Los mellizos Quintana

Capítulo 10.

Después de clases, Erick invitó a Amanda a su casa. Tenía mucho tiempo que no invitaba a una chica a su casa para pasar el rato; Ariana fue la última, pero no habían ido precisamente a hablar. Eva, que se quedó con su novio al final de clases, no llegó con ellos. Una vez que estuvieron en su mansión, los recibió un mayordomo.

—¡Wow, qué elegante está todo! —Exclamó Amanda con asombro, viendo las figuras y cuadros caros tenían. Las paredes estaban pintadas de blanco y predominaban muebles de madera oscura.

—Sí, bueno, vamos a mi cuarto —dijo él sin darle importancia a las cosas materiales.

—¿A tu cuarto?

—Sí, digo, no es que vaya a pasar algo más. —Se encogió de hombros.

Una vez allí, él se sentó en un puf y ella en un cómodo sillón de cuero, frente a una enorme pantalla, para ver películas. Una de sus sirvientas entró y les llevó bocadillos y un vaso de limonada. Cuando el chico la despidió, Amanda se dirigió a él.

—¡Vaya, todo aquí es tan elegante! Me siento en una película donde esas niñas pobres de repente se juntan con la realeza y las consienten —rio.

—Tú no eres pobre.

—No, no lo soy, pero a comparación de todos los lujos que tienes, es como si lo fuera.

Cerraron las cortinas y pusieron una película de terror. Amanda, que se había exaltado más, decidió buscar el interruptor para prender la luz. Erick la miró, aguantándose la risa durante un minuto, hasta que finalmente aplaudió dos veces y las luces se prendieron solas.

—Hubieras hecho eso antes —se quejó.

—¿Te dio miedo? —Preguntó con tono inocente—. Te hubieras acercado a mí para que te abrazara.

—Ja, ja —se burló—. Ni en sueños.

Después empezaron a platicar acerca de sus vidas. Erick le preguntó acerca de Felicia. Ella no quería hablar al principio, pero al final decidió soltarlo.

—Bueno, te contaré porque tú no eres chismoso. Felicia y yo éramos las mejores amigas desde que nos conocimos. Íbamos juntas a todos lados. A ella no le importaban las habladurías de las animadoras acerca de mis preferencias, siempre me apoyó y me hizo sentir bien. Pero a principios de este año arruinó todo. Ella me dijo que también era lesbiana y que me quería. Yo me emocioné, comenzamos una especie de «relación», pero al final ella dijo que las mujeres no eran lo suyo y me dejó por un chico. —Apretó los puños, recordando—. Me engañó para experimentar, me hizo creer que sentía algo por mí y al final sólo estuvo fingiendo.

Erick miró hacia abajo.

—Te diría que es una desgraciada sin corazón, pero yo soy igual —murmuró con tono bajo—. Yo nunca estuve enamorado de Ariana, sí la quise, pero hasta ahí, y aun así le pedí que fuera mi novia…

—Hiciste mal…

—Lo sé, es que… Creí que sentiría algo más por ella con el tiempo, pero no fue así, y sus constantes caprichos no ayudaron. No es que sea mala, pero era escuchar todos los días algo como: «Erick, vamos acá», «Erick, no fumes», «Erick, no hagas eso, afecta tu promedio», «Erick, si haces eso te vas a enfermar, y no puedes porque eres capitán del equipo»… Simplemente me harté.

—Te comprendo, yo… Igual y yo también fui fastidiosa, no sé —sonrió con tristeza. Erick no dijo nada para no hacerla sentir peor—. Y oye, cambiando de tema —sonrió de repente—, escuché que Víctor le puso pegamento a la silla de tu cuñado —se rio—, ¡qué pesado!

Erick también rio.

—Víctor es un imbécil, pero a veces hace cosas que me caen en gracia, como eso.

—¡Tú eres malo! Pero fuiste su amigo mucho tiempo, y también fue tu cuñado, ¿cómo era su relación?

—Normal. —Se encogió de hombros—. No éramos tan amigos, pero convivimos mucho por el equipo de basquetbol, siempre planeábamos jugadas y estrategias. Eso sí, cuando comenzó a salir formalmente con mi hermana, me aparté un poco más de él.

—¿Por qué lo terminó? Eran la pareja perfecta —recordó—. Tú terminaste con Ariana porque no la querías, pero me has dicho que Eva sí lo quería… Además, aunque no lo quiera admitir porque es un idiota, es muy guapo.

—Mira, Eva es muy rara, dejé de comprenderla hace mucho, así que no tengo idea de qué haya pasado por su mente. Y lo de Víctor, pues no sé de eso, tal vez podríamos dejarle en «está pasable pero no tan horroroso como mi cuñado actual».

—¡Qué malo! —Volvió a exclamar riendo.

—Pues qué, es verdad.

 

***

 

Después de haberse probado todos los rincones de su boca, Eva se alejó de Carlos y le devolvió sus lentes. Él se los colocó, con el rostro todavía enrojecido, y miró hacia los lados. Como ya era tarde, no había nadie en el patio de la escuela. Ella lo llevó al escondite de su hermano, donde estuvieron platicando un rato acerca de sus gustos hasta que comenzaron a besarse. Al menos aprendieron algo del otro, por ejemplo, a Carlos le gustaba la música rock y su banda favorita era una que se llamaba StuffRunk, y que, curiosamente, los animales favoritos de Eva eran las serpientes, pero no tenía ninguna de mascota porque aterraban a su madre. Caminaron hasta el pasillo y notaron que en unos salones se encontraban los alumnos que tomaban clases extras, como los de música. Una vez que salieron del instituto, Eva se dirigió a Carlos.




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