mi novia.

—¡¿Qué?! —Exclamó el moreno.

Silvia, en cambio, sintió un nudo en el estómago. Tuvo que tragárselo pero aun así no pronunció ni una palabra. Los chicos estaban tan ensimismados en la conversación que ni siquiera notaron que su semblante cambió.

—Sí.

—¿Y cómo fue?

—Fue súper extraño, ni siquiera sé muy bien cómo pasó. Ayer cuando llegué a casa sentía que iba flotando.

—¡Woah…! No me lo creo.

—¡Ni yo!

Callaron en ese momento porque Eva entró en el salón. Le dirigió una mirada a Carlos y le sonrió, gesto que él correspondió, pero no quiso acercarse.

—¿Por qué no se acerca? —Le murmuró Jaime.

—No sé, pero no seas indiscreto, calla.

En ese momento los demás alumnos entraron porque la señora Vélez estaba a punto de hacerlo. Una vez allí, les puso el examen. Antes de que iniciaran les dijo a modo de advertencia:

—Espero que hayan estudiado y que recuerden que el examen vale toda la calificación de este parcial.

La mayoría lucía nervioso, excepto por unos pocos que habían estudiado. Una vez que finalizó la hora, la profesora pidió a todos entregar la prueba, cosa que hicieron inmediatamente, pues cuando ella salía del salón no recibía ninguno.

Cuando fue el receso, Carlos, en vez de ir con sus amigos, decidió sentarse con Eva. Ella decidió ir a una banca sola para que estuvieran juntos. A lo lejos, los amigos del castaño observaban la escena junto con otros chicos que también se llevaban con ellos. Silvia seguía luciendo un poco desanimada, pero los demás, a excepción de Jaime, estaban intrigados.

—¿Desde cuándo son tan unidos?

—Es su tutor, probablemente le siga enseñando temas de otras materias.

Siguieron haciendo especulaciones hasta que Jaime rio, como queriéndoles decir: «pobres tontos, no saben la verdad». Lo vieron con extrañeza.

—¿Qué? —Preguntó un chico.

—La verdad es que Eva y Carlos ya son novios —explicó.

Silvia le dio un codazo, pues no sabían si Carlos quería que se supiera. Los demás rieron.

—No te creo —dijo uno de los chicos.

—De seguro le está ayudando con otras materias de la escuela.

—Sí, digo, no es por menospreciar ni nada, ¿pero por qué ella andaría con un chico como Carlos?

—Sí —concordó otra chica—, digo, después de haber estado con una guapura como Víctor, Carlos no parece la mejor opción.

—Pero Carlos lo dijo —defendió a su amigo. Recibió otro codazo por parte de Silvia—. ¡Auch!

—Igual y se lo inventó —rio uno—. Eso o te quiso engañar.

—No creo —murmuró Jaime—, ¿o sí? —Le susurró a Silvia.

—No, pero ya deja de divulgarlo.

Silvia decidió cambiar el tema para que ya no estuvieran pendientes de ellos, aunque no funcionó muy bien, pues le prestaban atención a su plática pero de vez en cuando volteaban hacia su amigo y su nueva novia.

Carlos, por su parte, se sentía muy feliz estando con Eva. Le incomodaba un poco sentir las miradas de todos, pero trataba de no prestarles atención y concentrarse en su novia. Se mantuvo con ese ánimo hasta que, dos horas después, recordó que les tocaba la clase de Educación Física. Su clase menos favorita y para colmo los constantes acosos de Víctor la empeoraban.

Antes de entrar a la cancha, fueron a los vestidores para colocarse el uniforme deportivo. Cuando estuvieron listos, se juntaron en el medio para escuchar las instrucciones del profesor.

—Bien, chicos, hoy nos tocará jugar basquetbol.

Como siempre, él formó los equipos. Una vez que estuvieron listos, se pusieron a calentar antes de comenzar el juego. Víctor, aprovechando que Eva estaba en su equipo, se acercó.

—Hey, Eva.

—¿Qué? —Respondió cortante.

—Nada —le sonrió con descaro—. Solo quiero saber, ¿cómo has estado?

—Estaría mejor si no me estuvieras molestando —dijo ella con su mismo tono.

Víctor le iba a responder, pero ella se dio la media vuelta y se alejó. El rubio apretó la mandíbula cuando vio que se acercaba a Carlos. «Todavía no entiende» pensó. «Bueno, tendré que darle otro pequeño escarmiento». Después del estiramiento, todos se dirigieron al centro de la cancha para comenzar el juego. El maestro los dejó jugando mientras subía al pasillo para hablar con el director acerca de los materiales que les faltaban a los alumnos en su clase.

Víctor, aprovechando que Carlos se encontraba en el equipo contrario, le pasó el balón a uno de sus amigos y se dirigió al muchacho. Una vez que estuvo cerca de él, aprovechó para bajarle los pantalones, dejando al descubierto sus débiles piernas y su calzoncillo gris. Todos dejaron de prestarle atención al juego para ver a Carlos, que se encontraba visiblemente ruborizado. El castaño se subió con rapidez el pants deportivo y, cuando escuchó las risas y burlas de sus compañeros, se fue de allí con paso rápido.




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