Los mellizos Quintana

Capítulo 26.

Erick y Amanda se dirigieron rápidamente al estacionamiento donde estaba el auto del chico.

—¡Qué pendejísimos están! —Murmuró molesto—. ¡¿Es que cómo se les ocurre lanzarlo?!

—No pensaron que fuera a suceder algo así.

—¡Es que ese el problema! ¡No piensan!

Antes de subir al auto, escucharon una voz conocida.

—¡Erick!

Voltearon en seguida y vieron a Ariana junto con Ximena. La primera lucía preocupada pero hacía un gran esfuerzo para mantener la calma y la segunda sollozaba mientras trataba, inútilmente, de ya no hacerlo.

—¿Qué pasa, Ariana? —Preguntó él.

—Vas al hospital, ¿no?

—Sí.

—¿Nos puedes llevar? —Preguntó, ligeramente apenada—. Sabes que Víctor es nuestro amigo, queremos llegar lo más pronto posible, Ximena no trajo su coche y yo no quiero esperar a que llegue mi papá para que nos lleve.

—Suban.

Mientras se dirigían allí, Erick trataba de concentrarse en el camino y no en los lloriqueos de Ximena. Lo desesperaban y Amanda lo notó.

—Hey, tranquilo —le susurró—. No queremos que haya otros cuatro alumnos accidentados.

—Me desespera —masculló.

—No le hagas caso, maneja con cuidado.

—Estoy preocupado por Eva, ella en el fondo es muy sensible y sé que ha de estar pasándola fatal… También me preocupa Víctor —agregó.

—Vas a ver que todo saldrá bien.

—Dios quiera que sí.

 

***

 

Cuando los señores Rojas fueron avisados de lo que había pasado con su hijo, inmediatamente se excusaron en la escuela de sus hijas y dijeron que tenían que irse por una emergencia. Todo el camino las niñas estuvieron preguntando qué había pasado, pero no les querían decir nada hasta cerciorarse de que todo estuvieran bien. A Mildred casi le da algo cuando llegaron a la sala de espera y vieron a Eva llorando. La chica lucía pálida.

—¡Eva, ¿qué pasó?! —Se acercó a ella rápidamente y la abrazó.

—Fue un accidente —explicó—, se golpeó la cabeza. Lo están revisando, espero que todo salga bien pero no puedo evitar sentirme preocupada —dijo limpiando sus lágrimas.

Al escuchar eso, Nina comenzó a llorar, era la más sensible de las dos. Lila, en cambio, se aguantó las lágrimas.

—Mamá, papá, ¿Víctor va a estar bien? —Preguntó Nina.

—Sí, hija —le dijo el señor Rojas para tranquilizarla, aunque él también estaba preocupado—. Tu hermano es fuerte.

En ese momento el entrenador, que había estado hablando con una enfermera, se acercó.

—¡Señores Rojas, qué bueno que llegaron!

—¿Qué le han comentado? —Preguntó Mildred con rapidez.

—Hasta ahorita nada, lo sigue revisando el médico. No tardará mucho en salir.

Unos minutos después llegó Erick junto con las chicas. Saludaron a los papás de Víctor y preguntaron si ya tenían noticias.

—Todavía no —dijo Mildred.

Mientras los padres de Víctor platicaban con Ximena y Ariana, Amanda fue a la cafetería junto con las gemelas para tratar de distraerlas. Erick se sentó junto a su hermana.

—Tranquilízate —murmuró.

—No puedo.

Se quedaron un rato en silencio. En un momento, el chico rodeó con su brazo la espalda de su hermana y la acercó a él.

—Sabes que tienes mi apoyo.

—Lo sé. Gracias.

 

***

 

Después de media hora, salió una enfermera y se dirigió a los padres de Víctor.

—¿Cómo está? —Fue lo primero que preguntó Mildred cuando la joven se acercó.

—Está bien —comentó, haciendo que todos se aliviaran—. Pero todavía hay que hacerle unas pruebas para descartar cualquier cosa. Una tomografía para ser exactos. Pasen al consultorio, el doctor quiere hablar con ustedes.

En lo que los adultos pasaban con el médico, los chicos se quedaron en la sala de espera. Ximena volteó hacia su amiga.

—La enfermera dijo que está bien.

—Sí —le sonrió Ariana—. Es un milagro. De cualquier manera hay que esperarnos al resultado de la tomografía —dijo con preocupación, haciendo que Ximena pusiera una expresión triste—. Vamos, no pongas esa cara.

—Ariana, ¿crees que todo saldrá bien?

—Hay que tener fe. —Le quiso sonreír pero no pudo.

Estuvieron un rato esperando en lo que salían los señores Rojas. Las gemelas estaban inquietas, Amanda las quería distraer con un juego de su celular pero no se concentraban, volteaban a cada rato hacia la habitación donde estaban sus padres y su hermano. Ximena, por su parte, quería mucho a Nina y a Lila pero no se acercó a ellas porque sabía que era una mala idea tratar de calmarlas cuando ella misma estaba igual de afectada.




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