Los mellizos Quintana

Capítulo 16.

El resto de la semana, Víctor estuvo tratando de hablar con Eva con el pretexto de que tenían que ponerse de acuerdo con la tarea de física, pero ella, como siempre, lo evitaba. Y Eva, por su parte, tenía que aguantar los rumores donde todos comentaban que ella era una mala persona por usar al pobre Carlos; por supuesto, prefería eso a ser la chica que habían botado por otra.

El viernes, la joven estaba de un humor pésimo ya que el fin de semana, aunque sus padres también trabajaban, sólo era por mediodía. Llegaban más temprano y eso significaba que tendría que escucharlos discutir más tiempo.

Al finalizar las clases, como no quería llegar temprano a su casa y Erick comería con Amanda a un restaurante y no quiso acompañarlos, decidió ir un rato a la biblioteca a leer un poco. El hecho de que no hubiera muchos chicos allí la tranquilizaba. Después de hora y media de estar ahí, buscó su bolso pero no lo encontró, lo había olvidado en el salón. Decidió ir hasta allá para buscarlo. Cuando iba por el pasillo, se maldijo en la mente al ver ahí a los basquetbolistas. Recordó que era día de práctica. «De haber sabido me iba a mi casa» pensó mientras tomaba aire y caminaba hacia su salón. Los chicos estaban hablando y bromeando, así que no notaron su presencia hasta que ya estuvo más cerca de ellos. Se hicieron a un lado para que pasara, no obstante pudo sentir la mirada de todos sobre ella. Algunos la veían con burla y otros con interés.

—Hey, Quintana, nos está yendo muy bien en el entrenamiento —dijo Federico—. Deberías volver a las porristas para animarnos.

Ella, sin verlo a los ojos, le enseñó el dedo medio.

—Vamos, Eva, tú siempre fuiste la animadora más ardiente —dijo otro, haciendo que los demás se rieran, pero en seguida callaron al notar la mirada amenazante de Víctor.

La dejaron pasar sin decirle nada más, así que la chica pudo llegar al salón con más calma. Una vez que tomó su bolso, se dio la media vuelta para irse de allí pero casi brincó del susto al ver a Víctor recargado en el marco de la puerta, esperándola.

—¿Qué quieres? —Le preguntó cuando se recuperó.

—No hemos visto nada del proyecto de física —explicó él.

—He estado investigando unas cosas, el lunes te paso la información para que tú sigas.

—Ah…

—Bueno, hasta luego. —Se acercó a donde estaba pero él no se quitó—. Dame permiso.

—No.

—¿Cómo que no? Quítate —exigió.

—No hasta que hablemos.

—¿No me piensas dejar en paz?

—Claro que sí, pero hasta que te dignes a darme una explicación, Eva. Te aseguro que cuando me la des, te dejaré en paz. —Se enderezó y la miró con semblante serio. Era la primera vez que lo veía actuar así y eso la hizo ponerse un poco nerviosa.

—¿Qué quieres que te diga? —Miró hacia otro lado.

—¿Por qué me dejaste? — Preguntó.

—Por… Ay, ¿para qué quieres saber?

—Solo dilo.

—Es que… ¡Víctor, hazte a un lado! —Lo miró desafiante.

—¡Eva! —Le regresó la misma mirada.

—Pero si ya sabes, para qué quieres que te diga…

—La verdad no sé. —Se cruzó de brazos—. Solo sé que un día decidiste llegar sin tu uniforme de porrista y con maquillaje más oscuro, me acerqué a ti y antes de decir algo me terminaste, así que te escucho.

—Yo… yo… —Bajó la mirada pero en seguida la levantó—. ¡Tú nunca me amaste! —Exclamó finalmente, señalándolo con el dedo índice.

El rubio alzó una ceja con incredulidad.

—¿Por qué piensas eso?

—¡Yo solo era tu trofeo, Víctor! Era la novia perfecta, esa que podías presumir con tus amigos, te llegué a escuchar varias veces. Yo te dije que no subieras tus fotos conmigo y lo hacías porque lo único que te importaba era la aprobación de los demás, ¡la aprobación de esos hipócritas que nos siguen odiando…!

—A ver, Eva —dijo con tono serio pero sin llegar a subir su tono de voz—, sí es cierto que me dijiste que no te gustaba que publicara las fotos, pero nunca me explicaste el por qué, solamente me dijiste: «Víctor, no subas fotos conmigo, no me gusta». Yo creí que eran esas cuestiones donde a las chicas nunca les gusta cómo salen y siempre te decía que eras hermosa, pero no me explicaste tu verdadero motivo. Y no eras un trofeo para mí, me encantaba que fueras mi novia y quería que todos lo supieran, y aun siendo así las cosas, no puedes basar tu opinión únicamente en esos actos, ¿no cuenta todo lo demás? ¿Para ti no valen las veces que dejé de lado mis actividades para pasar un rato contigo? ¿No importa lo que me tardaba escogiendo la comida para mi almuerzo porque sabía que tú tomarías un poco? ¿O las veces que le pedía un suéter a mi madre para llevártelo y que no te murieras de frío en nuestras citas? ¿Ni siquiera te importa un poco que Ximena esté enojada conmigo por haber decidido hacer el proyecto contigo y no con ella? ¿Nada de eso tiene valor para ti?

Después de un rato de silencio, ella habló.

—Lo siento, pero fue la impresión que me diste, además tú estás enamorado de mi yo antiguo, no de mi yo real…




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