Los mellizos Quintana

Capítulo 15.

Al siguiente día, Silvia llegó temprano al salón para adelantar una tarea que tenían que entregar al final de la semana. Tenían que inventar un cuento para literatura, así que se encontraba pensando la trama y los personajes para empezar a escribirlo pero no le ayudaba el hecho de que no estaba inspirada. Estaba moviendo el lápiz de un lado a otro cuando vio que Carlos entró al salón. Lo había estado evitando porque casi siempre se la pasaba con Eva y le dolía verlo con ella, más por el hecho de que la chica no lo amaba como él se merecía. Cuando el chico se puso a su lado, lo miró.

—Hola, Carlos —dijo sin mucho ánimo.

—Silvia, necesito hablar contigo.

—Ahora no puedo, estoy ocupada tratando de escribir…

—¡Silvia, deja de evitarme! —Exclamó.

—No te estoy evitando.

—Claro que sí, y ya sé cuál es el motivo.

Silvia lo miró con una mezcla de sorpresa e incomodidad.

—¿Y cuál es? —Susurró. Prefería que el chico hablara por si creía que era otra la razón.

—Me enteré de lo que te dijo Eva…

—Sí, bueno. —Miró hacia otro lado, avergonzada—. No hay problema, ¿vale? De cualquier manera fue mi culpa, yo fui la que me acerqué a Eva para hablar, no ella a mí, así que no le tomes mucha importancia.

—Silvia. —Se sentó en la banca que estaba al lado de la rubia—. Claro que importa, te hizo sentir mal.

—Bueno, pero ella es tu amor desde la infancia, además es tu novia, así que…

—Exnovia —la corrigió.

—¿Eh? —Por un momento, Silvia no entendió absolutamente nada.

—Es mi exnovia. Terminé con ella.

—¿En serio? —Preguntó sin poder creerlo.

—Sí.

—Pero… Carlos, si fue por lo que pasó, no tienes que hacerlo, en realidad…

—Quise hacerlo. —La quiso tranquilizar.

—Pero… tú la amas.

—No, Silvia —aceptó—. Me dejé llevar todo este tiempo porque la idealicé, pero ahora que la conozco de verdad, te puedo decir que no la amo.

—Pe-pe-pero… —La rubia seguía sin creerlo.

—Y hay personas que son mucho más importantes que un amor falso —le sonrió, posando su mano en la de ella.

Silvia se ruborizó por completo.

—Ca-Carlos, no sé qué decir.

—No son necesarias las palabras…

Ya no pudo decirle nada más porque en ese momento entraron al salón Víctor y Ximena. Al verlos tomados de la mano, el rubio alzó una ceja y la chica puso una expresión que parecía una mezcla de asombro y satisfacción. Después de unos minutos entraron más compañeros.

—Al rato hablamos.

—S-sí.

 

***

 

El día anterior, en cuanto se encerró en su habitación, Eva estaba tan enojada que, para desquitarse un poco, comenzó a aventar contra la pared los jarrones y figuritas de porcelana fina que su madre le regalaba en cada cumpleaños. Estuvo haciendo eso hasta que dos chicas que se encargaban de la limpieza se dieron cuenta y la detuvieron. Estaba segura de que, si su progenitora se enteraba, la regañaría y castigaría, pero se quedó tranquila al recordar que estaba demasiado ocupada como para prestarle atención a ella o a su hermano.

Cuando llegó al salón de clases, instintivamente volteó hacia donde estaba Carlos, que la estaba viendo de regreso. El chico tragó grueso y ella lo quiso asesinar con la mirada, pero después de unos segundos rodó los ojos y se dirigió a su asiento.

Después de unos minutos, entró la profesora Vélez para dar su clase. Al final, les indicó que tenían que hacer un trabajo en parejas acerca del electromagnetismo y que valía el veinte por ciento de la calificación de ese parcial.

—Tiene que tener tabla de contenido, introducción, el desarrollo, ejemplos, conclusión, glosario y bibliografías. Que sea un buen trabajo, ustedes ya son casi universitarios, no quiero que nada más copien y peguen de páginas de Internet.

Los chicos eligieron su pareja y se pusieron al lado de esa persona para ponerse de acuerdo en ese proyecto. La señora Vélez se dio cuenta de que Jaime, Silvia y Carlos estaban juntos, platicando, y que Eva estaba en su asiento sin hacer nada. La sorpresa de todos fue cuando la profesora la puso a trabajar con Carlos, pues sabía que eran pareja mas no que habían terminado, y ella se negó.

—No pienso trabajar con él —sentenció. El castaño volteó hacia otro lado y se acomodó los lentes para que no se notara tanto su disgusto—. Voy a trabajar sola.

—Pero Eva, tienes que trabajar en equipo, además él es tu tutor —añadió para no decir la palabra novio.

—No me importa, quiero trabajar sola —repitió.

—Eva…

—Prefiero trabajar sola que con él, y no pienso cambiar de opinión.

El tono y las palabras que usó hicieron que la señora Vélez se molestara un poco. Por su parte, los compañeros se quedaron callados, observando de la chica hacia Carlos. Ninguno sabía que habían terminado, así que supusieron que tal vez habían discutido.




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